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Cuando pasas por tantas cosas difíciles, crueles y después de todo nadie se apiada de ti, todos te rigen el mismo rendimiento que dabas antes de terminar destrozada, ahí te das cuenta de que quien no conoce tu pasado y lo que sientes, no tiene derecho a juzgarte como tampoco lo tiene a pisotear el último ápice de felicidad que te quedaba. Hace cinco años se esfumaron las dos únicas cosas que eran capaces de hacer que saliera a flote, me quedé sin motivos para despertar cada mañana, sin ganas de tener una inhalación profunda y de sonreírle al mundo, solamente me sumí en una oscuridad que nadie entendió y hoy día las personas que conocen mi historia y quienes estuvieron ahí, todavía no me comprenden del todo.
Me dolerá, lo sé, lloraré tanto como cuando la perdí a ella, pero me convenzo cada día de que estoy atada a su recuerdo, de que lo único que me hace quererlo es el pasado antes de que todo se jodiera, antes de conocer su verdadero ser, antes de darme cuenta de que estaba lleno de cucarachas y ratas asquerosas que lo llenaban de egoísmo.
Me aferro al hombre con el que salía a pasear, el que me llenaba de besos a cada nada, el que me tomaba de la mano así hubiera un mundo delante, el que no temió romper barreras para estar conmigo, me enamoro cada día de un hombre que nunca existió, quien ordenó su muerte y acabó con mi felicidad. Desde ese entonces hay fechas que dejan de tener sentido, lógica y las pasas como un día más, porque lo feliz no era el día, sino con quien estabas. Los tres se fueron, solo me quedan los recuerdos, las fotos y el dolor de la ausencia.
La tinta que se impregna en mi piel sirve para soportar los aconteceres que sucederán en las próximas ocho horas, es un "analgésico" ya que un dolor físico cubrirá parcialmente el emocional que se aproxima. El tatuador termina su trabajo en la parte superior de mi costilla izquierda y unta aceites que ayudan a la cicatrización.

—Hecho —anuncia y me levanto a mirar. —¿Eres nueva aquí, cierto?

No le respondo, solo miro como la tinta negra hizo trazos delicados y finos escribiendo su nombre.

—Puedes venir cuando quieras, trabajo todos los días, excepto feriados —extiende su tarjeta y la guardo sin hablar.

Le doy el dinero en efectivo y me voy, cada que miro el reloj falta menos y trato de entretener mi mente con otras mil cosas pero no puedo, solo los evoco a ellos, a los buenos momentos que pasábamos en esta misma fecha, subo a mi apartamento encerrándome en mi habitación y no puedo evitar desempolvar todas las fotos que tengo escondidas en el fondo del vestidor, dentro de una caja. Saco cada una de las imágenes y con ellas viene una sonrisa cargada de añoranza, son miles los recuerdos juntos; entre ellos cito cuando les di la noticia del único embarazo que nunca esperé tener, nos tiramos una foto juntos con la prueba positiva frente a la cámara. Eramos muy unidos, si uno se hundía, todos íbamos cuesta abajo, para luego todos juntos volver a salir a flote, no obstante todo se jodió en un instante, en una noche dónde creí que todo se iría, sin embargo desconocía que lo peor aún no llegaba. Miro el cabello caoba y los ojos marrones con esa sonrisa que no se cansaba de mostrar a toda hora, detallo el cabello no tan oscuro y los ojos grises que tantas veces me miraron directamente y ya no sé si mentían o si su verdad era tan sincera que acabó con todo a su paso. Las lágrimas no las contengo y aprovecho el momento de soledad para mirarlos a través de un trozo de papel, incluyendo las ecografías que me dan aun más congestión en el pecho. Me encojo de piernas y las abrazo, como si eso simulase una caricia suya, el regocijo de escuchar sus latidos a las dieciséis semanas y la excelencia de tenerlo todo, para de forma efímera no tener nada. Me deshago de la ropa y entro a darme un baño caliente, me sumerjo en la bañera hasta que me falta el aire, a veces quiero que sirva para recomponer algo de lo tanto que ya está roto en mí. Me cubro con el albornoz y las hebras castañas caen húmedas sobre los hombros cubiertos, entro a mi habitación y veo a Karol sentada en la cama con todos aquellos recuerdos en las manos. Se me acelera el corazón y sin evitarlo me avalancha rápido y con pánico recogiendo todas las fotos, incluso le arrebato las que le quedaban entre los dedos para volver a meterlas en aquella caja casi inexistente. El pecho me truena con un galope incesante y acelerado, los ojos se me llenan de lágrimas otra vez y soy incapaz de cerrarlos, me recuesto a la puerta del vestidor sentándome en el suelo para finalmente ahogarme en mi propia ruina. Detesto con toda la fuerza que tengo sentirme así, tan impotente frente a esta situación, a veces incluso imagino que vuelvo cinco años atrás y que sigo siendo tan débil como antes, porque en el fondo, lo soy.
Karol se sienta a mi lado y me abraza sin decir una palabra, le empapo el pecho con el agua salada que corre de mis ojos. Ella sabe mi historia, ella lo ha visto, ella conoce lo desgarrador del momento pero solo yo conozco lo feliz que fui en aquel entonces. Es mi pasado, mi pasado guardado en un cubo de cartón en el sitio más oscuro de mi armario y me niego a que alguien hurgue en él porque sería como abrir una herida que nunca cicatriza. No dice nada, solo se queda aquí, aunque la sienta tan lejos, aunque me sienta tan sola. Me martillo el subconsciente idealizándolos una vez más, siendo una tortura psicológica que yo misma me he impuesto; los minutos pasan y junto con ellos cada una de las imágenes rondan en mi cabeza, para con ellas evocar cada momento, cada segundo de felicidad que me hacen sonreír levemente.Yo antes tenía vida, antes me levantaba cada mañana con mil motivos para sonreír, antes era yo, ahora solo soy los escombros de una mujer a la cual le destrozaron el alma con lo que más importaba.

Euforia +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora