Capítulo XXVIII

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*Sebastián*

Sebastián! Mire hacia todos lados , todo era oscuridad, luego otra vez esa voz ¡Corre… Sebastián!… No entendía, me llamaba o quería que huyera de algo ¡corre… corre… corre! Insistía, a la vez que insistía una pueta se abrió mostrando un luz que segaba la vista ¡Sebastián! La voz volvió a llamarme, esta vez se estaba formando una figura con toda la oscuridad, tenía unos ojos rojos intenso, a los pies de la figura había una niña de piel pálida ¡Corre Sebastián corre! Me señalo la puerta con un dedo mientras se le deformaba el rostro y la figura negra avanzaba a prisa hacia mí, de inmediato lo comprendí, corrí a la puerta y cuando estuve cerca de la luz escuché de nuevo ¡Sebastián! Y salte al vacio.*

-¡Sebastián despierta!- grito sonoramente Astrid al momento exacto que di un salto fuera de la cama.

Cuando desperté tenía la respiración agitada, un nudo en la garganta y sudaba frio a causa de la pesadilla anterior, Astrid me miraba con el entrecejo fruncido y Abigail al otro lado de la cama cargaba a Kaden, parecía asustada.

-¿Paso algo?- dijo Esme entrando a la habitación apresurada.

-No- aseguré -solo tuve una pesadilla- informe mirando a Astrid quien enseguida suavizo su expresión.

-Bien, porque ya es hora- informo -vengan- dijo guiándonos por un pasillo hasta una habitación enorme.

La habitación parecía una biblioteca, había estantes enorme llenos de libros ubicados a los costados de la habitación, y algunas mesas para lectura, el sitio parecía de esas bibliotecas de universidades, había unos candelabros que iluminaban el lugar y velas en todas las mesas dándole un ambiente del siglo XIX *Que tiempos aquellos* recordé un poco nostálgico, pero me centre en lo siguiente que vi dentro del lugar, al final de este había una bañera y tenía hasta la mitad de agua, alrededor habían colocado unos jeroglíficos hechos con las y una pequeña silla donde se sentó Astrid.

-Bien, Sebastián, al ingresar en la bañera recitare el hechizo, este te enviara al pasado en tu forma física actual, una vez ahí tienes sesenta segundos exactos para evitar algo o arreglarlo y que el presente cambie- aclaro.

-Y ¿Qué se supone que debo cambiar?- sinceramente no estaba seguro de poder hacerlo.

-En su momento sabrás que hacer, eso es algo que solo tu conocerás- 

Estaba un poco impactado -¿segura que no hay otra forma?- pregunte.

-Créeme, si la hubiera ya lo hubiese intentado- aseguro.

Esme cargaba a Kaden un poco lejos de nosotros mostrándole algunos libros, le pedí un minuto a Astrid para despedirme de ellos; me despedí de Esme la cual se lo tomo con mucha resignación, aunque yo sé que en el fondo quería llorar al igual que yo, cargue a Kaden en mis brazos y avance hacía Abi quien se encontraba en total silencio de pie junto a un estante de libros antiguos.

-Hey- le dije.

No pudo contenerlo y empezó a llorar, me abrazo con fuerza ahogando sus lágrimas y sollozos en mi camisa.

-Hubieses sido un gran padre- dijo reincorporándose -Yo, nunca me prepare para la idea tan siquiera de perderte… yo…-

-¡Sshh! Yo jamás pensé en alejarme de tu lado- dije, una sonrisa sarcástica que escondía mi tristeza se escapó de mi boca -Pero no me están dejando más opciones-

-En otra vida, solo tal vez en otro tiempo ¿crees que hubiésemos podido ser felices?- me pregunto.

-Fui muy feliz en esta, y, maldición- no aguante más y las lágrimas escaparon de mis ojos a la vez que unía nuestros labios en lo que sería nuestro último beso, no sabía si las cosas saldrían bien, y si salían bien, no sabía si recordaría tan siquiera esto, me dolía, pero si este era el último beso que le daría lo disfrutaría al máximo.

Cuando nos separamos me despedí de Kaden para dárselo a Abi puesto que Astrid informo que era hora de empezar.

-Adiós campeón, sé que soy un asco y ni siquiera te sabes mi nombre, pero quiero que sepas que te amo mucho-

-Pa…pá- soltó su primera palabra justo cuando se lo di a Abi, su primera palabra había sido papá ¡mi hijo me había llamado papá! Me daba alegría, pero a la vez tristeza lo abrace una vez más y Astrid fue a arrastrarme hasta la bañera.

-Entra o se hará tarde- exclamo.

-Si hay otra vida, te amaré tanto como lo hice en esta Mocosa ¡Te amo!- le dije entrando a la dichosa bañera, ella me dedico una sonrisa y me motivo a seguir desde lejitos.

-Dime una cosa ¿si esto no funciona y no logro nada en esos sesenta segundos que pasara?- le pregunte a Astrid.

-Regresaras al presente y todos habremos muerto- aseguro con una sonrisa triste.

-En ese caso, are las cosas bien para salvarlos- le motive.

-Ten cuidado- dijo antes de ponerse a recitar una oración en un lenguaje extraño.

Cerré mis ojos y me sumergí dentro del agua saliendo de inmediato, pero esta vez cuando abrí los ojos estaba en otro lugar y en otro tiempo, me levanté de la bañera dándome cuenta que mi ropa seguía seca y la bañera había desaparecido, entonces recordé *una vez ahí tienes sesenta segundos exactos para evitar algo o arreglarlo y que el presente cambié*.

Camine por el lugar intentando recordar o reconocer algo de ahí, pero por la época supuse que aún no había nacido o probablemente haya estado muy pequeño como para recordar, camine por un sendero y entonces me encontré con el nuevamente, era Juan, en el momento que lo vi todos mis sentidos se pusieron a la defensiva pero me paso por un lado sin siquiera notar mi presencia, puse sentir su felicidad y su entusiasmo, lo perseguí por unos segundos y murmuraba cosas, al parecer su hijo acababa de nacer, me di cuenta de dos cosas ene se momento, la primera era que él no era inmortal en ese momento y la segunda es que era un señor de clase baja de esa época, seguimos caminando entrando a un pueblecito pequeño que para nada se parecía a Hertford, entonces vi cómo iba a chocar contra un hombre elegante que se notaba que tenía mucho dinero, en un movimiento rápido de mis manos lo hale hacia mí, de inmediato se dio cuenta de lo que iba a pasar y de mi presencia y se volteó mirándome miro con el entrecejo fruncido.

-Muchas gracias, evito usted que chocara contra ese señor- me agradeció dándome una sonrisa y me ofreció una disculpa por su despiste.

Seguí caminando a su lado mientras conversábamos.

-Disculpé, pero ¿cómo se llama?- dije haciéndome el que no lo conocía.

-Juan ¿y tú?-

-Yo…- dude un momento ya que no podía decirle mi nombre -¿el señor con el que iba a chocar hace rato, era alguien importante?- pregunte cambiando el tema.

Él sonrió es un hijo de Alfred Jones y heredero a la fortuna de ese apellido, es muy importante por acá pero muy mala persona- solté un bufido al oírlo, no podía creer que él se allá trasformado en un ser tan repugnante cuando era vampiro.

-Estaba usted muy distraído como para no verlo- le dije sonando más frio de lo que debía.

-Oh sí, es que estaba pensando en mi hijo, ha nacido hoy y estaba pensando en él- dijo felizmente -él y mi esposa lo son todo para mí y sería capaz de cualquier cosa por ellos- dijo mirando hacia el cielo mientras caminaba.

Entonces lo comprendí, el inicio de todo, de su odio hacia los Jones, todo fue tan claro, esa noche el tropezó contra ese señor y lo hiso enfadar, seguramente el hiso algo con su esposa e hijo y por venganza, Juan le vendió su alma al diablo convirtiéndose en el monstruo que fue, todas esas ideas pasaban como imágenes de películas en mi mente, inevitablemente se formó una sonrisa en mis labios y una lagrima salió de mi ojo derecho, esa pequeña acción había cambiado muchas cosas del futuro, lo había logrado, yo lo había logrado, una lagrima bajo por mi mejilla hundiéndose en las comisuras de mis labios, me daba nostalgia pero a la vez seguía sonriendo, todo había terminado ya, había logrado mi objetivo.

Juan siguió avanzando mientras hablaba de su hijo creyendo que yo iba atrás de él, pero el tiempo se había acabado y yo estaba de pie a unos cuantos pasos atrás sin avanzar, desaparecía lentamente, lo último que alcance a oír antes de partir fue el nombre de su pequeño, él lo había llamado Sebastián, desde un principio él había sido el verdadero Sebastián, volví a sonreír por la sorpresa mientras desaparecía por completo en el aire y me volvía nada.
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FIN.

Maldito Amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora