XV. Reclamos

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*Hola... ¡Aquí les traigo otro capítulo y empezamos nuevas cosas! Inés no puede más con la situación ¿o sí?*

DISFRUTEN SU LECTURA...

En ese momento Luciano logró soltarse y se fue encima de Victoriano a golpes y éste sólo se defendía torpemente porque sus reflejos no estaban completos por el alcohol. Inés se acercó corriendo a ellos para separarlos pero Héctor la detuvo con fuerza entre sus brazos.

–¡Luciano, déjalo, por Dios! –Forcejeando con Héctor.

Afortunadamente llegaron los muchachos con Diana Elisa y corrieron a separarlos, justo como Victoriano les indicara esa tarde.

–Victoriano, ¿qué demonios haces aquí? –Le recriminó, Diana.

–No te interesa –grosero –, ¡nadie te invitó! Suéltame que este idiota no me va a dejar como un imbécil...

–¡No sabes ni lo que dices, vámonos ya, Santos!

–¡NO! No me voy a ir a ningún lado sin haber hablado primero con Inés –forcejeando con Alejandro y Emiliano.

–Papá, no tiene caso, vámonos ya. Deja de hacer tanto pleito.

–Don Victoriano, no tiene nada que hablar con ella, no insista.

–Daddy, ya hiciste mucho el oso, ¡vámonos! –con angustia.

–¡DIJE QUE NO!

–¡Lárgate de una buena vez, Santos, o te juro que tu próxima parada va a ser la cama de un hospital! –Luciano estaba realmente furioso.

–Ya escuchaste a mi cuñado, ¡vete, Santos! Mi hermana no cruzará ni una sola palabra contigo –agregó Héctor.

–¡Bueno ya fue suficiente con todos ustedes! ¡Suéltame, Héctor! –Alzó la voz Inés tratando de soltarse de su agarre–. ¡Quién les ha dado el derecho de decidir por mí!

–¡Qué no escuchaste, imbécil! –Se acercó Victoriano molesto–. ¡Te dije que no volvieras a tocarla!

Empujó a Héctor y éste soltó a Inés para irse encima de él. Luciano se unió a ellos y comenzaron a pelear a golpes de nuevo. Alejandro y Emiliano iban a intervenir pero Diana no los dejó, Victoriano había sido claro en ese sentido pues sabía lo que podía suceder. Sin embargo, Inés sí logró colocarse en medio de ellos y enfrentó tanto a Luciano como a Héctor defendiendo a Victoriano. –¡BASTA YA!

–Quítate o te quito. –Le advirtió Héctor–. Este infeliz no va a seguir respirando y tú no vas a evitarlo.

–Pues entonces tendrás que lastimarme a mí también porque no permitiré que lo sigas lastimando, se están comportando como niños chiquitos. –Estaba enojada–. De ti no me sorprende, Héctor, pero de ti, Luciano, sí... ¿qué te sucede?

–Sucede que ya me cansé de los jueguitos hipócritas de este imbécil, ¡tú eres muy ingenua si crees en él, Inés!

–¿Ingenua? –Molesta. –¡Ingenua he sido al pensar que tú confiabas en mí y sólo he recibido amenazas y prohibiciones! ¡Quién te crees! –Le gritó–. ¡No tienes ningún derecho a tratarme de esta forma y te voy a demostrar que no necesito ni de ti ni de Héctor para lograr lo que quiero!

–¡Estás haciendo justo lo que dijiste que no pasaría!, por Dios, Inés, ¡reacciona! Victoriano no te quiere, él sólo va a jugar contigo. ¡Luciano te ha ofrecido un futuro y tú quieres echar todo a la borda por este idiota que ya te usó muchas veces! –Héctor se estaba desesperando.

–¡Te duele ver que la quiero y que puedo llegar a destruir su matrimonio con este imbécil! –Le gritó Victoriano–. Ten por seguro que no voy a descansar hasta lograrlo, ¡no voy a dejar que Luciano se quede con ella tan fácilmente! –Dolido.

Esclava del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora