El hermano de Ezra es chef. Lo miro moverse por toda la cocina mientras murmura por lo bajo los nombres de los ingredientes. Trazo su recorrido con mi mirada al mismo tiempo en que me aprendo su rostro de memoria. Es idéntico a Ezra, con su cabello negro, sus ojos oscuros y la piel pálida, tan solo que su semblante es más risueño, menos altanero.
—Bien, August —dice. Limpia sus manos en una toalla y se acerca hasta mí, al desayunador— ¿Cantas?
Habla mirándome directo a los ojos. Lo hace como si temiera perderme de vista, como si yo fuese algún tipo de acusado al cual no hay que dejar ir. Me reacomodo sobre el taburete, agacho la mirada, incomodo, y entrelazo mis dedos entre sí para juguetear con las tiritas de piel que se ciernen alrededor de mis uñas. Pienso, lo hago mientras busco una respuesta en la que pueda evadir toda conversación sobre mí.
Aun así, parece imposible, porque cuando encuentro las palabras correctas, el hermano de Ezra vuelve a hablar.
—Debes ser toda una estrella sobre el escenario —añade. Su voz es firme, la alegría en su tono es real— me gustaría poder mirarte, sin duda sería todo un deleite —niega, complacido— ¿A caso miento, Ezra?
Ladeo mi rostro, busco con desesperación al chico pelinegro al cual me he atrevido cantarle. Ezra alza su mirada desde el sofá, sus ojos oscuros se posan sobre mí, y por un momento pienso: por favor, acaba con esto, por favor has que tu hermano deje de hablar sobre mí. Y Ezra parece escuchar mis pensamientos, porque de un pronto a otro se coloca en pie, camina hasta nosotros deslizándose en sus calcetas y apoya su cadera contra el desayunador, aprisionándome con su cuerpo y la pared.
—¿Ya hiciste la cena? —pregunta.
Lourent abre la boca para rechistar, pero una mirada de su hermano menor basta para no hacerlo.
—La pizza está en el horno —contesta— ve sirviendo la mesa.
—Si puedes ver, Lou —inicia Ezra— no hay mesa alguna sobre la cual podamos comer.
Una sonrisa se forma en mi rostro, Ezra se apoya un poco más contra mí y estira sus brazos haciendo alusión a sus palabras.
—Bien, listillo. Bien.
El mayor sale de la cocina, se va por el pasillo y se encierra en la habitación. Por un momento solo somos Ezra, el silencio y yo. Y de todo lo que puedo pensar en la casa de un desconocido, lo primero que me viene a la cabeza es que Ezra está contra mí, que su costado presiona contra el mío, que sus manos rozan las mías y que, ¡vaya! Huele tan bien que podría hundir mi nariz en su abrigo para vivir ahí toda una eternidad.
—Lo siento —suelta.
Ladeo mi rostro para mirarlo. Él ya me mira.
—¿Por tu hermano? —cuestiono.
Asiente.
—Ahora entiendo porqué te parece fácil todo esto de la música —dejo ir— tu hermano tiene todo lo que se necesita para no rendirse.
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Una última Canción ✅
Teen FictionPara August, su trabajo en Gypsy Bar, se define en borrachos malhumorados y bebidas baratas. A pesar de ello, no piensa renunciar cuando, cada noche, tras cerrarse las puertas, se sube al escenario para encontrar su momento de paz, donde tanto el so...