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Lo observo directamente a los ojos y las pupilas dilatadas podrían significar muchas cosas, me zafo de su agarre de forma rápido, comienzo a subir los pocos escalones que habíamos bajado, sin embargo me toma del brazo de forma dolorosa pegándome a la pared y tomándome del cuello me observa con detenimiento.

—Enserio te da miedo —asegura y yo solo pienso en lo que oí. —No voy a hacerte nada.

Voy a volver a irme pero en ese momento me sube en su hombro y comienza a descender contra mi voluntad. Abre otra puerta y enciende una luz que al regularla se vuelve muy tenue, de color amarillo y que vagamente me deja ver el lugar ya que lo único que hay en mi vista es el piso de madera oscura. Me baja cerrando la puerta con llave y observo la cama cubierta con sábanas marrones, hay esposas, fustas, vendas, cinturones de cuero, guantes de piel y espejos por todos lados dejando que el lugar de morbo.

—No voy a hacerte nada —me observa una vez más de pie en el suelo —, a no ser que así lo quieras.

Trago en seco y no por temor sino por deseo.

—¿Ahora te va el sadomasoquismo? —pregunto pasando el trago amargo de que podía haber sido peor, y se acerca a mí de forma suave, sabe que no puedo irme, por lo menos no ahora y eso hace que se tome su tiempo.

—A veces, prefiero solo el bondage —comienza a desnudarse. —¿Y a ti, te va el sadomasoquismo?

—Depende de como amanezca.

—¿Y cómo fue tu despertar hoy?

El torso completamente descubierto me hace acelerar la respiración y siento que la ropa estorba pese al frío que aún tengo resguardado en la epidermis.

—Coincidiste con buena suerte.

Me quito el abrigo grueso para continuar con las botas de tacón pero una vez descalza sobre el piso frío me detiene.

—Déjame aprovechar tu buen humor.

Sus palabras se oyen suaves y los pensamientos de una posible tortura o asesinato van guardándose otra vez en su sitio, aunque no se marchan por completo. Se encarga de quitarme la ropa mientras evalúo cada meticuloso movimiento y está calmado, no parece tener presión alguna, el miembro duro asegura querer acabar con la tela del bóxer pero continúa sereno, como si apenas le afectara el pasar de los segundos lentos para mí. Trato de agilizar el proceso pero presionándome desde la nuca con firmeza me detiene con aliento fresco pero acogedor al mismo tiempo.

—Deja de querer mantenerlo todo bajo tu control —sus palabras chocan contra la piel de mi cuello y siento como esta se eriza sin controlarlo.

No quiero que cause este efecto en mí, pero es realmente inevitable. Una vez contra mis labios los cuerpos se rozan y su dureza me golpea la pelvis ansiando tenerlo dentro. Su boca tibia abraza la mía y la sensación reconfortante hace que él pueda conducirme a donde desea, el hierro frío me toca la espalda y una tela fina de color oscuro me cubre los ojos quitándome visibilidad por completo. No me toca pero su presencia es notoria por el calor de la piel cercana a la mía, siento que se aleja y el silencio me impacienta, no quiero estar así, no debería ni tan siquiera estar aquí. Me da un espasmo involuntario cuando algo muy suave me recorre toda la espalda, se cuela por mi pelvis y sube hasta mis pechos, tal vez sean plumas, siento mis pezones endurecerse y trago en seco, la calefacción no hace mucho efecto por el frío del suelo de madera y el metal que tengo pegado a mi espalda, mientras su respiración pesada se oye de forma contundente, signo de que se encuentra cerca. Así pasan segundos que tal vez se hayan convertido en uno o dos minutos pero que sin visión alguna los he sentido eternos, solo se oye su respiración y pasos sigilosos, el aroma viril es denso y la falta de tacto de su cuerpo contra el mío me hace sentir sola y no quiero pensar lo peor, aunque si eso pasara estaría preparada para dejarlo tendido en el suelo un par de segundos hasta que me toca. Frente a la ausencia de sensaciones mi piel se volvió sensible en este lapsus de tiempo transcurrido y su dedo viaja desde el medio de mi abdomen bajando hasta mi pelvis, es directo cundo se hunde en mí, me quedo quieta pero un ligero suspiro se me va cuando me siento más segura de que esta situación es meramente erótica y no terrorífica. Las falanges que me tocaban ahora se multiplican por dos y presiono con fuerza las anillas a las que estoy atada cuando sus movimientos me hacen retener el aire, pero me niego a demostrarle como me hace sentir. Sus dedos salen de mi interior y suben hasta mis senos, los pezones duros apenas los siento pero el tacto húmedo hacia ellos sí, su piel se ha vuelto caliente y por cada extremo que pasa la sensación morbosa aumenta. El cuero frío me recorre el muslo y paro de respirar porque sé lo que se viene y hace ya un tiempo que no lo experimento, siento que quiere hablar cuando el aliento cálido me toca el cuello erizándome, sin embargo se retracta y de forma suave la punta de su nariz me recorre hasta el lóbulo llenándose de mi aroma, mientras que el suyo es una mezcla explosiva de fragancia masculina y menta. Las cintas de cuero continúan recorriéndome las piernas al punto de que un choque leve de estas contra mí piel me dejan tragando en seco, la acción se repite varias veces y cada una es más fuerte que la anterior, la parte frontal de mis muslos arde pero es soportable y excitante. Su tacto se pasea por mi rostro hasta que llegan a mi nuca, los labios carnosos y suaves no me acarician sino que me rozan a la vez que se humedecen y bajan a mi cuello besándolo de forma suave haciendo que el azote que me pasma por lo inesperado y fuerte sea algo más reconfortante. Adam se aleja de mí y vuelve a haber una atmósfera algo fría a mi alrededor, continúo sin ver nada mientras la humedad en mi entrepierna comienza a aumentar, el impacto del cuero vuelve y me tiento de hablar sin embargo no lo hago.

Euforia +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora