Capítulo 40: Las Penas Suelen Doler Menos Si Son Compartidas

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A Harry se le notaba nervioso. Desde hacía demasiado tiempo se le notaba más angustiado que de costumbre; llevaba prácticamente un mes sin apenas cruzar palabra con nadie. El brillo de su mirada se había extinguido, ahora sus ojos estaban permanentemente empañados de miedo. De un miedo tan palpable, que Ron se estremecía sólo de pensar en lo que podía estar poniendo a su amigo de esa manera.

A pesar de estar seguro de que ese sentimiento era el más fuerte que jamás habían reflejado los ojos de su amigo, Ron no era capaz de saber si ese nerviosismo, ese miedo era el ya natural en su amigo, o si había algo más. Por eso, cuando le vio entrar por la puerta del dormitorio y se cercioró de que eran ellos dos los únicos que se encontraban allí, no pudo evitar preguntarle. Porque no se veía capaz de seguir soportando los sobresaltos de Harry, los miedos de Harry, a escondidas. Sin que el propio implicado los desmigajase ante él como habría hecho en cualquier otro momento, cuando la situación no hubiese sido tan terrorífica.

-Harry -le llamó desde el extremo donde se encontraba, mientras terminaba de colocar sus libros en el arcón.

Harry se acercó a él y sin soltar la mochila llegó a su altura. Se detuvo al lado de una de las columnas de la cama. Y entonces hizo un movimiento alentador de cabeza en su dirección, indicado que estaba escuchando. Ron dejó de colocar sus cosas y le miró fijamente.

-¿Te encuentras...? -Ron detuvo la pregunta en el último momento. No era eso lo que quería decir, puesto que sabía de antemano la respuesta que podía obtener de ella. Si Ron, me encuentro bien. Y también sabía de antemano la respuesta que la contestaba sinceramente. No Ron, estoy hecho una mierda.- ¿Qué te pasa?

Harry había notado el cambio de pregunta de último momento. No pudo evitar sonreír suavemente, con tristeza, al darse cuenta. Se sentó sin preguntar encima del colchón de la cama de su amigo, y le miró fijamente mientras el otro imitaba su acción.
Permanecieron en silencio unos momentos, y después, Ron lo rompió con una suave tosecilla, incómodo, mientras desviaba la mirada de los verdes y electrizantes ojos de su amigo, que le ponían la piel de gallina. Porque había en las esmeraldas de Harry tantos sentimientos, tanto miedo, tanto dolor que intentaba inútilmente ocultar con la sonrisa de sus labios, con la misma sonrisa que él había visto en aquella habitación, en su peor pesadilla, en su peor realidad, que Ron sentía que al mirarlos estaba invadiendo el espacio más íntimo que su amigo todavía conservaba.

Cuando estaban solos, cuando no había conversación de por medio, como en ese momento, Ron sentía que su estómago se contraía. Porque recordaba lo que siempre estaba intentando olvidar. Recordaba lo que había visto hacía ya un tiempo. Lo que Harry había intentado ocultarle, sin conseguirlo. A Voldemort, y a su mejor amigo, en una misma cama.
No podía soportar la mirada de Harry, porque las emociones que siempre veía en ella cuando se permitía el lujo de analizarla, le recordaban a aquello que los dos necesitaban olvidar.

-No me pasa nada, Ron. No te preocupes -contestó al fin Harry con un susurro que obviamente ocultaba la verdad, cuando Ron apartó la mirada de sus ojos. Harry los cerró un instante para evitar que toda la verdad se reflejase en ellos. Pero no podía ocultarse de esa manera tan simple a los ojos de su mejor amigo. No por nada tenía el derecho innegable de ostentar ese título.

Tal vez Ron no era tan perspicaz como Hermione. No era tan espabilado. Pero le conocía, le conocía tan bien como si fuese su propio hermano.

-Harry... dímelo. Necesito saberlo -en ese punto Ron volvió a mirarle fijamente-. ¿Tiene que ver con...? -tragó saliva ruidosamente, incapaz de terminar la pregunta.

-No, Ron -Mintió en parte Harry. Aunque en el fondo estaba contestando sinceramente a la pregunta de su amigo, pues su desasosiego no tenía nada que ver con Voldemort tal y como Ron lo estaba imaginando en esos momentos. Porque el Voldemort que le preocupaba en ese momento, el que le quitaba el sueño, el que le hacía temblar con sólo pensar en él, era el asesino. El que había creado siete horcruxes para intentar burlar a la muerte. El que desde que la profecía les había marcado como enemigos había intentado matarle. El que en esos momentos y desde hacía un tiempo, se le hacía el más horrible de los dos.

Secuestrado [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora