La jornada transcurrió alegre y calurosa. El sol blanquecino se atrevió a aparecer para brindarles algo de calor en aquel día tan especial. Fred tuvo que dejar a un lado los ajustes de sus hoolies, para ayudar en la reconstrucción de máquinas dispensadoras y segadoras a partir de los pocos y rústicos materiales que tenían. Sus inventos mejoraban y aceleraban, tanto la siembra como la recolección. Sin él, hubiesen estado perdidos, a pesar de las revisiones periódicas de los spitzsei para comprobar que ninguno de los campesinos tomara la iniciativa con planes de este tipo, que se consideraban prohibidos.
Por la tarde, tras terminar parte de la recolección del maíz, Fransz, Fred y Miguel se sentaron en fila para uno a uno, quitarse los piojos del pelo.
Frederick y Miguel tenían una extraña relación, desde que el primero era pequeño. Fransz nunca llegó a comprender cuál era el sentimiento que les unía, aunque por los gestos que se dirigían, dedujo que no podía tratarse de amor fraternal. Las miradas de odio que tutor y protegido se lanzaban, antes de ir a dormir, eran siempre de una inquina inconmensurable. No se mostraban ningún tipo de afecto entre ellos. Se toleraban, en cierta manera, porque Fred entendía lo importante que era Miguel para Fransz y el campesino no podía rivalizar con el parentesco que unía a los dos jóvenes deshollinadores.
Por el contrario, el campesino quería con locura a Fransz Parade y demostró ser un gran maestro y padre para el chico. Pese a la diferencia de edad —veinte años, aproximadamente— eran tan cercanos que a veces, uno de los compañeros deshollinadores de los primos, llamado Vettel Ferdinand Lucasck, se mofaba de ellos, diciendo que eran pareja.
Tal vez esa cercanía, pensó Fransz, era el motivo por el que su primo y Miguel se comportaban así cuando estaban juntos. Sin embargo, aquella teoría explicaba los celos de Fred, pero nada más. ¿Y qué había de la conducta del mayor? ¿Es que sucedió algo en el pasado que no recordaba, pero ellos sí? ¿Y cómo alguien tan joven podía sentir tanto odio por alguien que se mostraba tan sociable y cariñoso con el resto del kulag?
—Hey guys. —Una voz ronca sacó a Fransz de sus cavilaciones. Alzó la vista mientras mantenía a un piojo del pelo de Frédèrick preso entre los dedos, retorciéndose. La voz era de Lucasck—. He oído lo que ha pasado hoy por la mañana con ese recién llegado. Y también Laforet. Me ha mandado comunicar al kulag entero que no hay por qué preocuparse, que no es peligroso... Madre mía Fransz, qué buena pinta tiene eso. ¿Te lo vas a comer?
—Estaba reservándolo para ti, que sé que te gustan jugositos —respondió Fransz a la mofa de su colega tirándole el insecto de la burla a la cara.
Lucasck dio un respingo, y con una cómica danza de esparavanes trató de desembarazarse del parásito.
—Eres un jodido peligro para la salud —reprochó Lucasck, no demasiado enserio, mientras se reía por haber hecho rabiar a su amigo. Se percató de que Fred permanecía mudo ante tanta tontería—. Y a ti qué, ¿eh? ¿Te ha comido la lengua el gato? Normalmente, te sueles quejar de mi presencia.
—Estoy algo agotado y no tengo paciencia para hablar contigo —musitó Fred con una seriedad anómala.
—Uh, perdone, su Majestad. ¿Es que ahora no dormís bien en vuestra cama de suspensión mejorada? —Hizo una reverencia estrambótica e ignorando la mirada de aversión del joven enjuto, volvió a hablar con Fransz, mientras saludaba a Miguel con una palmada en el hombro—. Otra cosa, chavalines. Por la noche a la hora de la manduca, se van a reclutar a nuevos deshollinadores de entre los campesinos recién llegados. Si veis caras nuevas y cuerpos ágiles, decídmelo, porque en nuestro pelotón nos falta una plaza.
—De acuerdo, aunque todavía no conocemos a nadie —aclaró Fransz carraspeando porque se le había metido algo de polvo en la garganta—. Solo hemos tenido unas «amables» palabras con aquel tipo regordete. ¿Verdad, Miguel?

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Capitán de Sombras
Teen FictionFransz Parade, un joven y alegre deshollinador, vive feliz junto a su primo y a su tutor en el kulag del Sector-Azores. Su vida es monótona limpiando chimeneas de la gran fábrica que es el mundo, pero no se atreve a quejarse por miedo a un oscuro y...