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El miedo que genera ver como tenía el álbum de fotos y específicamente en donde estábamos Cahil y yo con la ecografía da tanto vértigo que me muevo sin pensar. No debió ver eso, ahora empezará a hacerme preguntas y yo no querré contestarle, me enfadaré, luego gritaré y se removerá toda la basura acumulada dentro, como un volcán. Me separa de la ropa que estaba recogiendo de forma inconsciente y me sacude de hombros con fuerza.

—¡Olivia, basta! —habla fuerte y clava la mirada en mí cuando yo me vuelvo intranquila.

—Tengo que irme —hablo tratando de zafarme pero no me lo permite.

—Pero si no está pasando nada. ¿¡Por qué estás así!?

El corazón me va a mil por hora y todos los recuerdos vuelven, son como la marea, suben y bajan constantemente. Se me tupen los oídos y sus palabras se oyen como un susurro insoportable. No quiero que nadie lo sepa, no quiero que nadie sepa porque me fui de España, no quiero que nadie sepa que mis probabilidades de embarazo son casi nulas, no quiero que sepan que vi como mataban a Ihnoa y que el culpable de su muerte fue él, no quiero, no quiero que nadie conozca el por qué de mi forma de ser ni de mi razonamiento, no quiero que nadie me tenga lástima ni me digan que lo sienten cuando hace cinco años no hay un puto segundo que no lo recuerde y que sabía que si no hubiese sido una mojigata, títere de él, tal vez las cosas hubiesen sido distintas.
Me abraza con fuerza, suelto la ropa dejándola caer y me acurruco en él, no sé porque me abraza pero es reconfortante y siento que por un momento le da igual mi historia, solo quiere que deje de ponerme nerviosa. Me preguntará tantas cosas a las cuales no sabré cómo contestar, porque lo único que necesito es dejar de sentirme miserable con respecto a este asunto.
Todos tenemos una historia, un pasado, un momento que nos marcó para siempre y a partir de entonces nuestra razón de vivir cambió, muchos cambian para bien, otros para mal, unos se vuelven más fuertes o débiles; pues bien, yo me encontré a mi misma, me volví más egoísta, orgullosa, segura, resistente, y la verdad es que mi historia fue dura, pero es mi historia. 

—No llores, tampoco quiero que me contestes ahora, solo no quiero que te vayas —suelta estrechándome incluso más fuerte.

  Adam es un hombre comprensivo y cariñoso, pausado y que sabe respetar tu espacio personal, mas no quiero que me tenga compasión. Sin soltarme me saca del vestidor, la verdad es que quiero huir, no de él, sino huir de la explicación, de las respuestas, de mi historia y del recuerdo de sopesar que mi vida se volvió miserable el día que los perdí. Quedo recostada en la cama a su lado y los minutos se sienten como efímeros segundos que no alivian el pánico. Mantengo mi vista fija en el techo que deja ver el cielo, tomo el mando de mi respiración y me fuerzo a calmarla, inhalo y exhalo de forma sistemática y con cada gota de aire que expulso los pensamientos negativos se van. No ha pasado nada, puedo sencillamente obviarlo, hacer como si esto no hubiese ocurrido. Tampoco estoy obligada a contarle a un hombre con el que solo tengo sexo lo que me ocurrió, pero la cuestión es que aunque me niegue, Adam y yo no solo tenemos sexo, nunca me he ido de viaje con un hombre por los últimos cinco años, tampoco he dormido con ellos una noche entera, ni he salido con ninguno por más de tres veces, tampoco me han llevado el desayuno a la cama, ni me han regalado flores o pulseras de cumpleaños, pero con Adam sí y ahí está la diferencia y la razón de mi pánico.

—¿Por qué te pones así? —pregunta intentando mirarme pero yo no quiero.

Mis pupilas se han vuelto hiperactivas y mi labio inferior es atacado por el borde de mis dientes frontales. No quiero que me vea decaída, expuesta y susceptible.

—No voy a juzgarte, no tengo derecho a hacerlo, no conozco como te sientes así que no soy quien para hacerte sentir peor.

Comienza a acariciarme el cabello y yo bajo los hombros sintiéndome menos tensa con lo que dice.

Euforia +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora