Capítulo VIII.

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*Abigail*

Era sorprendente la capacidad intelectual del idiota de Sebastián, era muy inteligente, atractivo, tenia buenos gustos, pero era un imbécil es decir, nunca se cansaría de molestarme y aun así con todo y su carácter de mierda, me seguía atrayendo como mosca a la miel y valla que estaba buena esa miel; ha golpe mental, para cuando llegue a la escuela él ya estaba ahí pero para mi buena suerte Jess también, salimos (Jess y yo claro) y nos sentamos en una de las pocas bancas ubicadas en las zonas verdes de la preparatoria.

-Y bien, ¿me contaras como te fue con ese angelito?- pregunto la castaña.

Le di una mirada pulverizadora antes de hablar -Ese angelito es un odioso, idiota, patán, engreído, inteligente y guapo, además se quedo dormido al poco tiempo de llegar a mi casa, es simplemente insoportable- confese lanzando un suspiro de cansancio.

-Al menos admites que es guapo, vamos amiga se que te atrae solo háganlo y ya- aconsejo Jess posando una mano en mi hombro.

-Prefiero ser una zorra y hacerlo con cualquier otro de esta preparatoria antes que con el- comente.

Ambas nos reímos a carcajadas de lo que acababa de decir, paso un rato hasta que apareció Harry con un café en su mano.

-Y bien, ¿reunión de víboras tan temprano?- pregunto sonriendo.

-Cállate nerd y siéntate de una buena vez, me das sombra necesito sol o mi sangre completamente toxica se congelara- comento Jess indicándole que se quitara de enfrente.

-Me sentara con mucho gusto a tu lado medusa, pero por si no lo notaron vamos a clases el timbre ya sonó- dijo nuestro amigo encogiéndose de hombros.

Entramos al salón para otro largo día de clases, en algún momento me gano la curiosidad y volteé muy discretamente para ver esa mesa del rincón y como dato curioso el idiota ni siquiera miraba a la maestra, me miraba a mi fijamente y sonreía. La clase termino y me retrase un poco guardando mis cosas, el idiota de Sebastián paso a mi lado y casual mente dejo una nota en mi mesa.

~sabes te ves muy tierna cuando lloras, tranquila no le diré a nadie, a por cierto deberías prestar más atención a la clase y dejar de espiarme tanto mocosa~

Era un echo este chico acababa de declárame la guerra, salí del salón y el estaba a unos cuantos pasos de mí.

-Oye tú, hey idiota- grite.

-¿Qué quieres?- dijo volteando, su cara de molestia era obvia.

-¿Qué carajos quieres para dejarme en paz?- Pregunte, él iba a decir algo pero no se lo permití  -Sabes, si tan mal te caigo simplemente puedes hacer de cuenta y caso que no existo, solo déjame en paz por Dios ¿Qué hice para que me odies tanto?- cuestione molesta.

Solo sonrió, el idiota solo mostro sus perfectos dientes en una sonrisa burlona.

-Y ¿Quién ha dicho que me caes mal? Es todo lo contario, me agradas y es por ese mismo motivo que debo alejarme de ti, o alejarte de mí- aclaro tocando mi nariz con su dedo índice.

Pase del enfado a la confusión absoluta ¿es que acaso él? No eso no podía ser o ¿sí?

-¿Acaso tu?- intente explicarme pero ni yo misma sabía lo que quería preguntar.

-¿Yo? Yo no estoy afirmando nada, tu te estas asiendo ideas solita. Hasta mañana mocosa- dicho esto se fue dejándome aun confundida.

Sin mas que hacer regrese a mi casa en la cual solo estaba mamá, la vida de mis padres era prácticamente era levantarse, desayunar mientras conducen, trabajar mas de diez horas seguidas, volver a casa para ducharse, asegurarse que sigo con vida y volver a marcharse.

Maldito Amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora