Capítulo 39

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Thomas Bale

Es en una situación así, uno pensaría en las cosas lindas. Al menos es lo que siempre se dice, que hay que quedarse con los buenos recuerdos, con las cosas lindas, con lo que haga que no duela tanto.

Me gustaría poder hacer eso.

Me encantaría poder pensar en todos nuestros buenos momentos, en todas y cada una de las veces que me enamoré aún más de ella, en nuestras conversaciones, en nuestras risas, pero lo único en lo que puedo pensar es en el tiempo que perdimos.

Tengo tanto por decir.

Tantas cosas que parecían insignificantes, que uno siempre cree que tiene más tiempo por decir. Me guarde muchas cosas por años, tantas que ahora que me encuentro en un momento de incertidumbre, es lo único que puedo pensar.

No dejo de pensar en que nunca le dije que el día que Crystal llegó con un portafolios con fotos de ella dentro, proponiéndome un trato, esa no era la primera vez que la había visto.

Nunca le dije que incluso antes de saber su nombre, ya sabía quién era.

Nunca le dije que no pude sacármela de la cabeza desde la primera vez que la vi durante muchos años.

Nunca le dije que si llegué a conocer a Owen y que me pareció muy maduro para su edad, en ese momento 17 años. Nunca le dije que parecía una persona feliz, que era imposible que nadie se haya dado cuenta de que estaba sufriendo.

Nunca le dije que me enamoré de ella desde la primera vez que me miró mal, exactamente en la misma fiesta en donde conocí a Owen. Ese tipo de enamoramientos de una persona que te cruzas y crees que en tu vida vas a volver a encontrarte. Que no me hubiera llamado la atención físicamente, que solo era una niña y a mí no me gustaban las niñas, pero que fue la primera mujer que realmente me miró como si me despreciara sin siquiera conocerme.

Nunca le dije que aunque ella no se molestó en prestarme atención por un segundo, yo sí me le quedé viéndola el resto de la noche.

Nunca le dije que me encanta como le queda el rojo.

Nunca le dije que me resultaba divertido cuando tarareaba canciones por lo bajo al estudiar, pero que sigue haciendo cuando lee un contrato y algo la desconcierta.

Nunca le dije que sé cuándo miente porque nunca me mira a la cara al hacerlo y su voz se pone más aguda.

Nunca le dije que para mí, ella fue algo así como la solución al frío en invierno. Que con ella todo tiene sentido.

Nunca le dije que sé que a veces llama a la bebé por su nombre, que ella cree que lo disimula bien o que solo lo hace cuando está sola, pero no es así. No le dije que me encanta su nombre y que no podría haber pensado en algo mejor.

Nunca le dije que desde que volví de San Francisco hace tres años, estuve siguiendo su trabajo y que fue por eso que me interesé en comprar las acciones que la trajeron en primer lugar.

Nunca le dije que sabía que iba a volver. No sabía de Grace, eso sí fue una sorpresa, pero si sabía que iba a volver y quería verla.

Nunca le dije que no dejé de pensar en ella durante cada día que estuvimos separados.

Nunca le dije que me arrepentí de no haber peleado por ella nada más me subí al auto esa tarde en San Francisco, así como tampoco nunca le dije que volé varias veces allá en esos años con la esperanza de volverla a encontrar, pero que no tuve el valor para volver a buscarla.

Nunca le dije que me encontré varias veces a mí mismo marcando su número en la madrugada, cuando no podía dormir. Llamándola y colgando después de escuchar su voz.

Después de lo que pasóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora