Voz

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Las escuelas pueden ser completamente aburridas. Estar dentro de cuatro paredes es sofocante, escuchar hablar a alguien delante es abrumador, pero no por eso es mala. Las escuelas son geniales porque después de aguantar esa esclavitud opcionalmente y a la par impuesta, siempre terminas estando con tus amigos, aquellos que son el agua en desesperante desierto. 

Esa era la situación de un omega con peinado vistoso. Sentado y con medio cuerpo recargado en su mejor amigo, Meleoron. Acababan de ser masacrados por un examen de química, ninguno hablaba, simplemente dejaban que el cálido sol calentara sus fríos cuerpos muertos.

Un pelirrojo se acercó a hablar con el beta ignorando que éste ahora era un cadáver viviente, de esas típicas interacciones que se tienen con los amigos. Meleoron regresó a la vida procurando no mover el tranquilo cuerpo que aún se recargaba en él. Gon se mantenía ajeno, con los ojos cerrados, disfrutando esa paz que le daba el saber que había pasado la materia.

—Mi nombre es Killua Zoldyck.— Un nombre que nunca había escuchado hizo una aparición abrupta en el lugar, una voz que le hizo sentir un roce suave en las mejillas. Abrió momentáneamente los ojos, un alto alfa de cabello y piel blanca saludaba con una sonrisa al rubio. —No, yo estudio en la de artes.— Los dedos de sus manos cosquillearon nuevamente. —Sí, lo sé.— Y una carcajada que hizo que un escalofrío lo atravesara. No era el calor del celo, era una sensación comparable a cuando te emocionas, no, a cuando te asustas; tampoco. No había situación anterior que pudiera ser comparable con lo que le ocurría ahora.

Veía los labios de Meleoron moverse pero no alcanzaba a escuchar lo que decía. Todo se había puesto en silencio excepto el alfa frente a ellos.

Se dio una cachetada para salir de ese satisfactorio transe.

—¿Está bien, viejo?— Ikalgo, el pelirrojo que había traído al otro sujeto, preguntó asustado. Él asintió. —Me alegra que por fin estés despierto completamente. Te quiero presentar a un amigo, su nombre es Killua, es fotógrafo.— El mencionado extendió la mano hacia él.

—Mucho gusto.— De nuevo ese nudo en el estómago. 

Estrechó el saludo.

—¡Hola!— Una corriente eléctrica hizo al albino temblar de forma casi imperceptible. —Yo soy Gon.— Sintió una caricia en el rostro a pesar de no ser tocado. —Un placer conocerte.— La sensación de un abrazador frío subir de su estómago hasta su pecho. El único toque que los conectaba había desaparecido desde el principio y aun así no dejaban de sentir la temperatura tatuada en la piel.

Comenzaron a hablar, a presentarse, intentando dar una buena primera impresión mientras su piel les brindaba toques imaginarios que los alteraban ya que no entendían como el otro los provocan. No era lujuria, y a pesar de eso percibían como si el otro, con cada palabra soltada, marcara alguna parte de ellos. Las letras a tocaban con descaro sus pechos, las o sus nucas, la letra u era atrevida al pasar por sus muslos. Evitaban sus nombres, porque al pronunciarlos era como si las palmas de unas manos se deslizaran desde sus tobillos hasta sus gargantas con una fuerza abrasadora, y no podían evitar dar una risa ante las cosquillas que producía eso, cosa que en el contrario repercute con un peso en sus labios que no evita morder al desear ya no sea imaginario.

Nadie vio lo sucedido porque no había nada que ver.

Que maravillosa puede ser la escuela y los amigos al presentarte a alguien nuevo en tu vida.




Fin

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A de alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora