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El dolor de cabeza me aturde, el ardor en el estomago me da ganas de vomitar y siento que la habitación da vueltas, me siento en la cama para luego dirigirme al baño a darme una ducha caliente, sin embargo no me alivia la resaca.

¿Cuánto bebí anoche? No me sentía así hace meses.
El albornoz me envuelve y vuelvo al dormitorio, comienzo a tender la cama y al ver la hora en mi celular hay una nota a su lado.

Me debes todas las cogidas que me suplicaste en la noche.

¡Mierda! ¿Qué hice anoche? No recuerdo nada, lo último que sé es que recorrí todo el bar con una botella de tequila en la mano, suficiente. Caigo en la cama tratando de recordar, pero nada, me dirijo a la cocina ya que el cuerpo aclama una aspirina para el dolor de cabeza que tengo, la luz que entra por el balcón encandila mi vista y hasta resulta insoportable.

¿Cómo llegué aquí? ¿Cómo Adam entró?

Busco mi bolso y no está, ¿las llaves del apartamento y las del auto?, tampoco ¿Identificación? ¡Mierda! Busco en todo el apartamento y no está, abro mi celular y la ubicación de mi apartamento está en la pantalla.
Definitivamente Adam estuvo aquí anoche, la pregunta es cómo. Mis dedos lo llaman, uno...dos...tres timbres antes de que conteste.

—Buenos días, trigueña —contesta con tono alegre. —¿Ya se te paso el ataque de ninfómana o llamas para suprimir las ganas?

—¿Dónde carajos están mis cosas? —indago molesta.

Aquí, conmigo —dice de manera juguetona.

—¿Dónde estás?

Me encanta ese acentito español que tienes por las mañanas.

Pregunte dónde coño estás. 

En casa, aquí te espero.

Cuelgo de inmediato, visto con el primer jean que encuentro, junto a una camiseta ajustada y mis deportivos; busco una copia de las llaves de mi auto y salgo de casa. Hector me ve bajar y se dirige a mi preocupado.

—¿Señorita Burque, está bien?

—Eh, sí —me ubico otra vez ya que el dolor de cabeza no me deja analizar con claridad. —El hombre que me trajo anoche, ¿cómo entro a mi apartamento?

—Yo le abrí la puerta con mi llave, lo siento mucho, sé que no le gusta que interrumpa en su privacidad pero estaba inconsciente o dormida, no lo sé y —lo freno cuando obtengo lo que necesito.

—Basta —me mira con susto —, gracias y procura no utilizar esa llave para nada más que no sea una emergencia, para eso están hechas.

—Por supuesto.

Busco mi auto en el garage y conduzco hasta Puerto Madero con rapidez, el vecindario me recibe con sus glamurosas casas y jardines perfectamente podados. Llego hasta su casa y el portero abre la puerta como si esperara mi llegada, me bajo del auto y mi paso acelerado por el césped llama la atención de los criados, entro a la sala de estar y todo sigue igual que la primera vez que lo visité.

—La espera en la terraza —dice la misma chica indicándome el camino que ya conozco. 

Paso por la entrada de la cocina, esa escalera que aún no sé a donde llevan y termino en la puerta de cristal dando paso a la terraza. Si sabes que recibirás visita casi siempre la esperas sentado en una mesa o en la sala de estar de manera presentable, pero bueno, Fustter se lo toma diferente, está en la piscina apoyando los brazos en el borde, dando una vista perfecta de su pecho y abdomen, cabello mojado, ojos aniquiladores y una botella de cerveza en la mano, descripción extremadamente abrumadora a tan temprana hora de la mañana.

Euforia +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora