Aroma

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Estaba nervioso, lo admitía una vez más.

Le sudaban las manos, volvió a notarlo.

Sus mejillas se teñían de rojo, escalando hasta cubrir su rostro, agradece que no fuera el único que se encontraba de esa forma.

Frente a él un hermoso omega de la manada vecina yacía, con los ojos curiosos y una tranquila sonrisa. La primera vez que se encontraron fue por la misma causa por la que en ese momento se hallaban ahí. —Neh Killua, creo que será más fácil si estamos de pie.— Miró por todo el lugar para después asentir, el de cabello en puntas extendió su mano, que fue sujetada sin temor para elevarse en aquella cálida cueva.

—¿Quién inicia?— Fue una pregunta algo tonta, ambos sabían que sus aromas no se podrían mezclar y podían hacerlo a la vez, pese a esto el Freecss tomó en serio el cuestionamiento ya que entendía el porqué había sido pronunciado.

—La última vez inicié yo.— "Mierda." El albino frente a él esperaba que no lo recordara. —Así que siendo justos deberías ser tú, pero si no quieres...—

—¡Lo haré!— Su orgullo salió a flote, la inmensa alegría que podía percibir en la carita del omega lo hizo sonrojarse. 

Se alejó un tanto del mayor, puso parte de su brazo oculto en su espalda, intentando que su codo formara un ángulo recto. Un pie descalzo tocó el frío suelo mientras se posiciona frente al otro, cruzando levemente sus piernas, su brazo faltante se irguió apuntando a un cielo que en ese momento no se encontraba sobre ellos.

Apenas se sintió listo sus pies comenzaron a moverse. Daba pasos, giraba, extendía el brazo libre al agacharse, todo alrededor del omega que se quedaba inmóvil, mirando como aquel alfa heredero a líder de la otra manada comenzaba a tomar un ritmo seguro, lento y rápido a la hora de girar. Permitiendo que los curiosos ojos marrones lo vieran de todos los ángulos posibles.

Una vez que la primera parte de aquella conocida danza estuvo completada la parte más vergonzosa se hizo presente. Se quedó quieto frente al de morena piel, dejó libre el brazo de su espalda para apuntar ambas manos, de forma cruzada, a su propio rojo rostro, tocando y liberando el aroma que comúnmente se mantenía restringido. Una rodilla se posó en el suelo mientras su cabeza se agachaba y sus brazos se extendían hacia el hombre frente a él, como si entre sus manos hubiera agua de precioso valor. 

El omega tomó los codos del alfa, poniéndolo de pie nuevamente, aún con la cabeza gacha y sin dejar caer el aire de sus dedos. La nariz del chico de cabello en puntas se sumergió en el hueco para comenzar a percibir el aroma a dulce azúcar, tal vez caramelo. Era tan acogedor y relajante.

 Separó de forma delicada los brazos, alzó la cabeza del menor encontrando en su mirada una tranquilidad inquebrantable, que ya había notado por el aroma de la ocasión, y un sonrojo que combinaba de una manera inefable con el azul de sus ojos. Tocó sus pómulos, cuello y nuevamente alejó su toque.

Su nariz se aventuró por los blancos dedos hasta la palma, chocando con su muñeca y profundizando hasta llegar al torso desnudo del respetado alfa. Pasó sus brazos por la ancha espalda hasta los omoplatos y hundió su cabeza en el hueco del cuello y hombro.

Se sentía querido. 

Ante ese sentimiento su propio aroma comenzó a emerger, pinos silvestres desconocidos que no pasaron desapercibidos por el albino que de igual forma imitó los movimientos del más bajo.

Pidiendo permiso de forma silenciosa y en sincronía, terminaron en el suelo, abrazados mientras sus narices se frotaban. En algún momento abrieron los ojos, Gon sonrió y Killua tragó saliva al sentir su corazón ardiendo. Volvieron a bajar los párpados y a juntar sus narices.

El azúcar transformaba a los silvestres pinos en una acogedora casa.

Y no iban a dejar que eso terminara ese día.

Las morenas manos sujetaron la cadera del alfa, las blancas manos sujetaron la cadera del omega.

Sus piernas se enredaron y sus frentes chocaron de forma delicada.

Sus respiraciones subían y bajaban.

Se quedaron dormidos.

El día de mañana solo se conocería que el heredero de la famosa manada Zoldyck había escapado con un omega que había fingido ser de una manada vecina.



Fin

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A de alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora