Capitulo 43

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• Capitulo Cuarenta y Tres•

¿Estas loco?

LA SUBASTA

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SARA



2 MESES DESPUES...


Todo parecia ir bien. Matthew, Dalia y yo teníamos una relación mucho mejor. Le hicimos una habitación a la pequeña con cosas que ella había elegido, peluches, muchos juguetes, muebles blancos que eran preciosos como una habitación de una princesa. La consentimos mucho y realmente se lo merecía 

— Podemos llevar este peluche?— Dalia sacudió el brazo de Matt, hablándole. Tenia una sonrisa muy amplia demostrando emoción por llevarse aquel peluche de unicornio. Era 3 veces su tamaño, lo cual no le importaba.

— Jajaja te ves diminuta a lado de él.

— No importa. ¿Podemos llevarlo?— saltó emocionada. —  Di que si di que si.

— De acuerdo, lo llevamos.


Y eso sucedió miles de veces más, a Matthew parecía no importarle, pero la verdad no me sorprendía, parecía una maquina de dinero, nunca se le acababa por más cosas que comprara.

Ya habíamos llegado a casa después de todas las compras y no puedo explicar la carita de emoción que tenia Dalia. Ya se había hecho de noche y a pesar de lo mucho que caminamos, Dalia seguía con su 100% de energía. Corría por toda la habitación acomodando las cosas que le habían comprado a su gusto, Matt y yo solo la observábamos. 

Algo que noté fue que desde que llegamos a la casa Matthew escribía mucho en su celular, y ahora mismo estaba un poco serio. No me dirigía ninguna palabra. No sonreía. No hablaba.

— ¿Todo bien? Te noto extraño.— Le dije en voz baja, él ni siquiera me volteo a ver y se quedo unos segundos callado, haciendo que frunciera el ceño con confusion.

— Necesito hablar contigo. — Finalmente habló.

Su voz era firme y grave, algo ronca por el bajo tono de voz. Me dio un escalofrío al no saber sobre qué quería platicar conmigo. Se veía serio. 

— ¿Sobre qué? ¿Pasó algo?

Justo cuando Matt iba a hablar, Dalia interrumpió corriendo hacia ambos.

— ¿En dónde debería poner este peluche? Hay muchos lugares pero no sé en cuál de todos.— Nos dijo mas que emocionada, sus mejillas rojas por tanto correr y su cabello despeinado.

— Yoo opino... que en la mesita de noche, así lo ves todas las mañanas junto a ti.— la peiné un poco.

— ¡Perfecto!— fue corriendo a poner aquel peluche de conejito.

— Cuando Dalia se duerma vienes a mí oficina.— fue lo ultimo que agrego Matthew y se retiró de la habitación con pasos pesados. Otro escalofrío recorrió mi cuerpo.

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