Capítulo XXI.

19 5 2
                                    

Frace: "Me encantaría vivir en otra época. Con más cartas y menos prisa; empapada de música, pudor y la infinita belleza de lo sensillo". -Elena Poe.

*Sebastián*

Con lágrimas en los ojos regresé a casa, nunca quise verla destruida ni mucho menos hacerle daño, pero tenía que ser una desendiente de los Jones, la una chica que me importa demasiado como para renunciar a todo, la unica que habia hecho que mi vida tuviera un nuevo sentido, tenía que portar el maldito apellido Jones.

Entre secándome la cara cuando vi a Esme bajar las escaleras casi cayendo de las mismas; se miraba fatal, su cuello estaba morado, tenía un lado de la cara inflamado y algunos rasguños en los brazos.

-Esme ¿pero qué sucedió?- pregunte preocupado.

-Sebastián- me miro asustada -Tu… debes darte prisa, tu padre sabe de la existencia de Abigail y va a asesinarla- confeso.

-¿Qué? ¿Cómo se enteró, que te hiso?- cuestione.

-Eso es lo de menos, Sebastián escúchame muy bien, si de verdad la amas tanto como dices debes asesinar a Juan debes matarlo- advirtió.

-¡Ah!...- si sinceramente estaba confundido, como iba a matar a mi propio padre, no podría ¿o si?.

-Escucha muy bien; él, no es tu padre, tú no eres su hijo, Sebastián tu eres un Jones, eres el hijo del hombre que asesino a la esposa e hijo de Juan; Juan ha estado manipulándote... para que asesinaras a tu propia dependencia y cuando acabaras él te asesinaría a ti, porque esa es su maldición, no puede dejar de asesinar ¿entiendes?- confeso.

-Eso… ¿eso es cierto? Entonces de alguna forma Abigail y yo somos parientes ¿no?- pregunte.

-No, ella no es una Jones, pero es algo que ella te dirá despues, si es que sobrevive- aclaro.

Senti una ira atroz que me envolvia por completo -Voy a matar a ese mal nacido- jure.

Salí de inmediato a casa de Abigail, tumbe la puerta y la busque en cada habitación, todo estaba oscuro y ella no estaba en casa, lo comprobé cuando entre a su habitación todo el desorden, entonces supe que había llegado tarde; pero, porque se la llevo, porque no la asesino aquí.

De la nada se me vino la idea de donde podría estar, regrese a casa y baje a los calabozos, tenía por lo menos unos tres siglos de no bajar a este lugar, no ha cambiado nada sigue siendo el mismo corredor lleno de celdas que conduce hasta el espejo. Ahí frente al espejo estaba Abigail atada de brazos y piernas, me acerque he intente soltarla cuando levanto la mirada.

-¿Sebastián?- soltó incrédula de mi presencia.

-Cállate mocosa, luego tendrás todo el tiempo que quieras para reclamarme, ahora voy a sacarte de aquí ¿si?-  ella solo asintió.

-¡Sebastián cuidado!- grito viendo por encima de mi hombro.

No logre darme la vuelta del todo cuando sentí su agarre y luego el puñetazo que me hiso retroceder.

-¿Qué crees que haces Sebastián?- pregunto -Intentas llevarte a mi invitada tan temprano- chasqueo los labios -Apenas iba a presentarme, sabes es muy hermosa y nos divertiremos mucho te lo aseguro- canturreo.

-No te atrevas a tocarla imbécil- amenace.

-¿Imbécil?  Si mas no recuerdo apenas hace unas horas era tu padre- intento hacerse el ofendido.

Se movía a gran velocidad y usaba las sombras para atacar, era casi imposible seguirle el paso.

-¿Qué? ¿Ya te cansaste? Pues que lastima, para tu consuelo quiero que sepas que la are mía sobre tu cadáver y luego la matare- dijo acercándose a ella tomando con fuerza su cara.

Maldito Amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora