Capítulo XXVI

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*Sebastián*

He vivido mil aventuras durante muchos siglos y en todo este tiempo jamás creí volverme tan cursi o romántico, pero mírenme ahora, decorando con velas una habitación entera y poniendo pétalos de rosa sobre una cama, tremendo cliché me volví.

Una risita maliciosa me hace dar un brinquito y voltear rápidamente, se suponía que había esperaría abajo mientras yo terminaba de decorar su ex habitación, pero no, la señorita está ahí de pie en la puerta mirando todo lo que hago.

-¿Qué haces aquí? Se supone que debías esperar- la regañe.

-Lo siento no pude esperar- confeso -Pero sigue- dijo haciendo un gesto con la mano para que yo continuara.

-Ya no tiene chiste, hoy ya viste todo- dije fingiendo tristeza.

-Eres un dramático- me acuso acercándose a mí.

Me lleve una mano al pecho con falsa sorpresa -¡Yo! Yo no soy dramático- espeté.

-Claro que lo eres- acuso.

-No, no lo soy- me defendí.

-Si, si lo eres ¿y sabes que mas eres?- me pregunto guindándose de mi cuello con sus brazos.

-A ver dime- ordeno.

-Eres un pesado, cochino, terco, odioso, fastidioso…- con cada adjetivo iba contando con sus dedos -pero, sobre todo, eres el amor de mi vida- confeso dándome un beso.

Me tomo por sorpresa con ese beso, me encantaba que ella tuviera la iniciativa, la deje tener el control del beso, al principio fue un beso suabe, dedicado, simplemente nuestros labios bailando entre si mutuamente, coloque mis manos firmes sobre su cintura pegándola más a mí, amaba sentir su cuerpo, su olor, jugar con su cabello, todo de ella era perfecto, me calentaba a niveles inimaginables con un simple beso, recupere el control del mismo profundizando más, abriendo más sus labios para que nuestras lenguas urgidas de placer se encontraran y danzador entre sí.

Mis labios dejaron sus labios para atacar su cuello, sabia que era su punto débil, que le fascinaba que le besaran el cuello, dejo salir un pequeño gemido de sus labios y se aferro con fuerza de mi cabello mientras succionaba su cuello y la pegaba más a mi en un forcejeo delicioso por saber quién tendría el control.

Cuando deje su cuello estaba jadeando por aire, mi respiración tan afectada como la suya, me dedique a jugar con mi pulgar sobre sus labios, su mirada estaba fija en la mía, y sus mejillas estaban sonrojadas, tome su mentón con mi mano y le di otro beso corto, y luego otro y otro más.

-Te amo Abigail, te amo mocosa- admití.

-Amarte también es mi maldición- admitió.

Volvía jugar con mi pulgar en su labio, pero esta vez Abi lo atrapo con su boca y empezó a lamerlo un poco de una forma muy erótica.

-Pero que mocosa tan pervertida eres- le acuse.

-Te molesta- dijo con mi pulgar en su boca.

-¿Quieres jugar sucio?-

-Como si fuese la ultima vez- dijo guiñándome un ojo.

La giré y le di un leve empujoncito haciéndola caer de espalda sobre la cama, la desvestí mientras la besaba lento, con un ritmo que casi parecía una tortura y al parecer eso le molestaba por que de inmediato se quejó.

-¡Sebastián!- chillo con molestia.

Pare de inmediato y eleve mi mirada alzando una ceja -¿Dime?-

-Si vas a follarme hazlo de una vez- ordeno.

-¿Quieres que te folle?- pregunte.

-¡Tú que crees!- chillo molesta.

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