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Adam

Lucha contra mí tratando de zafarse de mi agarre y la verdad es que tiene fuerza la hija de puta, me cuesta mantenerla bajo control y hacer que no grite para que no llame la atención del personal de la empresa que aún está aquí, solo quiero llevarla conmigo pero sé que por las buenas no lo hará.

—¡Cállate, Olivia, soy yo! —le digo de forma baja pero imperativa y en segundos reacciona otra vez.

—Más razón para alterarme, ¿eres imbécil, cómo se te ocurre hacer eso? —se gira y la cara estupefacta me hace tomarla y llevarla hasta mi auto a rastras.

Me golpea la espalda con los brazos y el abdomen con las piernas; definitivamente esta mujer debe ir al gimnasio porque los golpes que da no son normales. La dejo sentada en el asiento del copiloto y tranco con llave la puerta para que no salga apresurándome a sentarme y tomar el volante saliendo del parking y tomando la carretera.

—¡Adam, déjame salir, ya esto no tiene gracia! —se gira hacia mí y me fulmina con la mirada, sin embargo no le presto atención y continúo concentrado en conducir —Puedo demandarte por secuestro, para.

Es cierto, puede hacerlo, debería frenar, debería dejar de comportarme como un adolescente hormonal y afrontar su difícil forma de ser con madurez pero no quiero, es que cada vez que intento tener una conversación de más de diez minutos con ella todo se vuelve en un caos al cual no me había enfrentado nunca antes porque siempre terminamos teniendo sexo, discutiendo, o hablando de trabajo y la verdad es que necesito más que eso. Hago caso omiso a su exigencia hasta que comienza a tomarme del brazo y el volante se mueve junto conmigo haciendo que el auto tome ligeras curvas que paro con un grito.

—¡Basta, me tienes arto con tus caprichos!

—Entonces déjame bajar —la típica neutralidad de su voz me hace parecer muy alterado y hasta podría jurar que lo ha hecho a propósito.

—Joder, que sólo trato de tener una conversación normal contigo y estás tirándome a mierda todo el rato —no suelto el volante como tampoco bajo la velocidad.

—Dije que soy así, no sé porque te empeñas en hacer que me comporte de manera distinta, que más te da.

—La otra noche solo quería verificar que estabas bien y a la mañana siguiente solo recibo indultos como sino hubieses estado muy alterada durante toda la noche, prácticamente sin dormir y con pesadillas que ni a mí me dejaban descansar.

—No te pedí que lo hicieras —repite como mismo hizo en su apartamento.

—Quería hacerlo, pero tampoco te pedí que me lo agradecieras, con un amanecer normal era suficiente.

Se gira en mi contra y comienza a mirar por la ventanilla en donde la oscuridad de la noche consume cualquier objeto mientras yo me concentro en el trayecto que he de recorrer. Parezco psicópata trayéndola conmigo en contra de su voluntad, hoy en la tarde mi sobrino volvió a Inglaterra y sé que yo volveré pronto, no quiero perder la oportunidad de tener algo con ella. Quedamos en total silencio por la próxima media hora y hasta juraría que está dormida de no ser por los ojos esmeraldas abiertos que se reflejan en el cristal, la falda marrón se le ciñe a las curvas de las caderas dejándome ver mediante una apertura de la tela los muslos blancos, el cabellos suelto le cubre los hombros, sin embargo los senos sobresalen por la camisa blanca que lleva.

—Concéntrate en la carretera no quiero morir secuestrada por tu falta de atención —la observo a través del reflejo. —Y afloja las manos, se te va rajar la piel.

Dirijo mi mirada a lo dedos que aprietan el volante con extrema fuerza y me doy cuenta que el cambio fisiológico que provoca en mí se compone de ligeras diferencia que ella se esfuerza en descubrir.

Euforia +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora