Capitulo 10

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• Capitulo Diez •
Castigo

LA SUBASTA
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SARA

Ya habíamos regresado a la casa y Matthew me dijo que fuera a arreglar mis cosas en el closet, los guardias me ayudaron a subir a mi recámara todas las bolsas con lo que me habían comprado, las dejaron del cuarto del closet y se fueron.

Esto iba a tardar mucho, era bastante ropa que tenía que ordenar. A pesar que era bastante, quedaron algunos espacios donde podría poner aún más ropa. Cuando termine de ordenar todo me acosté en el sillón en medio del cuarto, escuché unos pasos acercándose pero no me moví.

—¿Cansada?—voz gruesa, ronca, sexy, Matthew.

Me levante de golpe y lo miré descansando su hombro sobre la puerta, no tenía playera así que pude ver sus hermosos abdominales, sus músculos, tenía un par de tatuajes por sus brazos y el pecho que le quedaban bastante bien.

—Terminaste—observó el lugar con una leve sonrisa—Se ve genial.

No dije nada, ni una palabra, solo me quede parada mirándolo temerosa, se veía demasiado intimidante y peligroso que no me atrevía a decirle nada.

—Ven—se enderezó.

—No iré contigo, ni lo sueñes—me di la vuelta pero sentí unas manos agarrando de mi cintura.

—Oh claro que vendrás conmigo.

—¡Oye! ¡Suéltame!

Matthew me cargó y me lanzó a mi cama ya en mi cuarto, yo retrocedí en esta con miedo.

—¿Por que me tienes tanto miedo, cariño?

—Deja de llamarme así, maldito imbécil—lo abofeteé, ya me arrepentiría de esto.

Matthew respiro hondo mirando hacia abajo, luego me miró furioso, pude ver su mandíbula tensarse y su respiración agitarse más y más.

—¿Que acabas de hacer?

No respondí.

—Y-Yo..lo lamento, no quise...

—Experimentarás tu primer castigo, a ver si así aprendes una lección.

Mierda

—Quédate ahí y no te muevas.

¿Creen que lo hice?

Pues no...

Matthew salió del cuarto dejándome sola en la cama, fue mi oportunidad de correr hacia el baño y encerrarme, con mi corazón a mil por hora me escondí en la tina y me cubrí con la cortina que tenía esta, mis manos temblaban de miedo al escuchar los pasos de Matthew de nuevo en el cuarto.

—¿Donde estas, cariño?—escuché como se movía por todo el cuarto hasta que llegó a la puerta del baño, intentó abrir la perilla de la puerta pero le había puesto seguro.

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