Capítulo I. Secretos develados

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La hacienda era iluminada por los rayos del sol, los cuales cubrían hasta el último rincón del lugar, haciendo brillar su majestuosidad. En la cocina, todos se encontraban trabajando cuando la mujer de ojos verdes y cabello azabache entró al lugar, como cada mañana.

–Buenos días. –Expresó Inés sin ninguna expresión.

–Buenos días doñita. –Contestó Jacinta. –Ya está listo el desayuno, sólo estamos esperando sus instrucciones para llevarlo a la terraza.

–Entonces no esperen más, muchachas –indicó –mis niñas ya deben estar esperando junto al patrón.

–¿Usted no nos acompaña? –Indagó Candela.

–No. Necesito hablar con Emiliano, ¿saben dónde está?

–Artemio nos dijo que estaba con un potro en las caballerizas. –Le indicó Jacinta.

–Gracias.

Inés salió rumbo a las caballerizas a encontrarse con su hijo, tenían un tema serio que discutir. Entró al lugar y ahí lo encontró. Estaba sentado al lado del potro, acariciando su pelo mientras platicaba con lágrimas en los ojos. Lentamente se acercó hasta él.

–Emiliano...

–No quiero verte. ¡Me mentiste! –Le gritó con dolor. –¡Me has mentido durante todos estos años, negándome a mi padre!

–Hijo, por favor, escúchame. –Suplicó.

–No, no quiero escuchar nada –se alejó de ella –lo único que quiero es alejarme de ti y de esta maldita hacienda. ¡Ahora todo tiene sentido! Ahora comprendo por qué don Victoriano me odiaba tanto.

–Emiliano, las cosas no son así, te pido que por favor me dejes explicarte. Loreto no te ha dicho toda la verdad.

–¿Y tú sí? –Reprochándole. –¿Tú sí has sido sincera?

–Por favor...

–No jefa, ahora entiendo por qué te negabas a marcharte de la hacienda –caminaba de un lado a otro con ira contenida –¡siempre se trató de don Victoriano! ¡Gracias a ese hombre tú me alejaste de mi padre y él pasó años en prisión por un delito que no cometió!

–¡NO! –Afirmó con seguridad e impotencia –Las cosas no fueron así, Emiliano, no puedes creer más en la palabra de un extraño que en la mía. No seas injusto.

–En este momento tú también te has convertido en una extraña para mí y no quiero volver a verte, vive feliz con don Victoriano mientras yo me marcho con mi padre. –Saliendo furioso.

Inés se dejó caer de rodillas ahogada en llanto. ¡Maldito Loreto! Maldita la hora en que se había cruzado en su camino pero caro iba a pagar el haber puesto a Emiliano en su contra.

Se limpió las lágrimas y salió de las caballerizas rumbo a la hacienda. Recogería su bolsa y saldría a enfrentar a ese infeliz. Las cosas no se quedarían así.

*Terraza*

Paralelamente a ellos, la familia Santos estaba tomando el desayuno. Sin embargo, el ambiente se había vuelto hostil y desagradable gracias a Deborah.

–¡No lo puedo creer, papá! –Se levantó Diana muy indignada. –¡Cómo te atreviste a tener un hijo con esta... esta mujerzuela!

–¡Diana! –Se levantó furioso –¡no voy a tolerar que trates mal a mi esposa!

–Es que esto es el colmo, daddy –intervino Connie –¡esta mujer nunca te ha querido!

–Eso no es cierto, su padre es el amor de mi vida –replicó Deborah.

Esclava del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora