La risa de Anthoine producto de que estábamos jugando se vio interrumpida por el sonido del timbre. Me levanté rápidamente del suelo dejando a mi hijo en la gran alfombra en la que estábamos jugando, y me dirigí a abrir la puerta, encontrándome del otro lado a Ashton.
-Cam - dijo con mucha alegría para luego acercarse y darme un abrazo.
-Ashton, que gusto volver a verte
-Felicitaciones mujer, estoy ansioso por conocer en persona a Anthoine
-Gracias y felicitaciones para vos también. Te recibiste!
Agregué mientras lo invitaba a pasar a la casa que ahora compartíamos con Lando.
-Si ahora oficialmente soy fotógrafo y muero por ser el primero en fotografiar a esta..... -Y se quedó mudo cuando yo me acerqué con Anthoine en brazos- Belleza, por dios tiene los ojos de Pierre
-No fue necesario el adn - solté en forma de broma.
-Sos de terror Camille y por cierto, vos diste a luz hace cuatro meses y estas hecha una diosa, pasame el truco
-El truco se llama Jon, me he estado sumando a los entrenamientos de Lando
-A mi no me gusta entrenar, pero con semejante hombre hago todo lo que me pida- soltó mientras se reía.
-Y después soy yo la de terror -Negué divertida.
-Bueno vamos a lo importante, ¿Levante la mano quien se va a sacar fotos con el tío Ashton?
Preguntó en sentido a Anthoine haciéndolo reir, mientras que yo levantaba sus manitos en forma de festejo, provocando que él largara la carcajada haciendo que la misma resonara por toda la habitación.
Subimos al cuarto en donde encontramos a Monza durmiendo plácidamente sobre la cama. Ashton comenzó a sacar algunas fotos mientras que yo de atrás le hacía muecas a mi hijo para que este se riera, y así fue.
Teníamos todo bajo control, hasta que Monza se despertó y empezó a hacer su típico desmadre de cachorro cruzándose por delante de la cámara.
Y la sesión que empezó siendo de uno pasó a ser de dos, siendo así el complemento perfecto para las fotos.
La nostalgia me invadió por completo al ver como Monza no se quería perder de nada, estando a cada paso que dábamos, alegrándonos cada minuto, cada hora de cada día pudiendo sentir su presencia compañera des(de) el primer día.
Una pequeña lagrimita quiso asomar por mi ojo izquierdo, pero rápidamente la limpie, para en una milésima de segundo sentir como dos patitas se bajaban de la cama, para luego verlas una a cada lado de mi cuerpo mientras que movía la cola, y luego volver a su lugar nuevamente hacia mí, siendo esa la invitación perfecta para que yo me sumara.
Y corrigiendo lo antes mencionado, la sesión pasó a ser de tres, aunque unidos se sentía como si fuéramos uno solo.
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