2. Azotea, cigarrillos y llaves

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Cuando notó que la figura de Neil se acercaba, lo primero que vio Andrew fueron sus brazaletes, los tomó sin mirarlo y se los colocó, sintiéndose más seguro, subió las escaleras, no había llevado a nadie a la azotea antes.

Empujó la puerta y se paró al borde del edificio, había olvidado esa sensación extraña que le producían las alturas, la perturbadora sensación de vértigo y adrenalina. Neil le alcanzó un cigarrillo, él lo aspiró profundamente y luego preguntó:

– Tomaré una explicación ahora.

– ¿No podrías pedir respuestas adentro en donde es cálido? – Neil lo decía de la manera más inocentemente posible, como si el clima fuera a hacer alguna diferencia en su ya maltratada apariencia.

– Si te preocupa morir por exposición es un poco tarde – Y a continuación le miró a los ojos, pero no eran los acostumbrados ojos marrones falsos, eran los reales, azules como el hielo, los que había estado alucinando durante su desintoxicación, no se había dado cuenta que su mano se había levantado para alcanzarlo hasta que sintió el aliento de Neil.

– ¿Rompí mi promesa o estabas manteniendo la tuya?

– Ninguna de los dos

– Sé que en mi ausencia has tenido tiempo suficiente para aparecer con tus preciosas mentiras; sin embargo, recuerda que te di una verdad como crédito en noviembre. Es tu turno en nuestro juego y no me mentirás.

– Ninguna de los dos. Pasé la navidad en Evermore – Neil afirmó y la verdad se asomaban por sus pupilas, pero antes que continúe Andrew ya estaba rascando la cinta del vendaje de su mejilla hasta que vio un tatuaje "4" asomarse, ¿qué significaba esto? Varias hipótesis podían acumularse en su mente y era insufrible pensar que no lo hubiera hecho para proteger a Kevin.

– Esto es un nuevo nivel incluso para ti – le dijo Andrew

– No lo llevo por elección – Andrew podría sentir la aversión de Neil hacia el tatuaje

– Elegiste ir a Evermore

– Regresé

– Riko te dejó ir. Lo estamos haciendo muy bien este año y tu hostilidad es demasiado pública. Nadie hubiera creído que de buena gana te hubieras transferido a Edgar Allan a mitad de temporada – Explicó Andrew, estaba satisfecho con su deducción, pero aún no cuadraban todas las piezas del porqué o por quién.

– Se suponía que no debías dejar el lado de Kevin ¿Lo olvidaste? – Le acusó Andrew, para una mente como la de él, todas las señales iban hacia un camino, pero se negaba a siquiera darle una oportunidad a ese pensamiento.

– Prometí mantenerlo a salvo. No dije que lo perseguiría a cada paso del camino como tú haces. Mantuve mi parte del trato.

– Sin embargo, no así... Ya dijiste que esto no tiene nada que ver con Kevin ¿Por qué fuiste?

Andrew observó a Neil retorcerse y él ya se preparaba para lo peor.

– Riko dijo que, si no lo hacía el Dr. Proust podría... – Instintivamente Andrew le tapó la boca, no necesitaba escucharlo. Él había aprendido a odiarse así mismo, al punto de soportar que todo lo peor que le pasaba era intrascendental, y que nada ni nadie podría cambiar eso, pero ahí estaba Neil quien había dejado que lo maltrataran en Evermore con la intención de ¿salvarlo a él? Nadie se lo había pedido, eso no estaba en ningún trato y Andrew se negaba a aceptar lo que sea que significara.

– No cometas el error de pensar que necesito tu protección – Le afirmó

– Tenía que intentarlo. Si hubiera tenido la oportunidad de detenerlo, pero no hubiera hecho nada, ¿cómo podría volver a verte a la cara? ¿cómo podría vivir conmigo mismo?

– Tu psique derrumbada es tu problema, no mío – murmuró, justificando su punto de vista, necesitaba llevar esta conversación a un punto coherente para él. – Dije que te mantendría con vida este año. Lo haces infinitamente más difícil para mí cuando tratas activamente de que te maten.

– Pasaste todo este tiempo cuidando nuestras espaldas. ¡¿Quién está cuidando la tuya?! No digas que tú lo haces porque tú y yo sabemos que te importa una mierda cuidar de ti mismo. – Neil miraba decididamente a Andrew, pero Andrew no comprendía la terquedad de alguien interesado en cuidarle cuando el concepto de esa palabra era tan vago e insignificante cuando se aplicaba a sí mismo.

– Tienes un problema auditivo. Demasiadas bolas contra el caso tal vez ¿puedes leer mis labios? – le dijo señalando su boca mientras hablaba – La próxima vez que alguien venga por ti, aléjate y déjame lidiar con esto ¿lo entiendes?

– Si eso significa perderte, entonces no – dijo Neil. La profundidad de su mirada lo atravesaba y Andrew lo odió, odiaba la forma en que estaba quebrando las murallas que había construido en su interior, lo odió porque sabía que el veneno que había tomado no tenía antídoto y lo odió porque pese a estar a una altura donde el viento los congelaba, Neil le hacía mil veces sentir.

– Te odio – Le dijo, más para sí mismo, arrojando desde lo alto su cigarrillo al parqueo – Se suponía que debías ser un efecto secundario de las drogas.

– No soy una alucinación – Dijo con premura Neil.

– Eres un sueño imposible – Le respondió, él sabía perfectamente que la sola idealización de Neil en su vida significaba realidades que él jamás podría tener, porque él ya estaba roto desde hace mucho tiempo y jamás podría aspirar a algo como eso, así que lo único que dijo fue:

– Entra y déjame en paz.

– Todavía tienes mis llaves – le recordó Neil. Andrew sacó las llaves, quitó la de su coche y en vez de devolverle, lo arrojó tras su cigarrillo, porque era lo más fácil de alejarse de todo eso – Ya no.

Oyó cuando Neil se retiraba y esperó al borde aún en sus pensamientos.

Cuando la silueta de Neil salió al parqueo para recoger sus llaves, lo observó un momento hasta que algo impredecible pasó, Neil había levantado sus llaves, pero también había levantado el cigarrillo que Andrew había tirado y con la vista fija en su dirección había llevado la colilla a sus labios y aspirado lo que quedaba de él, el humo que salía de su boca y los dos dedos en su sien lo envolvía en un retrato de deseo. Andrew no aguantó más y retiró su mirada, trató de encender otro cigarrillo más, pero sólo hacía que recordara los labios con humo de Neil, tiró a un lado el cigarro y golpeó la pared tan fuertemente como pudo. Con la mente libre de pastillas, su mente le decía que Neil Josten había dejado de ser demasiado interesante para convertirse realmente en un problema.

All for the Game / Punto de vista de Andrew MinyardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora