Capítulo 21

43 4 0
                                    


Jennie



Lisa me dejó pasar a su casa, mis ojos escanearon todo a mi alrededor, me removí incomoda al sentir el vacío que habitaba en ella. Pasé un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja y me giré hacia la chica.

— Es cálida— dije y luego me quede desconcertada por mis palabras.

— ¿Gracias? — dudó, acompañada de su ceño fruncido y una sonrisa lánguida.

Estúpida.

Sonreí sin despegar mis labios. Palpé mis mejillas intentando desvanecer un poco la vergüenza que sentía en esos momentos. A veces decía cosas solo para romper el silencio o dejar la tensión a un lado, en ocasiones simplemente no funcionaba. Esta, era una de esas.

Miré al frente de mí donde un poco más al fondo se podía apreciar un piano, caminé con pasos laxos hasta el instrumento y pasé mis dedos por encima. Tenía polvo, demasiado.

— ¿Tocas el piano? — pregunté curiosa a Lisa sin siquiera voltear a verla.

— No — respondió cerca de mi oído—. Hace tiempo, cuando Rosé era mi amiga, veníamos aquí, ella me enseñaba a tocar, pero no le hacía mucho caso, en las noches, cuando ella no tenía sueño lo hacía, tocaba ese piano, según ella, tocar instrumentos, calmaba su estrés, nerviosismo o para que se sintiese mejor. Cada quien tiene sus técnicas, ¿no es así?

Asentí automáticamente al escuchar el nombre de Rosé. Tenía muchas preguntas en la mente ahora mismo. Pero, su forma de hablar, tan pausada y sin apuros resultaba ser relajante. Miraba a Lisa directamente a sus ojos y en cortos segundos recorría cada extremidad de su rostro. Sus muecas faciales trasmitían varias líricas emocionales. Lisa era demasiado apuesta, hermosa y aquello nadie lo podía negar.

— ¿No aprendiste a tocar cuándo ella te enseño? — murmuré más para mí que para ella, aunque ella pudo escucharlo.

— No me relaciono muy bien con los instrumentos— respondió suave, pasó una mano por detrás de su cuello y suspiró—. No me gustan, prefiero escucharlos, ¿tú tocas alguno?

— ¿La flauta cuenta? — Hice una mueca.

Lisa empezó a reír y me encogí de hombros.

— Creo— musito entre risas.

— Dijiste que querías mostrarme algo, dime, ¿Qué es? — inquirí elevando una de mis cejas.

— Tsss— mencionó. Cerró los ojos durante unos segundos y cubrió con ambas manos su rostro—. Si te confieso algo, ¿prometes no enojarte?

— Tengo la intuición de que tratara tu confesión, pero quiero oírlo por ti, así que adelante, te escucho. — Me crucé los brazos.

— No hay nada que mostrarte— confesó, separo sus dedos para mirar entre ellos. Sus ojos verdes me observaban y quería morir de la ternura que me ocasionaba—. ¿Esa es tu cara enojada?

— ¿Tú que crees?

— No te ves enojada.

Y no lo estaba, era imposible enojarme con ella cuando actuaba como una niña asustada que está a punto de ser regañada.

— Me has decepcionado, Manobal— vacilé.

Ella bajo sus manos. Dio un pequeño paso a mí y sonrió.

— Me gusta cómo suena mi apellido con tu voz— admitió.

Sus mejillas se pusieron en un tono carmesí y por un instante las mías también.

Caminos diferentes [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora