Capítulo 50: El Anochecer De La Oscuridad

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Tras el beso de Voldemort, había esperado ese momento con estoicismo, entre sus brazos, sin moverse, debatirse o molestarle lo más mínimo, pensando en cuánto deseaba poder lanzarle un hechizo de sueño y acabar por fin con aquella pesadilla. Pero no lo hizo porque para que la poción de la muerte dulce cumpliese su función, el afectado debía dormirse sin la ayuda de ningún hechizo o poción.

Cuando pudo sentir la respiración acompasada y tranquila del sueño del Lord, esperó aún unos minutos, sin captar indicio de conciencia, antes de atreverse a apartar su cuerpo de un empujón, sabiendo que ya nada ni nadie podría despertarle.

Voldemort soltó su primer gemido justo cuando Harry se levantó de la cama, con el cuerpo hecho trizas, pero el corazón más liviano que nunca. No pudo evitar que ese sonido le hiciese sonreír, de medio lado, una sonrisa extraña, triste, pero al mismo tiempo llena de pura satisfacción. Ni siquiera se le pasó por la mente que lo que en esos momentos le ocurría a Voldemort, era simplemente el reflejo de lo que a él mismo le ocurriría en cuanto cayese dormido.

Se dirigió al baño de la habitación de Severus sin mirar atrás. Se metió en la ducha, donde frotó y frotó su cuerpo hasta que estuvo satisfecho del resultado, aun a pesar de que el jabón no podía borrar los arañazos ni los mordiscos. Cuando salió, secándose con la toalla, Voldemort se revolvía encima de la cama mientras gemidos ahogados de dolor escapaban de sus labios dormidos.

Tuvo una enfermiza tentación: quedarse mirando. Podía observarle durante horas mientras su cuerpo moría poco a poco sin que Él pudiese hacer nada por despertar y evitarlo. Podía quedarse ahí de pie, impávido, participando del sufrimiento de Voldemort en sus últimas horas de vida, sabiendo que cuando él mismo se durmiese y abandonase el mundo se llevaría consigo el último fragmento de Su alma, el último aliento de Su vida.

Dejó escapar un suspiro y apartó la mirada. No comprendía esa tentación. ¿Venganza, tal vez? Absurdo. Más le valía salir de allí y buscar a Severus, al menos poder mirarle una vez más a los ojos era algo mucho más valioso que escuchar el dolor de Voldemort.

Convocó en silencio sus ropas, haciéndolas llegar a sus manos. Se vistió con la tranquilidad del que sabe que tiene tiempo de sobra. Voldemort no iba a despertar. Nunca. Jamás iba a volver a ver esos ojos ni a escuchar esos labios asesinos. Nunca volverían a tocarle aquellas manos llenas de sangre. Nunca más.

Le recorrió un apacible sentimiento de seguridad al pensar en ello, mientras su mirada vagaba liviana por la habitación. Sin buscar nada en concreto, acabó posándose en la varita de Voldemort, que estaba tirada en el suelo a pocos centímetros de la túnica que hacía minutos vistiese el Lord. No pudo evitar acercarse a ella, agacharse casi con reverencia y volver a tomarla entre sus manos.

Le invadió de nuevo aquella sensación de poder extraño, de realización y completitud. Pareciere que toda su vida había sido un mero camino a recorrer para poder al fin llegar a ese momento y tener esa varita entre sus manos. Literalmente, fue como si una parte de sí existiese única y exclusivamente por ese motivo, para ese instante y que ya no hubiese meta alguna capaz de superar aquella, una vez alcanzada. Se sintió pleno y tranquilo. Pero, al mismo tiempo, existía una parte de sí llena de asco y repulsión, de odio.

Harry se encontró preguntándose sin remedio qué significaba aquella mezcla de sensaciones sin sentido.

La respuesta, ligada a la clara excepción que la varita de Voldemort representaba para el joven Gryffindor (ya que una vez hubo roto su propia varita no debería haber podido hacer magia con ninguna otra), fue cobrando sentido, como las piezas de un puzle al encajar unas con otras: aquella noche en la que empezó una nueva etapa para el mundo mágico, en la que él se convirtió en el Niño que Vivió y Voldemort en una sombra de sí mismo, el rayo del verde Avada Kedavra con el que el Lord había intentado matarle no sólo había rebotado sobre él y se había dirigido de nuevo al Lord, sino que de algún modo se había quedado anclado a la varita que lo hubo convocado.

Secuestrado [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora