Había llamas en su habitación y en el pasillo. Pero no quemaban. Su piel pasaba a través de ellas como si de un tejido evanescente se tratase.
Era pequeño. No recordaba haber sido tan minúsculo porque sus recuerdos de infancia se habían desvanecido. Sin embargo, ahí estaba; con ocho años, sucio, a los pies del camastro del cual se había caído, pero no recordaba por qué. El fuego palpitante se movía a su alrededor ejecutando una danza, negro como las sombras que proyectaban las verdaderas llamas de color anaranjado. Fransz se levantó y siguió la estela de fuego azabache que se movía a su alrededor como queriendo mostrarle un camino que debía seguir. De pronto, unos susurros inundaron la galería que atravesaba en aquellos instantes. Un hombre y una mujer conversaban al final del pasillo, tras una férrea puerta entornada de hierro forjado.
—Tengo que hacerlo, Victoria... Dame el arma, por favor...
—Shall we gather at the river...?
—Victoria, amor mío, busca en tu corazón, tú no quieres hacerlo... Hazlo por los chicos, amor mío. Ellos te quieren y te necesitan como yo te necesito...
—... Shall we gather at the river,
Where bright angel feet have trod,
With its crystal tide forever
Flowing by the throne of God?Fransz se acercó hasta el marco de la puerta para desentrañar el misterio de las voces, muy familiares para él. La mujer parecía estar entonando una canción, también familiar, pero no lograba recordar su origen.
Un sonido seco que el niño jamás había escuchado en su corta existencia en aquel mundo gris, resonó con fuerza. No lo asoció al arma que portaba la mujer, la cual descargó su disparo contra la frente de la silueta del hombre tras el portón. Para cuando supo de dónde provenía del sonido, fue demasiado tarde. La mujer se llevó el arma a su propia frente y se disparó, cayendo al suelo de igual forma que el hombre tendido sobre la fría piedra gris y de cuya cabeza, manaba un charco de sangre.
Una lágrima resbaló por una de las mejillas de Fransz. Retrocedió a la par que el fuego negro lo envolvía y le quitaba todo el oxígeno. Se ahogaba, sus pulmones se estaban vaciando y no había forma de pedir ayuda.
«¡Fuego asesino, déjame marchar! ¡Quiero ayudarles!», pensaba.
—No vayas al granero —dijo una voz en su cabeza que no era la suya.
—¿Por qué no? —preguntó él en su cabeza.
—Porque te estará esperando. Te espera desde que llegó al kulag. Tienes que evitar el granero o acabará matándote.
—No te creo, estás mintiendo. Él me quiere. Él dijo que yo formaba parte del granero. Que era uno de los suyos. —Se dio cuenta que era el fuego quien estaba dirigiéndose a él. Fransz se asustó y comenzó a temblar.
—Quiere acabar contigo. Esa zorra le reveló tu secreto y busca la forma más temible de hacerse con la recompensa.
—¿Cómo que recompensa? ¿Qué quieres decir?
—¿No lo recuerdas? ¿No lo recuerdas...?
Fransz despertó con el eco de aquella frase repitiéndose una y otra vez en su cabeza. Estaba apoyado sobre algo duro y liso, una superficie fría y llana. Abrió los ojos y vio que de su nariz manaba un riachuelo de sangre. Se encontraba tirado en la zona baja de una sección, y a lo lejos se extendía una hilera de chimeneas y tejados fríos y grises.
Alguien lo llamaba en la lejanía, una voz conocida, muy preocupada por él. Levantó la vista y vio aproximarse a dos figuras zarrapastrosas.
—¡Fransz, te hemos buscado por todas partes, te caíste del pelotón! —Eran Lucasck y Vera.
—¡Estás sangrando, te has dado un golpe muy fuerte! —El joven amigo suyo, sacó un pañuelo de su chaqueta negra y se lo puso en la nariz, taponando la hemorragia.
Vera palpó su pecho para ver si tenía algún hueso roto, pero se llevó la sorpresa de que su cuerpo estaba intacto.
—Estás bien, pero ha sido una caída muy fuerte... ¿Cómo es posible? —preguntó Vera, fingiendo, de nuevo, la gravedad de su voz.
—¿Y qué más da? —replicó Lucasck, arqueando una ceja—. Está vivo, eso es lo único que importa.
—Creo que me he quedado dormido, no os preocupéis estoy bien...
—Encárgate de cuidar de él, David —ordenó el chico con una sonrisa, aliviado.
Era la primera vez que le sucedía algo así. Fransz supo que algo no iba bien. ¿Qué se suponía que era aquella escena? ¿Por qué se durmió en medio de una misión de limpieza? ¿Fue por la falta de sueño o la continua presencia de hambre en su diminuto estómago? ¿Era un recuerdo de la vida que había olvidado?
Estaba confundido cuando volvió a ponerse en marcha, y siguió confundido durante las horas siguientes. Veía a Fred mirarle de reojo con preocupación pese a que no se había molestado en ir en su busca y recogerlo en el tejado. Quería contarle su vivencia onírica, pero no le creería nunca. Sentía como si se estuviesen distanciando. Pero, ¿por qué? ¿Por qué, fuego oscuro, me apartas de mi primo?

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Capitán de Sombras
Teen FictionFransz Parade, un joven y alegre deshollinador, vive feliz junto a su primo y a su tutor en el kulag del Sector-Azores. Su vida es monótona limpiando chimeneas de la gran fábrica que es el mundo, pero no se atreve a quejarse por miedo a un oscuro y...