Capítulo 18

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Lisa



Cuando alguien consumía ciertas cosas no saludables para el cuerpo, muchos tenían un concepto erróneo y lo denominaban como un drogadicto(a), creían que esa persona tenía echada a perder su vida, alguien que era peligroso y malo, destructivo y tóxico. Pero muy pocos eran los que se tomaban en serio el querer averiguar por qué lo hacían. Bien, a mí me catalogaban de esa manera.

Decían que bajo sustancias actuábamos de una forma diferente a lo que solíamos ser en realidad. Yo jamás me atrevería a dañar a la persona que tanto amaba. No había tenido casos de querer golpear a alguien cuando estaba demasiado cruzado, buenos si, pero solo 2 veces, pero no sentía la necesidad de ser agresiva o violenta.

Juzgaban sin saber absolutamente nada. La mierda era más honesta que ellos, porque al final de todo era yo contra el mundo y nadie más.

Bajé las mangas de mi pantalón negro que cubrían por completo mis manos, asegurándome que cada una estuviese a su temperatura normal. El tiempo se puso un poco helado y el cielo comenzaba a teñirse de un color gris, con eso sabía que la lluvia caería muy pronto.

No despegaba mi vista del suelo, mis tenis negros iban golpeando una botella que encontré en el camino de mi casa a la universidad. Sabía que llegaría un poco tarde, pero no me preocupaba tanto. La profesora Joy solía preguntarme si tenía algún problema familiar que me hiciera desvelar; según ella, los jóvenes no deberían tener caras tristes, ojeras notables, piel pálida y unos cuantos kilos por debajo del peso normal; ella decía que eran síntomas de la depresión.

La mayoría de mis profesores sabían mi relación con esas cosas, pero muchos se hacían de la vista gorda. Al fin de cuentas no era la única estudiante que se dopaba y ellos tenían sus propios asuntos que cuidar o por los cuales preocuparse más que por una joven.

Duro, pero real.

Mi pantalón era de algodón y holgado, se sentía cálido. Mi favorito, mamá me lo compró hace dos años en un viaje a la isla Jeju. Divisé la entrada de la universidad abierta y decidí correr antes de que la cerraran y me viese con la floja necesidad de saltarme la barda.

Caminé entre los pasillos, algunos alumnos corrían y otros tenían la cabeza dentro del casillero sin querer entrar a su primera clase. Mi vista se detuvo en la castaña que se apresuraba hacia su casillero mientras trataba de abrirlo para meter y sacar desesperada algunos libros. La comisura de mis labios se curvó y decidí alcanzarla.

— ¿Llegando tarde? — pregunté en un susurro.

Esta pregunta la había repetido unas cuantas veces, que pensaba en bautizarla como su nombre.

Jennie giró bruscamente y me miró unos segundos para después bufar, hizo una mueca con sus labios y asintió.

— ¿Es tan difícil para mis oídos oír el maldito despertador? — gruñó cerrando de golpe su casillero y guardar todo en su mochila—. Mi madre me va a matar si me mandan a detención.

— Ve el lado bueno—proseguí—. Podrás contarle esto a tus hijos— vacilé guiñando un ojo.

Ella me miro sin una pisca de humor y rodó los ojos.

— No ayudas, Lisa— farfulló.

— No intento hacerlo— confesé burlona.

Creí que con esto me mandaría al diablo y se daría la vuelta para dejarme ahí, pero se mantuvo de pie y cruzó los brazos. La observe durante algunos segundos y sentí la necesidad de burlarme en el instante.

Caminos diferentes [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora