Esa noche, cuando Nathan llegó a la casa de Michael para la fiesta, había personas por todos lados, muchos de ellos pertenecientes al mundo de la televisión y la música

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Esa noche, cuando Nathan llegó a la casa de Michael para la fiesta, había personas por todos lados, muchos de ellos pertenecientes al mundo de la televisión y la música. Una que otra groupie que tuvo la fortuna de ser invitada y los demás integrantes de la banda. Rubens se hallaba acompañado de una conocida modelo y Jonathan estaba con su esposa. Michael bailaba sobre una mesa sin camiseta, una clara señal de que ya había bebido más de la cuenta. Caminando en medio de la multitud, tropezó con Megan, no sabía por qué estaba allí si siempre mostraba una abierta animadversión por el festejado.

—Hola, Nate —saludó ella con su tierna sonrisa de siempre.

—¿Qué tal, Meg? ¿Divirtiéndote?

—No mucho —respondió con un encogimiento.

—Hey, Nate. —Theo, que apareció de alguna parte, se acercó poniendo un brazo alrededor de sus hombros, o intentándolo, ya que Nathan le sacaba al menos una cabeza de altura.

—¿También estás pasado de copas?

—Bah, por supuesto que no, apenas he bebido un par de cervezas, solo me estoy divirtiendo con el espectáculo que está dando Michael, mañana eso saldrá en todos los diarios. Imagina los titulares sangrientos: «Bajista de la banda Dark Soul, quien se encontraba bajo los efectos del alcohol y las drogas, dio un lamentable espectáculo durante su fiesta de cumpleaños».

Nate hizo una mueca sabiendo que Theo estaba casi en lo cierto. Entre los asistentes había al menos tres periodistas que conocía.

—Sí, vamos a tener que decirle que recoja su mierda, ahora mismo con Cynthia amenazando con demandarnos no necesitamos su mala prensa salpicándonos.

—¿Por qué quiere demandarlos Cynthia? —preguntó Megan.

Los amigos se habían olvidado de su presencia, pues la chica, a pesar de ser agradable, a veces era tan silenciosa que se hacía invisible.

—Porque Nathan decidió despedirla —respondió Theo.

—Vaya, eso no debe de haberle gustado mucho —comentó—. Aunque la bruja se lo merecía.

Esto último lo dijo tan bajo que a Nathan le pareció haberla escuchado mal. Y dado el carácter tranquilo de Meg, seguramente así era.

Decidió separarse de sus amigos y mezclarse con los otros invitados, saludó a varios conocidos y se detuvo a hablar con ellos. Un mesero le entregó una copa de coñac, que bebió despacio. Por alguna razón, esa noche no estaba muy deseoso de emborracharse.

—Nathan Henderson —dijo una voz femenina a su espalda y cuando giró se encontró con Anna Perkins, una actriz con la que había tenido una aventura de una noche el año anterior.

—Anna, que placer verte, no sabía que Michael te había invitado —saludó acercándose para besar su mejilla.

—Te confieso que me sorprendió su invitación, pero no podía desaprovechar la oportunidad de verte.

Un eterno amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora