8

11 3 1
                                        

La Nomer, la sala común donde debía dormir, no era mejor que su celda. Allí solo dormía con Jaime el Tuerto y este era bastante silencioso. Pero en ese lugar, en cambio, Vanka estaba tendido al lado de hombres ruidosos y que rezumaban un repugnante olor a heces. Con aquel hedor era imposible conciliar el sueño.

«Y creía que la fábrica era el peor lugar del mundo. Al menos allí tenía a mi familia» pensó cerrando los ojos.

Esos pensamientos lejos de debilitar sus firmes ánimos de gladiador, le infundieron energías. Estaba decidido a salir de ahí y cambiar las cosas que había dejado atrás. Pero estas ideas le dificultaban sumirse en el sueño reparador que tanto ansiaba aquella noche. La mañana siguiente debía sobrevivir y para ello, tenía que contar con que estaría despierto y con la cabeza despejada si quería volver a pisar el suelo de su fría celda. Oh, Señor. Era una pesadilla de la que no podía despertar.

Un muchacho menudo y tembloroso que se encontraba agazapado a su lado, comenzó a llorar queda, pidiendo entre sollozos la presencia de sus padres allí junto a él. A Vanka le hirvió la sangre de pura rabia pensando en la injusticia que habían cometido con aquel chico. Cualquiera de los hombres que estaban allí, le sacaban varios palmos de altura y superaban con creces todas sus enclenques virtudes físicas. El mismo Vanka podría haberle tumbado de un manotazo en ese momento si se lo hubiera propuesto. Pero recordó las palabras de su compañero de celda. Él era un hombre lleno de bondad y esperanza y no debía olvidar aquello que le hacía único entre la miseria y podredumbre que ahí había. No podía acabar como ellos.

El gladiador no pudo evitar ponerle una mano en el hombro al joven, con gesto paternal. El chico dio un respingo asustado y se dio la vuelta con rapidez. Cuando vio que Vanka no quería hacerle daño dejó de temblar con violencia. No obstante, seguía asustado.

—Tranquilo; no muerdo —dijo con una sonrisa, tratando de calmarle—. ¿Cómo te llamas, rapaz?

—V-Vladimir, señor —respondió el muchacho, tartamudeando. Era más delgado de lo que le había parecido de espaldas, tenía el pelo rubio corto, la nariz alargada, los ojos azules oscuros muy redondos y su rostro estaba surcado por múltiples pecas que le recordaban a las de su hermana Vera.

—Yo me llamo Vanka. Pero deja de temblar. Te he dicho que no muerdo. —No solía tratar con la gente para dar ánimos. Pero la inexperiencia de él, hizo que el pequeño sonriera débilmente, reconociendo el esfuerzo que trataba de hacer aquel hombre para que se sintiera mejor.

Vladimir aumentó la sonrisa un poco al contemplar la seguridad que transmitían los alicaídos ojos grises de Vanka que sonreía también, mostrando unos dientes desiguales y amarillentos, y unos hoyuelos en sus mejillas desgastadas.

—Tengo mucho miedo —reconoció el joven—. Mañana me toca salir a la Arena y me van a matar...

Vanka negó con la cabeza.

—No te pasará nada. Confía en mí.

—Pero...

—Eres pequeño y delgaducho, sí. Pero tu fortaleza es que eres rápido y ágil. No te dejes pillar y acierta en su punto débil; estará cerca del suelo. Confía en mí. Mañana volveremos a charlar.

—Confío en ti —dijo Vladimir tragando saliva—. Espero... que tengas razón...

—Ya lo verás... —concluyó Vanka, acariciando su pelo rubiajo.

Vladimir, más calmado, cerró los ojos tras susurrar un «gracias» a Vanka y este se dio la vuelta para sumirse en un sueño leve.

Al amanecer, unos guardias les despertaron de malas maneras e indicaron en alta voz quiénes debían pelear ese día en la Arena. Por suerte, el nombre del zagal no salió entre los convocados, pero el de Zaitsev sí.

Luchó y venció. Regresó vivo a la sucia sala, donde Vladimir le esperaba, nervioso. Sin embargo, no le prestó mucha atención al chico, que se había convertido como en una especie de escudero. Su cabeza no paraba de dar vueltas con la muerte de su oponente; era tema principal de sus tribulaciones. Cabía la posibilidad de que el hombre a quien había arrebatado la vida hubiera sido un revolucionario como él. 

Capitán de SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora