*Alguna parte del mundo, 12 horas después del secuestro*
Aldo salió del calabozo pensativo, ¿qué podría hacer para ayudar a Inés sin meterla en más problemas? Se dirigió hacia la cocina para preparar algo sencillo que pudiera darle a Inés sin tener ningún conflicto con Loreto.
–¿Qué haces? –Preguntó Loreto apareciendo de pronto.
–Patrón... estoy preparando algo de comer porque tengo hambre –disimulando su nerviosismo–, pensé que tardaría más en volver y aproveche para prepararme algo.
Loreto lo miró dubitativo. –Está bien, hombre, no pasa nada, regresé por unos papeles que se nos olvidaron, ¿cómo está todo con esa zorra?
–Bien, ya sabe... lo usual, ella quejándose y pidiendo ayuda, pero nada que no se pueda controlar fácilmente –fingiendo dureza.
–Excelente, sigue pendiente de ella, yo no tardo en volver, ¿de acuerdo? –Él asintió.
Loreto desapareció por el pasillo nuevamente y Aldo pudo respirar de nuevo. –¡Esto va a ser más difícil de lo que creí!
Tomó el plato de comida y el vaso con agua para regresar al calabozo a dejarle las cosas a Inés.
–Doña Inés, no tenemos mucho tiempo para que coma algo, Loreto no debe tardar en regresar.
–No te preocupes, prometo no tardarme –tomando el plato de comida y el vaso con agua–, muchas gracias, muchacho.
Inés comió todo y le regresó las cosas a Aldo para que pudiera eliminar cualquier evidencia. Aldo salió de la celda y se encargó de dejar todo como si nunca hubiera preparado nada.
*México, Hacienda las Dianas*
–¡No es posible! –Exclamó Victoriano con impotencia–, no podemos quedarnos de brazos cruzados.
–Nadie ha dicho eso, Victoriano, simplemente que encontrarla va a ser muy difícil y corremos el gran riesgo de que le hagan daño –suspiró–, por lo que me dijeron por teléfono, Loreto no le va a tener más concesiones, está fuera de sí y esta vez lo creen capaz de matarla si intenta escapar.
Victoriano se sentó en el sillón con la cabeza entre las manos, completamente desesperado con la situación. No era posible que la vida se siguiera empeñando en separarlos todo el tiempo, ¡qué maldición estaban pagando!
–Tenemos que calmarnos, hijo –le pidió doña Elena–, no podemos perder la esperanza ni la cordura, debe haber algo que se pueda hacer.
–Por el momento, lo más prudente sería esperar –señaló Eugenia.
–¿Te estás escuchando? –Cuestionó Héctor incrédulo y molesto–. ¡Cómo puedes decir que hay que esperar, la vida de mi hermana está en riesgo!
–Lo sé, Héctor, pero hacer un movimiento en falso puede generar el efecto contrario al deseado –señaló Eugenia–, sé que es difícil que me puedan creer, pero todo va a estar bien, hay una persona adentro que puede darme información, pero para llegar a ella necesito que me den tiempo, puede ser muy peligroso.
–¡Tiempo, tiempo, tiempo! –Espetó Victoriano–, eso es lo que no tenemos y lo que necesitamos –las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos–. No quiero que le pase nada malo –sufriendo– ni a ella ni a mi bebé.
–Tranquilo, Vico –le suplicó Carolina–, verás que todo está bien, tenemos que ser pacientes, como bien dijo Eugenia, puede ser peor si queremos adelantar la situación.
–Bueno, yo tengo que salir y regresaré más tarde... –señaló Héctor– espero que a mi regreso ya se tengan más noticias, Eugenia.
–No puedo prometerte nada, pero tal vez haya más datos a tu regreso –acordó Eugenia.
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Esclava del Silencio
FanfictionLa vida suele burlarse de nosotros de múltiples formas y, muchas veces, es imposible detenerla. La situación se complica aún más cuando el amor se inmiscuye en el camino de la vida porque puede terminar en fatalidad. Precisamente, esta historia...