Celo Alfa

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No, ahora estaba seguro, el universo lo odiaba.

Cuando una persona quiere ir en serio con otra con el tiempo hay discusiones vergonzosas o molestas que se deben enfrentar. Él tuvo una de estas hace tiempo, aunque más que una charla fue un comentario que sentenció todo su pensamiento de por vida.

Aún lo recordaba, tenía apenas siete meses de empezar su noviazgo con el omega de cabello en puntas, cuando éste insistió en presentarle a su tía (que en realidad era la madre del moreno a su consideración), porque deseaba que se conocieran, y él no pudo negarse ante los ojos de cachorro que le había brindado para que aceptara. La bella beta de cabello naranja era dulce y amable como su pareja, no lo recibió mal, pero eso no evitaba que unas ligeras gotas de sudor recorrieran su frente por la presión de ser aceptado por la mujer.

Mito se dio cuenta de esto, intentando desviar el tema de la conversación a un inicio con pequeños mandados o temas de conversación que hicieron al albino relajarse hasta la hora de la comida, donde se hicieron las típicas preguntas de "¿cómo se conocieron? ¿Qué estudias?" que, sinceramente, respondió Gon al estar emocionado de presentar a su novio. Intentó estar de lo más tranquilo hasta que la beta soltó un comentario que lo tomó desprevenido.

—Solo espero que no se les ocurra tener cachorros tan chicos, sería desastroso.— Él rápidamente tragó su comida esperando explicar que no los tendrían a esa edad, pero el otro habló primero.

—No te preocupes mamá.— Y su más brillante sonrisa. —Killua y yo no queremos hijos.— El menor paró su respiración un segundo mirando a su novio, la de cabello naranja lo notó.

—¿En serio Killua? Casi no conozco alfas que no los desean.—

—Yo... Estoy bien solo con Gon.— Sus mejillas se tiñeron al confesarlo, recibiendo un cálido abrazo del mayor por sus palabras. Y había sido sincero, no necesitaba a nadie más en su vida a parte de ese lindo omega, haría cualquier cosa por permanecer a su lado.

Por eso, desde ese incidente del nido el cual Gon no tocó ni él tampoco quiso profundizar, pensamientos indeseados que lo hacían sentir culpable lo atacaron. 

En sus momentos de intimidad a veces fantaseaba con hacerlo sin protección, anudar y que el otro estuviera feliz con eso, y de camino a su trabajo no podía evitar no ver con deseo y adoración a los pequeños cachorros que jugaban libres en las calles con la vigía de sus padres. Volviendo a sumergirse en ideas de lo que él haría si fuera padre, recriminando su crianza y prometiendo nunca repetirlo con su cachorro. Luego se daba cuenta de lo que pensaba y se regañaba.

No, eso no estaba bien, pero creyó que el paso del tiempo calmaría esa molesta idea que lo atormentaba. 

Grave equivocación.

Vio el calendario, dentro de dos días su celo iba a comenzar y esas fantasías seguían ahí, insistentes. "Si pierdo mi autocontrol esto terminará muy mal." Volvió a atarse su delantal para terminar de cocinar la cena. "Y no quiero decirle, tal vez piense que quiero obligarlo o que estoy insatisfecho, no es así." Vertió la salsa de tomate en la pasta. "No es algo de lo cual yo quiera discutir, no tiene caso hacerlo, quien decide es él y yo sabía su elección." Buscó el queso en el refrigerador. "Además, es probable que todo esto sea por mi edad o alguna mierda así de mis instintos."

—Hol...— Unos brazos en su cintura aparecieron repentinamente, por el susto saltó lo más alejado que pudo, quedando arriba del refrigerador. —¿Estás bien, Killua? Hace mucho que no hacías eso.— La cara confundida del moreno se hizo presente, el menor meneó su cabeza.

—Sí, es que... A veces, ¿eres muy silencioso?—

—¿Qué? Te saludé.— El contrario apretó sus manos.

A de alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora