Capítulo 34: Confesiones

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-Come.

-No. Tengo. Hambre.

-Me da igual.

Harry bufó llevándose la comida a la boca finalmente. El estómago se le contrajo cuando la comida bajó por su garganta y él intentó relajarlo, para no volver a vomitar.
Desde que había salido de la enfermería el día anterior a media mañana, no había podido comer nada sin vomitarlo a los pocos minutos. Por eso Alan le había dado una poción a escondidas, en clase de transformaciones, a primera hora de la mañana. Supuestamente debería ayudarle a fijar los nutrientes de la comida, y a la vez a relajar su estómago para que no vomitase. Pero el haber tenido una clase de Defensa una hora antes, y sobre todo el ir a tener otra tras la comida, no era algo que ayudase para nada a controlar sus nervios.

Aun se sentía muy débil, no podía hacer movimientos rápidos, y sobre todo a la hora de despertar se sentía mareado y sin fuerzas.
No sabía muy bien qué era lo que le pasaba y cuando le preguntaba a sus amigos éstos le miraban raro, sobre todo Ron.

-Tú sabrás lo que te pasa para hacer estas cosas... -le decía.

Y finalmente, después de varios intentos, Harry había desistido de preguntarle nada. Porque se había dado cuenta de lo que a su amigo le pasaba por la cabeza. Las miradas insistentes a sus muñecas aun enrojecidas y el empeño que ponía en no perderle de vista le delataban. Ron tenía miedo de que fuese a cortarse las venas. No le culpaba. Realmente... a veces sí tenía ganas de hacerlo.
Como por las noches, cuando no dejaba de soñar que despertaba a base de latigazos, como por las mañanas, cuando antes de abrir los ojos tenía que palpar a su alrededor con desesperación para convencerse de que era una cama -una cama individual y vacía- lo que le estaba sosteniendo, y no un frío suelo o un posesivo, doloroso y asqueroso abrazo. Como en esos momentos, después de comer, cuando se dirigían a clase de Defensa.

Sentado en un pupitre, sin dejar de mirar fijamente a su profesor, para no perderle un segundo de vista, Harry se pasó toda la hora apretando con fuerza, bajo la mesa, la mano de Alan Rickman. Y sólo cuando Elddyr salió del aula tras dirigirle una mirada que reflejaba un claro has aprendido la lección, Harry se dio cuenta de que estaba temblando.
Cuando todo el mundo hubo salido del aula, Harry se puso lentamente en pie, seguido por Alan. Se acercó a una de las paredes y se apoyó en ella, entonces dejó fluir al fin el nerviosismo y el miedo que le estaban inundando. Y un temblor acometió toda la clase, derribando sillas y mesas a su paso mientras Harry se doblaba bruscamente sobre su estómago, vomitando la comida que hacía escasas dos horas había ingerido.
Cuando abrió de nuevo los ojos, un hechizo susurrado a su espalda hacía desaparecer la comida a medio digerir, y Harry se sobresaltó al sentir un suave dedo pulgar acariciar su piel, secándole una lágrima que no había sido consciente de derramar.

-No puedo soportarlo más. Quiero mo... -Y ese mismo dedo pulgar se posó entonces sobre sus labios, silenciando esa última palabra.

Harry se giró para mirarle, y vio tal preocupación en su rostro que supo que era sincera. Que era profunda, meditada, racional. Y algo le hizo pensar que había más que la palabramuerte. Que era algo más lo que preocupaba a Severus.

-No, Potter. No quiere, ¿me oye?

Fue entonces cuando entendió algo. Que con esa frase Snape estaba intentando convencerle a él de que no quería morirse. Y si intentaba convencerle de algo era porque él, Harry, no estaba ya convencido. Y eso le hizo darse cuenta de lo que pasaba. De por qué había tardado tanto en despertar de la paliza de Voldemort, de por qué Ron le vigilaba constantemente, de por qué su magia estaba tan descontrolada.

-¿Voy a... morirme? -preguntó, pálido. No sabía muy bien cómo sentirse respecto a eso. Porque si bien era verdad que muy a menudo durante los últimos meses había deseado morirse, no estaba seguro de quererlo verdaderamente.

Secuestrado [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora