Capítulo 49: Sentencia

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Esa mañana Harry despertó sobresaltado entre los protectores brazos de Severus, cobijado bajo las negras sábanas de la cama. Un par de segundos después del primer parpadeo tentativo, comprendió el motivo de su brusco despertar. Cuando la certeza de que estaba mirándoles le golpeó como una pesada maza en la conciencia, se le contrajo el estómago y sintió ganas de vomitar.

¿Cómo lo supo? Ni siquiera tuvo tiempo de responderse a esa pregunta. Apenas dos segundos después de haber vuelto del mundo de los sueños, su cerebro empezó a funcionar a todo gas y Harry no dudó en apartarse con rapidez del cuerpo de Severus. Lo hizo como si de pronto le quemase, intentando mostrarse asqueado ante el contacto desnudo contra su propia piel y, sobre todo, llevando a su rostro una perfecta y estudiada mueca de odio que llenó sus ojos entrecerrados, tiñéndolos de oscuridad.

Severus se removió inquieto durante unos instantes, como sabiéndose objeto de un par de duras miradas al otro lado del sueño, pero después se limitó a ronronear muy levemente, de manera casi inaudible, mientras se daba la vuelta hasta quedar de espaldas al Gryffindor y volvía a relajarse mecido en los brazos de la inconsciencia.

Ante esa reacción, Harry escuchó una suave risa a su espalda que le puso los pelos de punta y le confirmó sus sospechas. Mientras se cubría hasta la barbilla con las negras sábanas de seda, tomó la precaución de llevar a sus ojos el reflejo de una clara vergüenza mezclada con odio y desesperación. Después se giró hacia su izquierda, dándole así la espalda a un dormido Severus, ajeno al no invitado espectador de su reparador sueño.

Un siseo fabricó un estremecimiento en la base de su espalda y Harry lo sintió moverse por su columna, ascender hasta sus hombros, concentrarse en su garganta y formar allí un pesado nudo que le impidió respirar durante un rato. Tragó saliva mientras escuchaba un suave siseo:

-Buenos días, Harry. ¿Has dormido bien?

Tal vez unos cuantos meses antes, no habría sabido interpretar las palabras del Lord y su primera reacción habría sido asustarse ante la posibilidad de que Voldemort hubiese descubierto todo lo que había compartido con Severus hacía escasas horas. Sin embargo, en ese momento comprendió perfectamente lo que pretendía ser aquella pregunta: una simple e inofensiva burla... con la que podría lidiar sin demasiada dificultad. Simplemente debía dejarle jugar su juego, y no ser demasiado evidente. A lo mejor esta vez el que riese el último, se dijo Harry, reiría más fuerte.

Por una vez en la vida dio gracias al cielo por el alto grado de sadismo y corrupción que había en el alma de Voldemort, por su excesivo gusto a la tortura y al sufrimiento, que le impedía ver la más que simple realidad de lo que tenía frente a sí, por la sencilla razón de que ni siquiera podía concebirla.

Decidido, por encima de todo, a salvar la piel de Severus, Harry estaba predispuesto a jugar el papel que Voldemort esperaba de él. Pero para ello debía lograr actuar con la mayor naturalidad posible, evitar que el Señor Oscuro sospechase, atase cabos y descubriese la doble vida que había llevado Snape durante sus años de servicio, y más particularmente durante los últimos días. Por encima de todo, la actuación de Harry estaba destinada a evitar que el vial que descansaba en el pequeño cajón de la mesilla del lado derecho de la cama fuese descubierto.

Tras coger aire, levantó una mirada llena de lágrimas que se topó con los ojos rojos de sus peores pesadillas, coronando una burlona sonrisa que se intensificó cuando sus iris se encontraron y enfrentaron durante un segundo. Harry parpadeó y bajó el rostro, acongojado, justo cuando dos redondas lágrimas caían limpia y silenciosamente sobre el cobertor de la cama.

-Veo que no has dormido demasiado bien... -susurró Voldemort, con hiriente ironía.

Alzó una de sus manos y alargó el brazo para acariciar la mejilla del chico con sus fríos y pálidos dedos. Harry rehuyó su contacto como si las yemas de sus dedos hubiesen sido carbón ardiente, pero Voldemort sólo tuvo que alargar unos centímetros más el brazo para volver a sentir entre sus dedos la humedad producida por las lágrimas.

Secuestrado [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora