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Un sonido desgarrador parecido al grito de un animal resonó cuando el alma se separó del cuerpo. Lo odiaba. Detestaba como la frecuencia del alarido distorsionaba mi esencia dustsei, puesto que luego tenía que recomponerme hasta mi forma estable de humano. ¿Estable? Más bien, detestable. Era una deshonra tener que cargar con la lacra de una envoltura odiada por mi gente etérea. Yo era la representación corrompida de aquello que juraron destruir hacía doscientos años.

Éstos devoraban con un ansia animal el ánima, que separaban del cuerpo como si este fuera las espinas de un pescado. Sabía lo que pensaban sobre aquel exquisito manjar que les había ofrecido. No era nada fuera de lo normal, pero les deleitaba en exceso, aunque no saciaba su hambre atroz. Siempre estaban hambrientos. Siempre tenían sed de sangre y ectoplasma.

Perfecta estúpida la naturaleza irracional del hombre.

Y es que a pesar de ser el arma más poderosa que pisó alguna vez la Tierra, las Sombras no eran más que peones comandados por un ser que era a la vez dustsei y a la vez no. De la misma forma ocurría conmigo. Yo podía saber lo que pensaban gracias a nuestra mente-colmena, pero ellos no podían mantener el contacto conmigo. El General Romanov y yo, éramos casta superior. Seres con conciencia propia y objetivos diferenciados de la masa que solo pensaba —éteres negros de conciencia enferma—, en devorar almas hasta que no quedara ninguna.

No suelo tolerar una acción no programada, fuera del plan por el que se optó en un principio, Capitán Rachmaninov. Debéis saber mi total rechazo a la forma en la que habéis llevado este asunto. Aunque os alegrará saber que no me disgusta del todo —protestó una voz desde la oscuridad de aquella sala, iluminada gracias a su centro que desprendía un fulgor galvánico. La entidad utilizaba el lenguaje de las personas, pero no era humano, ya que su sonido se encontraba en un registro demasiado bajo e imperceptible como para ser la voz de un ser inferior—. ¿Sé dejó matar para tratar de salvar a los suyos?

Arrodillado en señal de solemne respeto, asentí en silencio, con la mirada fija en el suelo.

¿Viste en ellos espíritu de grupo, viste la Conciencia de Clase? —preguntó con tono de preocupación mal disimulado.

—Solo en ese niño inmundo. Pero el resto permaneció sumiso ante mi presencia, como cabía esperar. Acabé con todos ellos ya que hubo riesgo de epidemia y no podía permitir que eso ocurriera, mi señor —aseguré esperando que mis palabras convencieran al general guarecido tras la negrura de la sala.

Según lo que planteas, ahora, Mijail irá directo a buscar a ese... —No pudo pronunciar las siguientes palabras sin antes hacer un sonido parecido al de un esputo—... Ese ser... Desgraciado...

Jalturin fue llevado a la zona linde del Sector- Labrador con el Sector- Azores, tal y como usted ordenó que se hiciera. Lo que no comprendo es por qué mantener al campesino con vida cuando podría haber acabado con él —pregunté sin reparar en mi osadía.

Si mato a Miguel delante de Tobhias, este se desmoronará y al fin sabremos dónde se encuentran los planos. —La presencia salió de su escondite y se dirigió a la luz del tanque de la Estrella, que seguía brillando con un débil esplendor.

Romanov tenía una indumentaria de húsar muy parecida a la que yo me veía obligado a mostrar ante todos. Pero la suya parecía más antigua y ajada, si el tejido hubiese sido real. No era otra cosa el deteriorado reflejo de su homólogo humano.

Me había informado de quién era, quién era su igual y de los planes que quería llevar a cabo. Pero el origen de cómo había comenzado todo, seguía siendo un misterio, incluso para los dos Notables restantes. Él y Ella habían elaborado aquellos antecedentes para enmascarar la verdad. Romanov era un peón en todo aquel artificio, nada más. Qué inteligente por su parte.

Capitán de SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora