Capítulo XI.

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*Abigail*

Jamás imagine despertarme junto al chico que deteste días atrás, mucho menos enamorarme de él o follar con él; en fin, la vida es tan imprevista. Cuando desperté Sebastián estaba abrasándome aun dormido supongo, y admito que siento un poco de dolor en mi entrepierna, si bien había dicho que ya había tenido relaciones antes, pero esta, esta se posiciona en el top número 1 a la mejor follada que he dado en mi vida y la más ruda.

-Buenos días- me saludo tomándome de sorpresa.

-Buenos días- le salude.

-¿Estas mejor?-

-Si- confese, por un momento ubo un silencio horrible entre nosotros, yo tenia mil dudas y teorías locas en mi cabeza y creo que parecido notarlo por que de inmediato me rejunto.

-¿Pasa algo?- me pregunto.

-Tengo mil dudas sobre el chico que me folle anoche y no sé qué preguntar primero- admití.

-Te daré el derecho de hacer tres preguntas por que aun tengo sueño- dijo soltando un bostezo. 

-¿Cuántos años tienes, naciste vampiro o te hiciste vampiro? y ¿tomas sangre humana? y…- pregunte frenética por la curiosidad, pero me interrumpió.

-Uno, perdí la cuenta, pero van como siete siglos, dos nací humano y me convertí a los dieciocho y tres podría planteármelo pero que asco, prefiero filetes de res a termino medio-

-Oh, en las películas…-

-Exacto en películas, ves demasiada ficción-

Cruce mis brazos sobre mi pecho ya que Sebastián ni siquiera me estaba mirando al contrario me usaba de almohada y no es que me molestara tenerlo encima de mi vi la hora en un reloj sobre la mesita de noche y me levante de un salto provocando que el chico a mi lado se despertara nuevamente, yo me apresure a vestirme en lo que él se frotaba la cara somnoliento.

-¿Qué pasa? ¿Qué horas son?- cuestiono ¿Por qué te vas?-

-Son las 7:00 a.m. y lo siento me debo ir ya, mis padres deben estar como locos porque no llegue a dormir a noche y debo pasar por una farmacia- respondí a sus interrogantes.

-¿Farmacia?- pregunto extrañado.

-Si mi amor, porque ayer se nos olvidó el condón y yo aun soy muy joven como para tener bendiciones de ese tipo- comente cambiándome.

-Espera te iré a dejar a tu casa- propuso

-No, te das cuenta que si mis padres te ven conmigo, bueno pues, aran un gran escándalo- me negué -Mejor nos vemos el lunes en clase- me despedí del chico dándole un beso corto en los labios.

Sus colmillos aun eran visibles y sus pupilas aún estaban muy dilatadas para cuando me fui así que quiere decir que no soñé nada y que los vampiros si son reales, aparte que ahora mi actual “novio” me gana en edad por siete siglos, quien lo diría ¿no? En fin, creo que no medí bien la fuerza con la que Sebastián… bueno ustedes saben ¿no? El caso es que siento un leve dolor incomodo al caminar, tal vez un poco más fuerte que cuando tuve mi primera vez.

En fin, entre a la farmacia y le pedí muy amablemente a la señora de la caja registradora una pastilla del día después, ya que es la primera vez que compro estas cosas, no sabía que debía dar una identificación y llenar una especie de formulario para adquirir dicha pastilla, y ¡Oh sorpresa! No traía una maldita identificación.

Le implore de mil formas diferentes a la mujer amargada que tenía enfrente que me diera la pastilla, pero esta no cedió y si iba a mi casa por la identificación sabía que no saldría nunca; uno porque mis padres están esperándome para un interrogatorio largo y delicado y dos, mi casa estaba demasiado lejos como para ir y volver, estaba resignada a recurrir a la medicina natural (ya saben a los te de yerbas que dan las abuelitas) cuando Harry hablo por atrás de la mujer.

-Abi, que sorpresa. Rita yo la atiendo además tu turno ya termino- aviso a la mujer la cual me dio una última mala mirada antes de salir.

-Discúlpala, tiene un genio insoportable, pero es buena empleada- comento el -¿Y que necesitas?- pregunto.

Bien Abi suéltalo -Una pastilla del día después- dije apenada.

-Bien, pero debes mandarme una foto de tu identificación por WhatsApp vale- dijo buscando la dichosa pastilla.

-Sabes es el primer amigo que tengo al que no le da un ataque de curiosidad- dije llevándome la pastilla a la boca.

-Si, bueno, respeto la privacidad ajena ¿sabes? Digo imagino que a nadie le gusta contar esas cosas- aclaro.

-Ok, pero disculparas que yo no sea de esas personas discretas ¿Qué haces aquí?- pregunte haciendo referencia a la farmacia.

-¡Ehh! ¡Oh! bueno yo vivo aquí y mi padre es el dueño de la farmacia- respondió con una sonrisa amplia.

-WOW, no lo sabía, bien creo que debo irme, ahora que se dónde encontrarte espero no te moleste que te visite más seguido- dije jugando con la botella de agua.

-Por supuesto, aquí te espero-

Dicho eso salí de la farmacia y seguí mi camino a casa. Definitivamente mis padres eran las ultimas personas que quería ver, por desgracia ellos serían los primeros en recibirme y preguntarme todo, así que sin más que hacer abrí la puerta y entre.

-¡Hija!  ¿Dónde estuviste amor, estaba preocupada?- dijo mi madre lanzándoseme encima para abrasarme, me mantuve rígida, quieta y con la mirada fría.

-Estuve en casa de Jess- aclaré y seguí caminando a mi habitación.

Mi padre hablo después -Abi, hija yo lo siento, no te lo quise decir porque sabía que te pondrías mal, en verdad lo siento- intento disculparse.

-No te preocupes, ya está muerta con ponerme mal no va a resucitar- hablé sin mirarlo y subí las escaleras hasta mi habitación.

*Sebastián*

Es impresionante, todavía ayer hubiese dicho que odiaba a Abigail con todo mi ser, aunque les hubiese mentido, esa mocosa se metió en lo más profundo de mi corazón desde el día en que nos encontramos, desde ese momento había concentrado toda mi atención en ella y en sus emociones las cuales eran muy fáciles de descifrar; aun así, aun sabiendo lo que ella sentía por mí me negué a acercarme, tal vez por miedo a lo que me hacía sentir o quizá era el temor de no ser lo que ella esperaba (claramente no lo era, a menos que ella esperara a un vampiro) en fin, cunado la vi en peligro y sentí su tristeza y su desapego a la vida misma supe que no podía seguir callando, que tenía que decirlo o me quemaría por dentro el resto de la eternidad aparte que no podía dejar que un oso acabara con la única persona que me ha mostrado el amor verdadero.

Abigail alias la mocosa (mi mocosa) se había convertido en una necesidad para mí, necesitaba escuchar su voz por más ruidosa que fuese para poder soportar la escuela, verla caminar era como ver un maratón de tu serie favorita y molestarla porque cuando se enoja se ve adorable era como mi deporte favorito.

-Sabes que no podemos traer visitas a esta casa- la voz de Esme me saco de mis pensamientos.

-Lo sé, lo siento por favor no le digas a mi padre prometo que no volverá a pasar- roge, sabía que Esme era un poco más flexible en cuanto a las reglas de esta casa.

Suspiro agotada -Sabes que no le diré nada, pero por favor si quieres jugar con esa chica hazlo fuera de la casa- ofreció.

-¿Jugar? Jamás jugaría con ella, créeme esta vez voy muy en serio, yo… la amo- confese un tanto apenado.

Sonrió -Mira que si no pudiera oír lo que piensas no te creería nada- confeso -suerte Sebastián, espero la ames tanto como dices y tomes decisiones sabias-comento retomando su camino hacia la cocina.

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