XII. Sombras del pasado

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*Hola... Aquí traigo un nuevo capítulo que resulta importante para nuestros protagonistas. Espero que sea de su agrado.*

DISFRUTEN SU LECTURA...


*A la mañana siguiente*

*Departamento de Inés*

Inés amaneció con un dolor de cabeza terrible, no recordaba muy bien lo sucedido el día anterior. Sólo recordaba haber hablado con alguien importante y llamar a Luciano pero no sabía por qué. Se levantó con cuidado y encontró una nota en su buró.

"Espero que tu tarde – noche haya estado muy entretenida, malaki. Aquí te dejo unas aspirinas para el dolor de cabeza y tu desayuno. Nos vemos en la empresa. Debemos hablar de lo de ayer.

Luciano"

–¡Oh, Dios! ¿Qué habré dicho ayer? –Negó con la cabeza y se encaminó a la regadera. Tenía muchos pendientes por resolver.

*Paralelamente*

*Departamento de Diana*

Por su parte, Victoriano había amanecido muy similar a Inés. La cabeza le daba vueltas y la habitación tenía un aroma muy particular a tequila. Miró el reloj de su muñeca... había amanecido.

Tenía muchas cosas que hablar con Diana y los muchachos sobre lo ocurrido el día anterior. Necesitaba saber si Inés le había dicho algo a Diana. Se levantó con cuidado y se dirigió a la regadera.

*Corporativo RH*

*Oficina de Inés*

Inés llegó apurada a la oficina y adentro se encontró con Héctor.

–Bonita hora de llegar, Inés. –Molesto.

–No estoy de humor para esto, Héctor. ¿Qué quieres? –Indiferente.

–¿De verdad me preguntas qué quiero? –Irónico –necesito respuestas sobre tu actitud y la presencia de ese imbécil.

Suspiró con fastidio. –Mira, Héctor, no entiendo por qué todo mundo se cree con derecho de pedirme explicaciones o respuestas cuando mi marido no lo hace. Luciano sabe que Victoriano forma parte de mi pasado y que es el padre de los niños. Hemos hablado sobre esta situación y todavía no llegamos a un acuerdo que nos acomode a todos pero creo que eso es cuestión de nosotros dos. Deja de meterte, por favor.

–Es que tú no entiendes...

–Entiendo que no respetas quién soy –lo miró molesta, –comprende que no tienes derecho a meterte en mis decisiones.

–¡Claro que lo tengo!, ¡gracias a mí, tú y tu marido tienen lujos y trabajo!

–¿Crees que eso te da derecho? –La sangre comenzó a hervirle. –Permíteme refrescarte la memoria, Héctor... esta empresa estaba en la quiebra cuando yo llegué y fueron mis conocimientos los que te sacaron de la misma. ¡No me vengas a decir esta sarta de estupideces! No te necesito para salir adelante y lo único que vas a lograr es que tanto Luciano como yo nos terminemos yendo de aquí.

–¡Tú estás jugando con nosotros! No amas a Luciano.

–¿Entonces, según tú, por qué me casé con él?, ¿acaso lo crees idiota o qué? –Molesta. –Luciano no se hubiera casado conmigo si no pensara que lo quiero.

–Querer y amar no es lo mismo.

–Tú sabes muy bien que sólo se ama una vez en la vida, Héctor –lo enfrentó–, pero eso no significa que no quiera a Luciano lo suficiente como para hacerlo feliz. Hemos trabajado mucho en nuestra relación y ambos tomamos la decisión de casarnos. Yo no se lo impuse y mucho menos fui obligada, así que te voy a pedir que te mantengas al margen.

Esclava del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora