XXXVIII. El Casino Tivoli

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*¡Hola! Disculpen la demora pero estoy en proceso de titulación y ha sido muy complejo darme tiempo para sentarme a escribir. Ustedes no se angustien que no les abandonaré eternamente, sólo tenganme paciencia. Espero que les guste el rumbo que esto va a tomar.*

DISFRUTEN SU LECTURA...

*Hospital*

Connie estaba llorando con el relato de su madre. ¡Cómo era posible que Loreto fuera un ser tan bajo!, pero lo más sorprendente es que Inés hubiera renunciado a irse por ellas.

–¿Por qué le pediste a Inés que se quedara si sabías que tú vivirías y que mi papá podía regresar con ella? –Sollozando.

–Porque de todos modos mi plan era dejar a Victoriano para que volviera con Inés –reconoció con una sonrisa nostálgica.

–¿Qué dices? –Muy sorprendida.

–Connie, tu padre y yo nos casamos por compromiso pero no por amor –admitió–. Quise mucho a Victoriano pero nunca lo llegué a amar y aunque él lo negase se encontraba igual que yo. Además, era imposible no observar la forma en que se miraba ese par dentro de la hacienda y lo difícil que era para tu padre contenerse al tener cerca a Inés.

–¡Dios!, ¿te estás escuchando? –Entre divertida y sorprendida–. ¿No te daban celos?

–No... no tenía derecho. Cuando Vicente "murió", tu padre le prometió cuidar de mí y cuando nos casamos, él me contó todo lo que había sucedido con Inés. Nunca me dio nombres pero cuando yo traje a Inés a la Hacienda para que trabajara, tu padre se puso muy mal y enfureció conmigo.

>>Flashback<<

Diana María se encontraba en el despacho de Victoriano revisando las cuentas del mes cuando la nueva empleada ingresó.

–Señora, la niña Diana se cayó y la está buscando –avisó calma.

–¿Mi hija está bien, Inés? –Levantándose preocupada.

–Sí, sí, sólo fue un pequeño raspón y ya se lo atendí pero no deja de llorar y de buscarla –le comentó mientras se dirigían al jardín.

Ambas salieron al jardín. La pequeña Diana se abrazó a las piernas de su madre con los ojos llorosos. –¿Qué te pasó, mi amor?

–Me caí –llorosa.

–Ya no te preocupes –le miró las rodillas–, veo que Inés ya te curó –sonriendo para animarla.

–Sí, mi nanny ya me curó pero me duele –triste.

En ese momento se escucharon las rejas de la hacienda y una camioneta ingresando al lugar.

–Mira, mi vida, parece que llegó papá –le dijo Diana a la pequeña señalando a la entrada.

La niña se echó a correr a buscar a su papá mientras Diana se dirigía a Inés. –Bueno, parece que por fin podrás conocer a mi marido –le sonrió.

–¿Cree que no tenga problema porque usted me haya contratado? –Preguntó nerviosa.

–No, mi marido es una buena persona y sabiendo tu situación estoy segura que no hará que te vayas –la tranquilizó.

Inés observó a la distancia al hombre que descendía de la camioneta y de espaldas a ella cargaba a la pequeña Diana para llenarla de besos. Ella miraba conmovida la escena y Diana María se percató.

–¿Está todo bien, Inés?

–Sí, patrona –suspiró–... simplemente me ha conmovido ver a la niña con su padre.

Esclava del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora