Nuevamente, el dios del engaño y la hija de Tony, ya casados y con una vida establecida, deberán enfrentar nuevos problemas en su relación, demostrando otra vez que aunque el amor duela, es la fuerza más poderosa que hay en el mundo.
Pero, ¿y si est...
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Inframundo.
Caminó con el gesto serio, mientras a su lado se encontraba Mephisto, quien mantenía su mano agarrada, dirigiéndola hacia el lugar donde la entrenaría para cumplir su propósito.
Llevaba dos días desde que despertó de su sueño eterno, y aún no recordaba muy bien su vida, el demonio se había encargado de contarle detalles mínimos, como que era la reina de toda la galaxia, pero que en una batalla contra unos seres de otro planeta, fue donde quedó sumida en el sueño. Según él, la cuidó durante muchos años, esperando a que regresara y así la profecía pudiese cumplirse.
Estaba muy confundida, muy dentro de su ser creía que no era del todo verdad lo que le decía, pero al ver los pergaminos y las leyendas, no tuvo más opción que creer. También, Mephisto le confesó que tenía un interés amoroso hacia ella, era por eso que la protegía de tal manera que parecía que cuidara al diamante más valioso de la colección, porque la amaba.
Pero ella no recordaba nada de eso, ¿por qué?
Un carraspeo la hizo volver a la realidad, por lo cual fijó su vista en el demonio.
—Hemos llegado, majestad.
Detalló el lugar, notando allí varias armas de combate, al igual que un amplio campo de batalla.
—De acuerdo... —palmeó las manos— ¿Con qué comenzaremos?
—¿Recuerda alguna de sus habilidades, reina?
Lo pensó unos segundos, tratando de recordar alguna de las cosas que hacía, sin embargo no recordó ninguna.
—En realidad no.
—Comenzaremos con lo más sencillo, su agilidad sobrehumana.
El demonio efectuó su magia, creando una serie de obstáculos bastante estrechos que no podían ser pasados con facilidad.
—Una de sus habilidades más sencillas es poder flexionar su cuerpo más allá de lo normal, esto le permite entrar en cualquier obstáculo y moverse con facilidad en cualquier lugar. Pasar estos obstáculos será su primer fase del entrenamiento, no le resultará difícil, créame.
La mujer suspiró, corriendo hacia los obstáculos, cuando llegó al primero, flexionó los brazos, dándose cuenta de que podía estirarlos de tal forma que el resto de su cuerpo podía atravesar el obstáculo sin problemas, ya que este se estiró también al flexionarse.
En cuestión de unos segundos, había terminado de cruzar. Su acompañante le aplaudió con orgullo y ella sonrió victoriosa.
—Felicidades por su primer éxito. Tal vez su entrenamiento pueda demorar un poco menos, gracias a su increíble capacidad para atender a lo que escucha. —murmuró.
—Es bueno escuchar eso. —sonrió— ¿Qué sigue ahora?
De pronto, unos ruidos se hicieron presentes en el lugar.
—¿Qué ha sido eso?
—Han llegado más almas al inframundo, debo ir a atenderlas.
—¿Qué hay de mi entrenamiento?
—Estoy seguro de que usted podrá controlarlo sola, majestad. Es muy poderosa e inteligente. —le dio una reverencia leve.
Mephisto se marchó del lugar, mientras la mujer quedó totalmente a solas, sin saber qué hacer, hasta que a lo lejos pudo visualizar el pergamino de su profecía dominando toda la galaxia, por lo cual se aproximó hasta el y lo tomó entre sus manos. Se observó a sí misma en el papel, batallando con bestias enormes e incluso con personas, en las páginas podían observarse distintos poderes que efectuaba en cada batalla.
"¿Cómo conseguiré recordar todo eso de nuevo?" Pensó para sus adentros.
Suspiró pesadamente, dejando el pergamino a un lado y sentándose en el suelo, si quería dominar sus poderes y técnicas rápidamente para poder cumplir la profecía a su debido tiempo, debía enfocar su mente, por lo cual tendría que meditar para conseguirlo. Cerró los ojos, enfocándose en sí misma, intentando recordar su vida como galactic queen, sin embargo, no había nada.
Era muy extraño.
Volvió a abrir los ojos y para su sorpresa, se dio cuenta de que su cuerpo estaba levitando, pero cayó en seguida en el suelo al haberse sobresaltado.
—Majestad, ¿se encuentra bien?
Se giró hacia la voz desconocida, notando allí a una mujer de cabello rojo y prendas oscuras, sus ojos eran naranjas y su piel era casi tan blanca como una nube.
—Estoy bien... —comentó con lentitud— ¿Quién eres tú?
La extraña se aproximó con cuidado y le extendió su mano para ayudarla a levantar, pero ella no la tomó de inmediato, quedándose en el suelo.
—Mi nombre es Karun, tal vez no me recuerde por haber estado sumida en un sueño profundo por tanto tiempo, pero yo soy su fiel servidora y la persona que conoce todo sobre usted.
Asintió, tomando su mano, pero al hacerlo, inmediatamente a su mente se transfirieron un montón de recuerdos sobre su vida, sus batallas, su reino galáctico, sus poderes, su amistad con la pelirroja y su derrota en el planeta marte, que la hizo caer en el sueño profundo.
Se separó rápidamente, observando con asombro a la mujer que tenía en frente, hasta que se abalanzó hacia ella, uniéndolas en un abrazo.
—Karun, qué felicidad es verte otra vez.
—¿Me recuerda, majestad? —preguntó sonriente en cuanto se separaron.
—Tu poder me ha devuelto la memoria. —sonrió— Y basta de majestad, somos amigas, puedes llamarme por mi nombre real, no por mo título.
La pelirroja sonrió y volvió a abrazarla, pero su expresión cambió a una seria mientras su otra acompañante no la veía.
Eran recuerdos falsos que había implantado en su cabeza para acelerar el proceso.
Volvieron a separarse y Karun volvió a sonreír.
—Tu título es igual que tu nombre, Galaxia.
La castaña rio levemente.
—Tienes razón.
—No sabes cuánto te extrañé...
—Yo también te he extrañado, pero ya tendremos tiempo para adelantar nuestra agenda. —acarició su rostro— Debemos entrenar si queremos que la profecía se cumpla, Mephisto debe estar impaciente por la batalla.
Karun se posicionó en batalla, ganándose una sonrisa de la reina.
—Veamos si sigues siendo tan fuerte.
—Me subestimas, querida Karun. —arqueó una ceja, posicionándose para luchar— Que comience el entrenamiento.