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Harmony estaba peinando su cabello luego de que la enfermera Maggy la hubiese ayudado a ducharse. Odiaba que la hiciera levantar tan temprano, pero parecía regla de la clínica despertar a los pacientes a la madrugada para que se bañaran, tal vez hubiese un buzón de sugerencias donde ella pudiera poner una nota diciendo que hacer a alguien bañarse a las cinco o seis de la mañana era un completo crimen.

Escuchó que llamaban a la puerta y se sorprendió, generalmente nadie llamaba y tampoco recibía visitas.

—Pase —dijo, dejando el cepillo sobre la cama y esperando para ver de quién se trataba. Y su sorpresa fue mayúscula cuando vio aparecer el rostro que desde el día anterior estaba dando vueltas en su cabeza.

—Hola —saludó Nathan con una sonrisa de dientes blancos.

—Ho... hola —tartamudeó la chica.

—¿Puedo pasar?

—Esto... claro. —Se dio un regaño mental por su estúpido tartamudeo.

—¿Cómo te encuentras hoy? —preguntó sentándose en el borde de la cama sin que ella lo invitara.

—Estoy bien, la escayola es un poco molesta, pero espero que me la puedan quitar pronto.

—Mi hermano dice que será en dos semanas.

—Entonces estaré contando los días —comentó sintiendo el nerviosismo apoderarse de su cuerpo, no solo por el hecho de saber que estaría dos semanas más cerca Joshua, sino porque la presencia de su hermano la estaba perturbando de una forma que pensó que solo el doctor conseguiría.

—¿Tan mala es la atención? —interrogó con malicia, aunque ya por su hermano sabía qué tipo de trato estaba recibiendo.

—No, claro que no, aquí todos son muy buenos, en especial tu hermano.

—Lo imagino. ¿Te gustaría salir a dar un paseo por el jardín?

Poniéndose de pie y sin esperar una respuesta, la levantó, y sentándola en la silla de ruedas, comenzó a empujarla fuera de la habitación. Harmony se aferró a los apoyabrazos desconcertada.

La llevó por los pasillos de la clínica hasta alcanzar el pequeño jardín donde tomaban el sol algunos pacientes, acomodó la silla a un lado y se sentó él en un banco.

—Así que cuéntame de ti, Harmony, ¿qué haces por la vida? —indagó inclinándose para apoyar los codos en las rodillas mirando fijamente al rostro de rasgos delicados. Comprendía bien por qué Joshua estaba fascinando por ella, era fácil dejarse hechizar por alguien así.

—No tengo muchas cosas interesantes que contar sobre mí, estudio Negocios y trabajo en una tienda de antigüedades. Bueno, en realidad no sé si después de dos semanas todavía conserve mi empleo.

—Entiendo, ¿y qué hay de tu familia?

Una sombra de tristeza cubrió el bonito rostro y sintió unos enormes deseos de abrazarla para darle consuelo.

—Mis padres murieron cuando era niña, me crio mi abuela, pero ella también se fue hace dos años.

—Eres muy joven para estar sola, ¿puedo preguntarte cuántos años tienes?

—Tengo veintiuno.

—¿Y no tienes novio? —inquirió de pronto pensando que esa era una posibilidad bastante grande. Se sintió mejor cuando la vio negar.

—No, pienso que es muy difícil encontrar a esa persona especial de la que de verdad te enamores.

Nate la observó, pensando que él nunca había buscado a nadie especial de quien enamorarse, el amor no era algo que le importara, por lo que jamás tuvo sentimientos por nadie. Pero allí estaba, sentando en un banco de hospital a la siete de la mañana queriendo saberlo todo de Harmony. Un bostezo involuntario escapó de su boca y eso le hizo recordar que no había dormido en toda la noche.

Un eterno amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora