XLIX. Vidas en riesgo

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El barco siguió su curso hasta llegar a la primera parada: Lefki, Grecia. Ahí descendieron los cuatro para esperar el primer transporte de cambio que los llevaría hasta Catania, Italia.

–Bien, aquí podremos descansar un poco –sentándose en unas bancas del puerto–, mientras, esperemos a que el primer yate se aproxime.

Victoriano observaba atento todo lo que había a su alrededor, no podía negar que se sentía paranoico y estaba muy preocupado, pero trataba de mantenerse en calma.

–¿Crees que demore mucho? –Cuestionó Inés.

–Tranquilos –observándolos muy nerviosos–, deben de relajarse ambos y no evidenciar que estamos huyendo –sonrió calmándolos–, el yate estará aquí en media hora así que tenemos tiempo para acomodarnos.

–Sé que debemos estar tranquilos, pero no puedo evitar sentirme observado, aunque quizá no sea así –señaló Victoriano–, entiende que me siento angustiado por mi mujer y mi bebé.

–Lo sé, hombre, nos encontramos igual de angustiados, pero tenemos que calmarnos porque no sabemos si Loreto tiene personal a lo largo de las ciudades o en algún otro sitio, hay que ser cuidadosos –pidió Héctor preocupado.

–No te preocupes, Héctor, vamos a estar bien, tranquilo –pidió Inés–, vamos a tratar de calmarnos y ¿por qué no descendemos un momento a la playa? –Sonriendo–, ¿se puede? –Preguntó mirando al médico.

–Si tiene cuidado, no veo problema –señaló el doctor con una cálida sonrisa.

Inés miró a Victoriano y a Héctor en una clara petición de ir un momento, en un intento de calmarlos.

–Está bien –aceptó Victoriano–, pero vamos con mucho cuidado, ¿de acuerdo? –Ella asintió enamorada.

–Yo me quedo aquí con el doctor esperando por el yate –indicó Héctor.

Ellos estuvieron de acuerdo y fue así como el par de enamorados descendieron por el hermoso sitio hasta tocar la arena.

–Ojalá este preciso momento fuera eterno y nuestra vida pudiera permanecer así de tranquila como las olas que se escuchan en este atardecer –suspiró Inés recargándose en el hombro de Victoriano.

–Ojalá este preciso momento fuera eterno y nuestra vida pudiera permanecer así de tranquila como las olas que se escuchan en este atardecer –suspiró Inés recargándose en el hombro de Victoriano

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–Te prometo que esto pasará y todo será muy tranquilo –le sonrió–, bueno, siempre y cuando el bebé lo permita –divertido.

–Victoriano quiero que me prometas una cosa.

–Lo que quieras, morenita.

–Que no vas a hacer nada en contra de Loreto, no importa qué pase –rogó.

–Inés...

–Entiende que es por evitar que tú termines nuevamente metido en un problema como durante todos estos años –preocupada–, no me quiero quedar sola y quizá hasta en manos de ese infeliz porque ya no estés conmigo.

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⏰ Última actualización: Jul 31, 2022 ⏰

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