Vanka se sumió en sus pensamientos antes de entrar a la fuerza en el ascensor hacia la zona de combate junto con el pequeño Vladimir, que gritaba el nombre de su recién descubierto primo Fransz. Se miró sus pies cubiertos con una lona que simulaba unas zapatillas.
Pelear contra su amigo. Pelear contra su nueva razón de seguir adelante. Ése era el futuro que le deparaba la aridez de la Arena.
Vladimir se abrazó a él, temblando, hasta que la compuesta del ascensor se abrió y dio paso a una luz cegadora proveniente de unos focos halógenos y al griterío del público desalmado que reclamaba su dosis de sangre gladiadora.
Buscaba con la desesperación de una presa a punto de ser linchada por una multitud enfurecida, una posibilidad de escape. Sin embargo, no encontró más que personas con sed de sangre y rostros desencajados por los gritos de impaciencia. La corte de las avispas que zumbaban, enfervorecidas.
El gladiador volvió a sumirse en un estado de abstracción en el que distinguió la voz de Vladimir y los ecos de los chillidos, en la lejanía. Su mente solo albergaba el recuerdo del rostro de su hermana Vera. Su pelo rubio con reflejos rojizos, su sonrisa perenne e inquebrantable, sus ojos verdosos, la evolución de su débil cuerpecito de bebé al de una mujer menuda por la falta de comida y de sol.
Se desplazó por la Arena como un pelele movido por unos finos hilos invisibles sin tensar junto a Vladimir, que le increpaba que volviese de nuevo junto a él, que no le abandonase. Vanka estaba demasiado lejos para oír nada; ni siquiera se daba cuenta de que estaba arrastrando su mazo como si estuviese hecho de hierro puro.
*
Dolor. Un intenso dolor sacudía mi pecho. Mi esencia estaba sufriendo unas terribles punzadas a causa de las distorsiones que me había provocado la desintegración de la Estrella. La oscuridad me envolvía, la noción de la gravedad y del espacio parecía haber desaparecido. No había más que rabia, solo las ganas de destruir dentro de mi corazón que luchaba por amar en vez de dejarse abatir por el sentimiento que trataba de infundirle. El ansia de sangre quemaba mi garganta y el hambre por las almas de los desgraciados, resentía mi estómago.
—Intente mantener la cabeza fría, Capitán Rachmaninov —dijo la voz gangosa de John Locke a mi lado. De nuevo, aquella tos molesta procedente de su garganta.
—¿Dónde está? ¿Dónde está ella? —pregunté a la vez que mis colmillos se ensanchaban en un gesto instintivo de rabia. Mis garras se afilaron y mi cuerpo se encorvó. ¿Era humano o bestia, o no era ninguno de los dos?
—Está aquí, a punto de presenciar la muerte de su hermano y lo que es más importante, como acabas con Fransz Parade —explicó el monstruoso señor del trono de hierro móvil.
Yo me volví, mostrando el pánico en mis ojos entremezclado con el odio por la raza humana. Lo que sospechaba desde el principio, lo que no quería ver y había sido una terrible evidencia desde el momento en que fui creado. En aquellos momentos era prescindible. DeLyon me había traicionado, me había explicado la importancia de mi misión. Sin embargo, solo habían sido patrañas urdidas contra mí, que ya empezaba a sentirme alguien como Romanov, el jefe de las Sombras... Fui ingenuo por pensar que iba a durar para siempre.
—¿Qué quiere decir?
—La Alianza debe continuar sin su presencia, Rachmaninov. Tiene que acabar con su homónimo humano y así podremos completar el proceso de reconversión de la Humanidad.
En aquel momento me di cuenta de la importancia vital que tenían las personas para nosotros. Sin ellos no podíamos existir a pesar de que no quisiéramos aceptarlo. En esos instantes yo era el representante de toda mi especia y no podía permitir que todo aquello por lo que habíamos asesinado, cayese en saco roto. Los Notables debían morir costara lo que costase y el único que podía llevar a cabo aquel acto era yo. No iba a ser un perro faldero como lo fue Romanov en el pasado, dejándose llevar por los hilos de dos peleles que controlasen mis objetivos de terror sobre la raza que ellos estaban sometiendo.

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Capitán de Sombras
Fiksi RemajaFransz Parade, un joven y alegre deshollinador, vive feliz junto a su primo y a su tutor en el kulag del Sector-Azores. Su vida es monótona limpiando chimeneas de la gran fábrica que es el mundo, pero no se atreve a quejarse por miedo a un oscuro y...