La mañana del lunes me despierto con dolor de cabeza.
La música y las luces del bar aun tintinean al cerrar los ojos, como si nunca hubiese salido de aquel lugar, como si nunca hubiese bajado del escenario y tanto mi cuerpo como mi alma se hubiesen anclado a la plataforma de madera, quedándose allá, mientras que mi espíritu hubiese regresado para estar aquí, en la gran cama en medio de la habitación.
Me levanto.
Miro a un punto indefinido hasta que se esfuma un poco el sueño. Restriego mis ojos con el dorso de mi mano y me vuelvo a tumbar sobre la cama. Hay un poco de luz que entra por la ventana de cortinas azules. La misma luz que ilumina la habitación. Tarareo una canción de la cual no recuerdo el nombre y cierro los ojos para materializar el rostro bronceado que ha insistido a hospedarse en mis sueños.
Ha sido extraño. La manera en que aquel chico a parecido querer llorar ante mis palabras; la manera en que se ha recluido cuando notó los moretones en mi rostro, la manera en que me miró antes de pedirme por última vez que me fuera. Ha sido extraño. Todo. Desde el momento en que he tocado por primera vez, hasta el momento en que detuvo mis manos de mi guitarra para evitar que siguiera tocando. Demasiado extraño.
—Ezra, despierta ahora mismo si piensas aun ir al instituto.
Doy un largo suspiro. Ignoro a mi hermano. Vuelvo a pensar en el chico, en August, en lo suave de su voz, en sus mejillas sonrojadas y el discurrir de su mirada. Y por un momento creo comprender su miedo, y al otro momento estoy levantándome de la cama, refunfuñando. Porque creo que lo odio, porque creo que odio la manera tan fácil en que me ha demostrado su debilidad, y porque creo que ha sido estúpida su manera de reaccionar. Y, sobre todo, creo odiarlo por el hecho de las reglas; porque yo detesto las reglas. Detesto todo lo que pueda hacerme cambiar, y las reglas pueden hacer cambiar a cualquiera.
He regresado al bar porque quería escucharlo cantar. He regresado al bar porque quería mirarlo bailar. Y lo único que hizo fue discutir como un niño hasta sacarme de ahí.
Abro la puerta de mi habitación. Lou y su novia me miran desde el desayunador.
—No voy al instituto —contesto— he perdido el año.
Espero un regaño. Estoy acostumbrado a ellos, y no sé cuán patético es el hecho de estar acostumbrado a que me hagan sentir mal.
—Bien... —deja ir Lou, sonriendo— Será para la próxima, ¿no?
Asiento. Maylin asiente.
—Vuelve a dormir —me insta mi hermano.
Regreso a la cama luego de cerrar la puerta. Vuelvo a pensar en August, porque parece que no tengo nada mejor que hacer. Es joven, demasiado delicado. Doy una vuelta en la cama, me cobijo. Tiene ojos demasiados verdes, es delicado. Abrazo la almohada, sin poder dormir. Intento dejar de pensar en el chico, con lo que, mis pensamientos, caen en mi padre. Me recorro el rostro con la punta de los dedos, aun me duele todo.
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Una última Canción ✅
Teen FictionPara August, su trabajo en Gypsy Bar, se define en borrachos malhumorados y bebidas baratas. A pesar de ello, no piensa renunciar cuando, cada noche, tras cerrarse las puertas, se sube al escenario para encontrar su momento de paz, donde tanto el so...