Prendas con aroma

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La vainilla es una flor hermosa, su aroma puede ser tan agradable como vomitivo dependiendo de la intensidad. Le había pasado antes, por eso lo sabía. Sorprendentemente su nariz estaba complacida por la dulce vainilla que el menor le proporcionaba, era un aroma demasiado delicado haciendolo ameno. 

Su cuerpo se encontraba recargado en el del más grande, los blancos brazos alrededor de su cintura y el alfa lamiendo por la parte de sus patillas produciendo unas cuantas risas por las cosquillas que le producían. El menor le había pedido abrazarlo y él claramente había aceptado, pero se sentía algo inquieto cuando las grandes manos comenzaron a subir por su estómago, no era mucho, pero si lo suficiente para instruir lo que estaba pasando.

—Killua.— Lo llamó mientras sujetaba su rostro, recibiendo un beso en la mejilla junto con más lamidas. —¿Te sientes bien?— Debía confirmar sus sospechas.

—Sí, solo, necesito olerte.— Escondió su nariz entre el hueco de su cuello y hombro. Gon suspiró al sentir el aliento chocar.

—Killua.— El otro hizo un sonido para hacerle entender que estaba escuchando. —Estás entrando en celo.— Y al instante las pupilas dilatadas se volvieron a contraer, soltando al mayor y colocándolo en el suelo antes de levantarse lejos. Tal vez solo lo había asustado, o mutuamente lo habían hecho.

—¿¡En qué estás pensando!?— Cruzó los brazos, ofendido. —Mis celos no son así. Cuando pasa primero yo tengo mucha hambre y de repente, ya sabes, quiero hacerlo. Y no he sentido nada de eso.— El moreno sonrió ampliamente, la ignorancia del menor respecto a esos temas le resultaba adorable.

—Porque eras un alfa sin pareja, comías mucho porque tu cuerpo se preparaba para correr buscando una pareja, pero ahora que estás unido inconscientemente intentas cortejar y convencer a la otra parte para tener cachorros.— Explicó fácilmente antes de notar la cara avergonzada del albino que al instante se giró a ver otro punto del hogar. —Ah...— Se dio cuenta de lo que pasaba y él mismo se apenó de sus palabras. El omega con el que buscaba aparearse era él. —¡No quiero cachorros ahora!— Comenzó a mover sus manos frenéticamente.

—¡Nadie dijo que tendríamos cachorros! ¡Idiota!— Aspiró rápidamente y soltó. —Supongo que tienes razón, ¡quiero decir!, no deseo hacerlo, pero quiero tenerte cerca de mí más de lo normal.— Mordió su labio. Agradeció infinitamente que su pareja supiera de esas cosas, sería un desastre entrar en calor con él a lado. —Lo mejor será no estar aquí este día, no te preocupes, me iré muy lejos y le pediré a Mike que te cuide por si se me jode el cerebro en esas horas y quiero regresar.— Rascó su cabello. —No debes preocuparte, hay más lugares para resguardarme así que estaré bien.— Se acercó rápidamente a él, tomando su mano y mirándolo a los ojos apenado, Gon sabía a lo que se refería y asintió gustoso.

Las manos de Killua tomaron su rostro para darle un rápido beso en los labios y huir del lugar. El cazador solo caminó hasta la entrada de la cueva despidiéndose con su mano hasta ya no verlo más. Aprovecharía su tiempo a solas para planear como hacer que el albino bajara a lo civilizado, hacer notas en este último trabajo no era nada fácil.

Rápidamente tomó su mochila (que había tenido que ir a buscar ya que al alfa se le había olvidado recogerla), sacando del interior una libreta de viaje con todos sus trabajos exitosos y aquellos marcados como "desafortunados". De todos los alfas con los que había convivido, el albino era el que llevaba más tiempo junto a él, necesitaba dejarlo libre rápido. 

Paró un momento por una extraña sensación al pensarlo y luego continuó buscando la página de su "pareja". "Es mi mejor amigo, pensar en no volver a verlo está siendo más complicado de lo que creí". Apretó su mandíbula. "Siempre existen las cartas". Su inquietud se desvaneció un poco y comenzó a escribir.

A de alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora