Esclava del Silencio

XXXIV. Su madre está viva

*¡Hola! Sé que no tengo perdón pero el trabajo y la universidad me comen el tiempo. No me disculpo más, vamos directo al capítulo*

DISFRUTEN SU LECTURA...

Todos giraron al escuchar esa voz y se dieron cuenta que todo se había complicado mucho más de lo esperado.

Inés se quedó quieta intentando asimilar lo que estaba pasando. Constanza estaba destrozada. Su mirada estaba cristalizada y su piel era roja del coraje.

–Hija...

–¡NO, NO ME LLAME ASÍ! Es usted la peor persona que la vida me puso en el camino –llorando.

Inés comenzó a reaccionar. –¡Connie, cálmate! –Se acercó rápidamente a tomarla de los brazos.

Connie forcejeó con ella pero no pudo zafarse porque Artemio y Benigno la sostuvieron.

–Por favor, mi amor –le suplicó acariciándole el rostro–, te juro que todo tiene una explicación y te la voy a dar pero dame unos minutos. Necesito... necesito saber cómo está tu mamá.

Se giró a donde estaba el médico con una cara indescifrable observando la escena. –Discúlpenos por favor, es una situación familiar un poco complicada pero dígame, ¿cómo están?

–No se preocupe –esbozó una leve sonrisa–... la paciente Luna está estable, mañana podrá irse a su casa y en cuanto al Sr. Mendoza, también está estable. Pasarán la noche aquí para supervisar que todo esté bien pero no son graves las heridas... sólo son de cuidado.

–¡Bendito Dios! –Suspiró y miró a Connie–. ¿Cree que sería posible pasar a verlos?

El médico comprendió el motivo. –Sí... cuando desee pasar pídale a la enfermera que la lleve a la habitación. Lo único es que está sedada y dudo que puedan hablar con ella esta noche.

–De acuerdo, muchas gracias.

El doctor se retiró. Artemio y Benigno soltaron a Connie quien seguía forcejeando muy enojada.

–Connie... sé que esto ha sido un golpe muy duro pero no es lo que tu cabeza se está imaginando –explicó Inés.

–¡Ah, no! –Irónica–. ¿Entonces? –Molesta–. ¿No crees que es muy difícil creer en ti después de lo que escuché en el departamento?

–Sí... lo sé, pero ustedes no tienen la culpa de todo lo que ha pasado entre Victoriano y yo. ¡Jamás haría algo que las lastimara directamente, lo sabes!

–Ya no estoy segura de nada y ten por cierto que mis hermanas se van a enterar de esto –la amenazó.

–No lo pienso ocultar, Connie –reconoció para sorpresa de ella–. Simplemente... no es una noticia fácil de dar. Mira... ¿por qué no intentas calmarte y entras a verla?

–¿Qué? –En shock.

Inés se acercó a tomarla de las manos. –Connie... te quiero como si fueras mi hija y no sabes cómo lamento que estés sintiendo todo este dolor. Hubiera dado todo porque no pasara así pero las cosas se complicaron y terminaste enterándote de esta forma. Te juro que esto no es mi culpa.

Constanza se sentía herida, traicionada y vulnerable. ¿Qué demonios estaba pasando?

–Todo te culpa... ¿qué quieres que piense? –Su tono era de dolor.

–Pero ya te dijo que no lo es –intervino Eugenia–. Entendemos perfectamente cómo te sientes porque la situación no es fácil pero por lo menos dale el beneficio de la duda. ¡Por Dios! Inés es como tu madre...