Esclava del Silencio

VII. Desastroso reencuentro

*Hola... ¡Perdonen la tardanza tan enorme que he tenido! Como saben tengo varias historias paralelas y a veces se me bloquean ideas en algunas y sigo escribiendo otra mientras regresan. El otro día releía esta y se me vinieron más ideas. Espero que el capítulo haya quedado a la altura de los anteriores y de sus expectativas.

No me odien.

No odien a Inés.

Denle una oportunidad.

DISFRUTEN SU LECTURA...*

Luciano decidió que era momento de intervenir.

–Diana, ¿puedes retirarte a la habitación con los niños? –Evidentemente molesto. –Tenemos que arreglar esto que causaste.

Diana lo miró con cierto temor. Nunca lo había visto con esa expresión llena de coraje e ira. No dijo nada más y llamó a los niños, quienes no se negaron a irse con su tía.

Una vez que desaparecieron por las escaleras, se hizo un silencio sepulcral. Si las miradas mataran, la de Victoriano habría matado a Luciano.

Los muchachos fueron los primeros en interrumpir el momento.

–¡Mamá! –La abrazó Emiliano. –No sabes cómo te he extrañado y cómo me has hecho falta.

Inés correspondió al abrazo con fuerza y con mucho amor. El amor que había tenido reprimido en todo esos años lejos de su muchacho.

–Perdóname por haber sido un imbécil contigo, debí decirte las cosas y evitar que te fueras. No sabes cuánto me arrepentí...

Le colocó un dedo en los labios, callándolo. –No digas nada. Yo no debí irme así, sin hablar contigo –le sonrió. –¡No sabes cuánta falta me has hecho y cómo te he extrañado!

–Yo también te he extrañado mucho. Ha sido muy difícil vivir sin ti. Tu ausencia me hizo comprender todo lo que tenía contigo y que perdí por imbécil –le acarició el rostro. –Afortunadamente encontré una mujer que me soportó todos estos años –mirando a Connie.

–Nanny –se acercó emocionada. –Nos hiciste mucha falta todos estos años –la abrazó fuerte.

–Mi niña –le sonrió mientras correspondía al abrazo.

En ese momento Casandra y Diana se acercaron para unirse a ellas. Alejandro observó a Victoriano sin saber qué hacer. Victoriano, por su parte, lo incitó con una simple mirada a unirse a ellas y abrazarlas. Alejandro se acercó con timidez pero ellas se separaron y él se detuvo antes de llegar a su madre.

–¿Tú no me vas a saludar, muchacho? –Le sonrió Inés con dulzura y nerviosismo.

–Claro que sí –se acercó a abrazarla y le dio un beso en la mejilla –quizá, de todos, fui quién más la extraño.

–¿Por qué? –Desconcertada.

–Porque se ha convertido en alguien muy especial para mí, incluso a la distancia –tenía un gran nudo en la garganta.

Inés lo miró con curiosidad y extrañeza mientras Victoriano se acercó hasta ellos, pasó el brazo alrededor del muchacho y, por primera vez, la miró.

–Nuestro hijo es un gran muchacho, Inés. Me queda claro que sacó el corazón noble que algún día nos mostraste –relajado.

–¿Qué? –Asimilando la noticia. –¿Tú... ya lo sabes?