XI. Los borrachos siempre dicen la verdad

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*Hola... sé que he tardado mucho pero estoy en la parte final de mi semestre y me cuesta más trabajo escribir. Pronto tendré vacaciones y más tiempo para actualizar. Este capítulo tal vez es un poco lento pero productivo.*

DISFRUTEN SU LECTURA...*

Inés se quedó sentada meditando lo que acababa de pasar. ¿Qué había sucedido con el Victoriano orgulloso y déspota? ¿Dónde quedaron los celos y el deseo de desafiar a todo mundo? ¿Tanto "daño" le había hecho perderlo todo?

Se sentía confundida, nerviosa y desconcertada. No sabía cómo manejar la situación. Por primera vez, en los últimos cuatro años, no tenía idea de qué hacer ni qué plan seguir. Respiró profundo y se recargó en la silla por unos instantes hasta que Diana Elisa y Camila entraron.

–¿Todo bien? –Se atrevieron a preguntar.

Inés las observó y les indicó que se sentaran. –No. Nada está bien y lo saben –su mirada se dirigió a Diana Elisa.

–¿Por qué me miras así?

–Porque quiero una explicación de lo que está pasando. ¿Qué demonios hace Victoriano aquí, Diana?

–Eso deberías preguntárselo a él. Yo sólo lo recibí en mi departamento y lo llevé a la boda. –Ella la miró con desaprobación. –Sí. Sé que eso estuvo mal pero no podía hacer nada por evitarlo y lo sabes.

–¿Qué pretende? –Abrumada.

–Ver crecer a sus hijos y convivir con ellos. –Suspiró. –De ti no quiere nada... bueno, quisiera muchas cosas pero sabe que son inalcanzables e imposibles. Mira... Victoriano está dispuesto a respetar tu vida porque le he dejado claro que no tiene esperanzas y tú también se lo hiciste ver en la boda. ¿Por qué te afecta tanto?

–¿Acaso lo sigues queriendo y esperabas que peleara por ti? –Cuestionó Camila.

–No... claro que no buscaba eso –se puso nerviosa. –Simplemente no creo en su cambio.

–Te la voy a poner así. –Continuó Diana. –Lo único que detiene a Victoriano en Manhattan son los dos niños pequeños que tuvo contigo porque se dio cuenta de que te perdió y que tú eres muy feliz con Luciano. No quiere arruinarte eso también.

Inés la miró con incredulidad. Sentía en las palabras de Diana Elisa un doble sentido que la mortificaba. Intentó no demostrar su incomodidad.

–¿Pones tus manos al fuego por él respecto a esto? ¿Realmente me puedes asegurar que no hará nada?

–Te doy mi palabra y sí, pongo mis manos al fuego por Victoriano. –Suspiró. –Inclusive los muchachos le han pedido que se haga a un lado y no te moleste como mujer. Sólo como la madre de sus hijos.

Camila no entendía la insistencia de Inés sobre el tema. ¿Por qué parecía que buscaba escuchar todo lo contrario? Observó pensativa y en silencio.

–Bien... –decidió que lo mejor era cambiar de tema. –¿Alguna sabe qué le pasa a Héctor?

–Sabes muy bien qué le pasa... vives bajo sus reglas y siente que la presencia de Victoriano alterará eso.

–¡No vivo bajo sus reglas, Camila! –Molesta.

–¡Oh, vamos! Las tres sabemos que dependes económicamente de él y que Luciano también está subordinado. Héctor cree que Victoriano destruirá tu matrimonio y si lo hace, tu hermano te hará pedazos la carrera.

–No puedo creer que siga pensando en mí como si tuviera diez años –molesta. –Debe entender que yo no soy Florencia y sé cuidarme sola.

–Tanto para él como para tu papá, eres el vivo retrato de Florencia en todos los sentidos. Sólo doña Elena sabe la gran diferencia y ambos tienen miedo de que Victoriano haga lo mismo que...

Esclava del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora