8. Dime que no

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Cuando subieron al tercer piso en la Torre de los Zorros, Andrew dejó que Kevin continuara solo hacia la habitación y siguió a Neil por las escaleras. Mientras llegaban a los últimos escalones, Andrew sacó la cajetilla de cigarros del bolsillo de su pantalón para conseguir dos cigarros y mientras Neil luchaba por abrir la puerta a la azotea Andrew encendió tranquilamente dos de ellos, Neil cogió el suyo entre sus dedos. Andrew había percibido desde mucho antes que Neil no fumaba como tal, sino que se deleitaba con el humeante olor de la nicotina, como queriendo trasladarse por breves momentos a otro espacio o momento, este hábito le causaba intriga, pero no preguntó nada al respecto.

Neil se sentó al borde del edificio, Andrew se ubicó a su lado sin decir nada, dio una larga calada y metió la mano a su bolsillo, apretó la mano sobre el objeto que buscaba y levantó la palma ofreciéndole la segunda llave de su nuevo auto a Neil.

Andrew había enumerado mentalmente algunas razones para darle la llave: 1) Neil había costeado el precio del auto, 2) Era lógico ya que él mismo lo había colocado en el seguro del auto, 3) Le sería útil para que lleve a Kevin a las prácticas nocturnas sin molestarlo a él, 4) ¿En serio le estaba dando la llave de su auto nuevo?... Inconscientemente o no Andrew sabía que, de alguna manera, era una forma de seguir atándolo o enredándolo a cosas que le pertenecían a él, sin esperar realmente una respuesta.

La mirada que le dio Neil a la llave fue demasiado intensa para Andrew, parecía primero de reconocimiento, pero luego se volvió de una forma contemplativa, de total admiración, ese tipo de sentimientos pegajosos de aprecio que Andrew rechazaba. Andrew dejó caer la llave entre ellos y la oír el sonido seco de la llave sobre el concreto le dijo:

–Un hombre solo puede tener tantos problemas. Es sólo una llave.

–Eres adoptado, tú sabes que no es así... Siempre he tenido suficiente efectivo para vivir cómodamente, mas todos los lugares decentes hacen demasiadas preguntas. Hay verificaciones de antecedentes y verificaciones de crédito y referencias, cosas que no puedo proporcionar por mi cuenta sin dejar demasiado rastro. Estaba de ilegal en Millport. Antes de eso, me quedaba en hoteles decrépitos por semanas o irrumpía en autos de la gente o encontraba lugares que eran felices mientras les pagara por debajo de la mesa. Siempre ha sido "irme"– Neil presionaba fuertemente la llave en el concreto y luego estaba volteando su palma trazando en ella una forma– Siempre ha sido "mentir" y "esconderme" y "desaparecer". Nunca he pertenecido a ninguna parte ni he tenido el derecho de llamar propio a nada. Pero el entrenador me dio las llaves de la cancha y tú me dijiste que me quedara. Me diste una llave y lo llamaste hogar... No he tenido un hogar desde la muerte de mis padres...

Cuando Neil levantó sus ojos para encontrar los de Andrew, eran de un azul infinito absoluto, era un ruego, una invitación, una plegaria, un permiso para aferrarse. Andrew no creía poder sostener esa mirada y le clavó un dedo en la mejilla para girarle la cabeza a un lado.

–No me mires así. No soy tu respuesta y puedes estar seguro como la mierda que no eres la mía.

–No estoy buscando una respuesta. Sólo quiero...– y Neil con eso se rindió, sin capas, sin escudos, sin mentiras, sólo con la verdad expuesta –Estoy cansado de no ser nada...

Y Andrew entendía perfectamente lo que quería decir Neil, no por las palabras sino por el reconocimiento de la sensación de vacío. Neil había estado cayendo en cámara lenta durante tantos años y Andrew conocía perfectamente la caída, la afirmación de que la vida valía una mierda y que todos eran nada y nada valía la pena y que su vida misma no valía la puta pena y que siempre iba a ser así.

–Eres un Zorro. Siempre serás nada– le respondió Andrew apagando su cigarrillo. 

–Te odio...– agregó, porque pese a ser nada tenía tantas ganas de ser todo, y tenía tantas ganas que Neil no cayera y tantas ganas de ser él quien no lo dejara caer.

–El 9% de las veces no– dijo Neil con más ánimo.

–El 9% de las veces no quiero matarte. Siempre te odio.

–Cada vez que lo dices te creo un poco menos– respondió Neil, pero Andrew sólo quería callar la boca inteligente de Neil.

–Nadie te preguntó.

Y antes de darle una oportunidad de replicar, Andrew tomó la cara de Neil con ambas manos y lo besó.

Tocar los labios de Neil era como manejar a mil kilómetros por hora, era la velocidad aún no inventada por cualquier Maserati, era estar a mil, dos mil, tres mil metros de altura, era cien veces el efecto de cualquier polvo de galleta. Lo besó tan vigorosamente como si su vida dependiera de ello, no quería parar, había deseado tanto a Neil que apenas podía sentir necesitar aire.

El toque de los dedos de Neil en una de sus mangas lo trajo de vuelta al presente, separó sus labios y le susurró con la respiración agitada casi en una súplica.

–Dime que no

Pero Neil no respondía, Andrew podía ver sus labios hinchados, su piel agitada y sus ojos vidriosos de sorpresa e invitación... pero él se había jurado así mismo no ser como ellos. Andrew empujó bruscamente la mano de Neil de su abrigo.

–Suéltame. No estoy haciendo esto contigo ahora mismo.

Salió del espacio de Neil y trató de recuperar la colilla que había apagado. No funcionó. Sacó otro cigarro. Aún podía sentir el sabor de Neil en los labios. Tiró el cigarro. Necesitaba calmarse. Sacó un tercer cigarrillo. Logró prenderlo. Pero los silenciosos dedos de Neil le retiraron lentamente el cigarrillo de la boca y Andrew simplemente lo dejó hacerlo. Se metió una rodilla al pecho sin mirarlo.

–¿Por qué no? –le preguntó Neil

–Porque eres demasiado estúpido para decirme que no

–¿Y no quieres que te diga que sí?

–Éste no es un sí. Éste es un ataque de nervios. Sé la diferencia, incluso si tú no lo haces... No seré como ellos. No dejaré que me dejes ser. – los recuerdos podían ser crudos para alguien cuyas experiencias eran pesadillas vivientes, Andrew se había jurado así mismo que jamás sería como alguno de esos monstruos, podía sentir una sombra oscura crecer en él.

–La próxima vez que uno de ellos diga que eres desalmado, tendré que luchar contra ellos– escuchar ese comentario de Neil tan ridículo y desubicado para esta situación hizo que Andrew volviera al presente y dejara todo lo demás atrás.

–92%, yendo a 93...– le respondió.

Se quedaron en silencio mirando el horizonte, Neil estaba mucho más calmado cuando se levantó cogiendo la llave.

–Oye. Gracias.

–Vete antes de que te empuje hacia un lado– le dijo sin devolverle la mirada.

–Hazlo. Te arrastraría conmigo– y con eso Neil se fue.

Andrew se quedó mirando el horizonte mientras caía el día, pensó en cómo había acabado en esta situación en Palmetto State, cada una de las piezas lo habían llevado inevitablemente a  cruzarse en el camino con Neil, no se arrepentía de haberlo besado, había decidido hacerlo hace algún tiempo, pero tampoco esperaba "algo" más, de alguna manera se debatía entre admitir o evadir esa fuerte atracción que tenían el uno al otro, lo tendría que resolver eventualmente, pensó; no obstante, no podía dejar de sentir los labios de Neil en su boca, su respiración agitada y la piel tibia de su rostro bajo sus manos. Andrew no había experimentado algo similar y estaba seguro que Neil tampoco. 




All for the Game / Punto de vista de Andrew MinyardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora