Púas en la lengua

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La lluvia de la noche comenzaba a caer, las aves se refugiaban, las ardillas se escondían, y un joven albino comenzaba a prender una fogata para mantenerse a él y a su nueva pareja calientes esa noche. Esperaba que todo fuera lo más tranquilo posible para aquél omega que le había permitido tenerlo.

Una vez la llama avivó volteó a ver al moreno envuelto en una piel de un oso pardo, estaba dormido con la respiración tranquila. El alfa sonrió, tal vez su madre después de todo se había equivocado y sí existía alguien que no lo despreciaba.

Con cuidado destapó al omega y delicadamente lo acomodó en su regazo para cubrir a ambos bajo esa piel abrigadora y estar junto al fuego. Al instante lo helado que cubría su piel había desaparecido, el hombre que abrazaba era realmente cálido y los restos del aroma a cacao lo envolvía de manera reconfortante. 

Luego un miedo lo atacó, ¿estaba bien abrazarlo mientras duerme? no quería arruinar nada, pero también en ese momento sentía una gran necesidad de "mimarlo".

Sus mejillas se colorearon de enojo, era un estúpido, no sabía qué hacer, nunca pensó que realmente se uniría a alguien. No entendía, ¿Cómo se supone debía de actuar?. Afortunadamente para él, su pareja había caído dormida después de ser marcado, sino muy probablemente hubiera sido una charla muy vergonzosa durante todo el trayecto (que tal vez tendrían más adelante, pero por ahora quería evitar). 

El omega entre sus brazos comenzó a moverse buscando acomodarse, cosa que consiguió en instantes. Al ver el sueño de su chico un poco perturbado dejó salir una leve cantidad de feromonas buscando fueran relajantes, el de vistoso peinado dejó salir un ronquido de aprobación. "Me alegro." De la nada una pregunta lo atacó ¿Los omegas eran delicados? No creía que fuera así, había convivido con su madre, ella era todo menos eso. 

Meció un poco su cabeza, casi no le gustaba recordarla y ahora había invadido su mente desde que percibió a su pareja en sus dominios. Era algo molesto, pero también ¿inspirador? A día de hoy no sabía qué decir de esa mujer que no odiaba pero tampoco quería.

"Mamá..." 

Sus ojos miraron la llama bailarina mientras de su memoria la imagen de una mujer alta emergía. <<—Mi Killu.—>> Ella sosteniendo sus mejillas para después introducir una brillante y llena cuchara de setas venenosas. <<—Esto lo hago por tu bien.—>> Su garganta ardiendo por la fuerza con la que intentaba impedir seguir tragando la "comida". <<—Tu padre era un fuerte alfa, tú también lo serás.—>> Su mandíbula apretada hasta que tragó. <<—Ay mi pequeño Killu, te pareces tanto a tu padre, su mismo cabello blanco y los ojos de un monstruo.—>> Ella sonrió. <<—Por eso nos escondemos en el bosque, así, a diferencia de él, tú no podrás abusar de nadie.—>> El niño comenzó a llorar mientras la omega lo cargaba, tenía cinco años, no entendía. <<—Nadie te puede querer nunca mi niño, solo vas a lastimar. Por eso nadie nunca vendrá a buscarte acá y tú tampoco debes salir.—>>

Sacudió su cabeza para dejar de ver su fogata y concentrarse en el moreno que tenía en sus brazos. No lo conocía, no entendía porque había ido hasta él, tal vez era una persona horrible o un ladrón. Pero no le importaba realmente quién o porqué había llegado hasta ese punto, se sentía dichoso de que alguien lo hubiera querido acompañar.

Admiró las lindas pestañas negras y los pequeños pucheros que formaba. —Mío.— Lo apretó un poco más para acercar su lengua a su cachete, dudó un segundo, sabía que era áspera, pero ¿Qué no el hacerlo era lo correcto? así sentía debía ser, algo dentro de él lo guiaba. Comenzó a lamer a su compañero buscando limpiarlo y demostrar un poco de cariño.

No lo sabía, nunca había estado en lo civilizado, pero su madre siempre anunciaban las cosas como si fueran verdad.

Entonces, para él, todos sabían cómo había llegado al mundo, todos conocían que su padre había sido el violador de su madre y él el fruto de ese ultraje. Por eso todos lo odiaban, todos le temían, por eso no era querido y debía ocultarse. Estaba pagando el pecado de ese hombre.

Así que el que un omega estuviera dispuesto a quererlo lo hacía feliz, no lo iba a estropear, le demostraría a su madre que se equivocó con él. Protegería a su omega y lo cuidaría, no iba a dañarlo nunca. Y tal vez, si hacía las cosas bien, su pareja le diría que estaba feliz de conocerlo.

"Yo no soy el monstruo que fue mi padre..."

De repente el cuerpo del chico con cabello vistoso comenzó a moverse, anunciando que estaba despierto. —¿Eh?— No detuvo las caricias con su lengua. —¡Ja,ja, espera!— Se zafó de su agarre desesperadamente, ¿había hecho algo mal? ¿abrazarlo fue una mala idea? Vio al otro calmar su respiración agitada. —Tus púas hacen cosquillas. ¡Demasiadas!— Sonrió mientras lo veía atentamente de arriba a abajo. El alfa quería ocultarse, se sentía algo expuesto ante esa curiosa mirada café, ¿y si se arrepentía de buscarlo y haberse unido? ¿y si ya no quería estar con él? —Neh, ¿Cuál es tu nombre?— Genial, al parecer aún no había hecho algo mal.

—Killua...— Pronunció por lo bajo. No diría su apellido, era horrible e innecesario.

—¡Un gusto! ¡El mío es Gon! ¡Gon Freecss!— Su cara se mantuvo feliz hasta que una leve mueca de dolor salió del moreno, al instante el alfa comprendió lo que pasaba. Había sido un idiota, ¿Cómo pudo olvidar algo tan simple? lo único que sabía debía hacer después de su primer encuentro y no lo había hecho.

—Gon...— Su nombre era lindo, pronunciarlo lo hacía sentir... Bien. —Ven...— Extendió sus brazos tímidamente para recibirlo. El cazador dudó un segundo, aspiró con fuerza, no había olores "extraños" en el ambiente por lo que, algo curioso, caminó hasta su presa. Fue puesto de espaldas y con cuidado recibió la indicación de agachar la cabeza un poco siendo guiado por una mano. Sintió la lengua del albino pasar por la marca que le había hecho horas atrás, las púas servían para quitar la sangre y era conocido que la saliva de los alfas servía como medicina para ese tipo de cosas, no se movió, la necesitaba y se sentía agradable. Gracias a la marca él también sentía ese anhelo por esa cercanía.

"No es malo." El moreno cerró los ojos. Las caricias de su cuerpo eran delicadas, sin lujuria, solo como un consuelo. "Va a ser un poco más sencillo convencerlo de ir al pueblo y unirse a los demás." Suspiró. "Luego le pediré que deshaga nuestro lazo". Lo tenía todo planeado, su objetivo era el mismo a pesar de ese embrollo.

El cazador no era alguien que mataba porque sí, él entendía de dónde venían los salvajes. No tenían la culpa de ser hijos de alfas malvados que habían abusado de omegas solitarios.

"Kite tenía razón, debí tener cuidado." Recordó a su padre, un ex cazador por obligación que abandonó el oficio al ser marcado por un salvaje y decidir quedarse con él. No por nada tenía conocimiento sobre ellos. Ya lo había dicho, él era la prueba viviente que los civilizados mentían. "Pero yo no puedo ser como Kite, tengo que..." Un beso en su mejilla llamó su atención.

—Gracias...— La cara roja de ese alfa fue la imagen que recibió, estaba tan cerca que por fin prestó atención a sus rasgos de forma seria. 

—Eres bastante lindo.— Dejó salir su pensamiento.

—¿¡Eh!?— Killua se alejó un poco, no sabía recibir halagos.

—¿Eh?— El cazador cometió otro error. 


Fin de la segunda parte de ocho.





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