🎵Capítulo 21 - Ezra

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Advertencia: este capítulo contiene una escena de maltrato intrafamiliar descriptiva donde las victimas reaccionan de una manera no recomendada, por lo que, si eres sensibles a estos temas, te pido que leas bajo tu propia responsabilidad.

También recordar que, NINGUNA de estas acciones se romantiza. Debería estar en nosotros pedir ayuda y reconocer el problema al instante, pero lamentablemente no es así. Por lo que, si te encuentras en una situación parecida, por favor recuerda que hay muchos allá afuera que darían la vida por ayudarte. No estás solx.

—Quisiera viajar

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—Quisiera viajar.

—Quisiera escaparme de mi casa.

—A veces... las cosas que dices son muy dolorosas.

Hay una emoción en mi pecho. Una emoción cálida y arrasadora que, nunca antes, había sentido. Esta ahí, latiendo. Lo hace mientras August sale de la ducha, mientras se viste frente a mí. Late tan fuerte que siento que puedo morir, tan fuerte que temo, en un solo instante, que me atreviese el pecho y me haga llorar. Porque es tan fuerte, tan punzante y aterradora que no logro calmarla, acallarla o derrotarla.

Tan solo está ahí, latiendo.

—¿Por qué lo dices? —cuestiono.

Ladeo mi rostro. August toma el disco en su aparador y lo introduce en el lector. Lo reconozco, el disco. Reconozco mi disco de Adele.

—No sé, Ezra —contesta, encogiéndose de hombros— a veces dices cosas que me parecen dolorosas.

—Como si no me comprendieras —le digo, sonriendo.

Gira su rostro para mirarme, se encuentra de espaldas a la cama, sentado en el borde mientras busca una canción. Y parece, no sé, tan libre. Tan verdadero. Como si al fin, luego de tanto luchar, la vida me permitiera mantenerme anclado en la realidad, en ese pedazo de felicidad que se me ha permitido.

—¿Es una pregunta trampa? —me reta— ¿A caso intentas algo como la vez que me hiciste creer que las citas de amigos existían?

Me cubro el rostro, evitando reír.

—Si existen —me indigno por lo bajo, sin permitirme que la voz resuene más allá de las paredes— las citas de amigos claro que existen.

Rueda los ojos, se gira nuevamente y coloca una canción. Cierro los ojos, August parece gatear hasta llegar a mí y nos cubre con una sábana. Él, con mi abrigo que le presté la noche de la piscina; yo, con una de sus pijamas. Va vestido hasta la cintura, de ahí tan solo usa ropa interior. Rodea mi torso con uno de sus brazos, coloca su pierna izquierda sobre las mías y suspira.

—¿Te irás cuando acabe la lluvia? —susurra.

—Lo haré, a menos que quieras que tus padres nos encuentren.

Una última Canción ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora