Capitulo 31

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¿Cuánto dolor puede soportar una persona? ¿Cuál es el límite? ¿Durante cuanto tiempo se puede uno resistir y sobreponerse a ese algo que nos acaba constantemente una y otra vez?

Daniel Adams y Victoria Ross estaban viviendo un infierno inimaginable por separado. Cada uno de ellos se extinguía un poco más cada día, incluso cada hora.

Cada respiro era desalentador. ¿Porqué? Esa era la pregunta que rondaba sus mentes. No había una razón, nada era lógico en este momento de sus vidas. Habían hecho lo correcto desde siempre. Y aún así, aquí estaban, con Victoria secuestrada y Daniel en su búsqueda sin una sola pista favorable. ¿Cuál era la fórmula de la vida entonces? ¿Acaso era una falacia entera toda esa basura de obrar bien para estar bien? La gente mala no era castigada, la buena no era recompensada y entonces ¿Que seguía? ¿Había algo que esperar?

Victoria estaba cansada, cada día, costaba más. Todo su ser se habia fragmentado en trozos, enormes y filosos que desgarraban y la hacían sangrar.

Al principio, todo era, de cierta manera, más fácil. La esperanza era mayor y sí, todo en aquel lugar en el que se encontraba estaba mal pero ella creía de verdad que iba a salir. Ahora, tres meses después, eso ya no era muy creíble. Tenía que lidiar con el dolor físico, con su bebé, que era lo único bueno que tenía en esos momentos y con la idea de no salir de ahí jamás. Victoria ya no existía. Estás personas se había encargado de arrebatarle todo... Salvo su bebé.

Daniel despertó de manera abrupta, vislumbró manchas en su vista, provocadas por despertar de esa manera. Cada día al despertar, él tenía unos segundos, solo unos segundos en los que no sabía de nada. Eran esos extraños segundos en los que uno se despierta confundido, sin saber que depara el día de hoy o que se hizo el día anterior, pero solo eran unos pocos segundo antes de voltear a la cama y ver vacía la párte contigua a él. Su cabeza estallaba en pensamientos, aún mas cuando descubría su horror diario. Él ya no era él. Se levantó y se dirigió al baño, asomó su cara al espejo y por primera vez en mucho tiempo, se detuvo. Observo cuidadosamente su rostro,. Ahora parecía haber envejecido, se veía ojeroso, pálido y ya había olvidado la última vez que tomo una máquina de afeitar. La imagen no causó nada en él, solo reavivó su pesar.

Se refresco la cara con un poco de agua. Estaba fría y causó un escalofrío en su cuerpo. Hoy más que otros días, pensaba en ella.  Hoy estaría cumpliendo seis meses de casados si ella no hubiera desaparecido. Daniel estaba molesto, demasiado molesto porque nadie confío en él. Todos acusaron a Victoria de irse sin remordimiento alguno, lo tildaron de idiota por no creerlo. ¿Cómo pudieron hacerlo? ¿Cómo podían creer a Victoria capaz de eso?. Estaba harto. Si tan solo le hubiera creído desde el inicio de todo esto, quizá la historia sería distinta. Pero no había más. Solo quedaba el hubiera. Su alma se estaba consumiendo, estar enojado, frustrado y desesperado lo dañaba demasiado.

Alguien tocó la puerta del dormitorio. Daniel se acercó, con paso lento para abrir, fuera estaba Alice, lúgubre y sombría al ver a su hermano tan mal.

—¿Que sucede, Alice?—en todo este tiempo Daniel había cambiado mucho, en especial desde lo del bebé, ya no se fijaba en la atención con los demás, sinceramente le daba igual—¿Necesitas algo?.

Alice sintió unas punzadas en el pecho, le dolía ver a su hermano así y le dolía también el hecho de que la tratara con indiferencia. Ya no sonreía al verla ni se esmeraba en hacerlo. No era el, pero ¿Cómo juzgarlo? Con todo lo que estaba pasando, era un milagro que aún siguiera en pie. Ella se apresuro a contestar.

—eh! Sí, papá se fue desde muy temprano a trabajar y quería ver si puedes llevarme a la cafetería de aquí cerca. Quedé con alguien y mamá también se ha llevado el auto—Dan, no reaccionaba de ninguna forma, lo comprendió— pero no te preocupes, no es tan importante. Si te sientes indispuesto, está bien.

—No!—se apresuro a decir Dan— será bueno tomar aire y te quiero llevar. Dame unos minutos.

El cerro la puerta tras decir esto pero Alice suspiró. Se sentía mejor. Al menos hoy, pudo sacarlo de casa.

Aunque sonará cruel, pese a la desaparición de Victoria, la vida para todos no podía pausarse. Daniel se había congelado, vivía día tras día la misma situación. Pero aunque quisieran hacerlo, lo demás debian seguir, tenían que sobrevivir de alguna forma. Jake y Gale estaba el uno para el otro, Gale sufría la perdida de su amiga pero se consolaba con Jake, el amor de su vida. Se sentía culpable, no podía creer que tuviera un poco de felicidad, no parecía adecuado dada la situación pero ¿Que más hacia?

Por otra parte, las cosas en casa de Dan, no eran las mejores. la madre de Dan también lloraba todos los días, el saber que tenía un nieto en camino y conocer el horrible destino que tenía victoria ahora la mortificaba. Lloraba todos los días pero se mantenía fuerte para su familia. Mientras tanto, su padre, el sr Adams, bueno, apenas podía sobrellevar toda la situación. Las cosas en la empresa apenas se mantenían a flote. Sin Victoria y sin su hijo, que era la cabeza ahí, resultaba casi imposible sostenerse pero sabía que no podía molestar a Dan, no podía con todo lo que estaba pasando.

Daniel pedía que todos los días acabará su tormento. Esperaba que fuera un sueño, o mejor dicho, una pesadilla muy larga. Quería que acabará pronto. Pero eso no iba a pasar. A estas alturas habría Sido mejor que Victoria realmente se hubiera ido por su propio pie. ¡Que ironía! Al principio pedía porque no fuera eso y ahora, esa opción sonaba mucho mejor que lo que estaba sucediendo realmente.

Victoria llevaba seis meses y tres semanas desparecida; cuando le contó a Gale del bebé, estaba por cumplir un mes y aún faltaban dos semanas para la boda, eso significaba que en estos momentos, Victoria tendria ocho meses aproximadamente.

¿Cómo la estaría pasando? Se encontró un cuerpo pero Daniel insistía en pensar de manera no tan cruel. Quería pensar que dónde quiera que estuviere, ella estaba bien. El no se imaginaba el infierno aún peor que estaba sufriendo su prometida.

El detective Holden, se encontraba en su oficina. Se veía como una estatua, estaba inquietamente tranquilo. No dejaba de pensar, pensar y pensar. Por más que recorría y estudiaba los hechos una y otra vez, no llegaba a ningún punto fijo. Estaba harto de no presentar resultados. En toda su carrera jamás había Tenido tan poco avance con algún caso. Pese a su firme e impasible postura, por dentro era un torbellino de ideas. No sé rendiría hasta arreglar esto. Ese era su trabajo y solía hacerlo bien. Está no sería la excepción

Ella Es VictoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora