Capítulo 5 ¿Y si quiero saber más?

596 68 11
                                    

Anastasia

Christian tenía una sonrisa tan diferente, esa sonrisa las veía en mis amigos, mi familia, mi prometido, pero a él parecía causarle gracia todo aquello que recordará de una forma desagradable.
— demostrarte que no estoy enfermo será difícil, nena, lo estoy. — Mi cuerpo tomo el aire que estaba reteniendo por la adrenalina vi el poco espacio que quedaba en ambos eran apenas centímetros que nos separaban su aroma aun se sentía tan cerca. — Bien vamos.
— ¿Ahora?
— No tengo tiempo después.
— Pero es que.
— Sino puedes que lastima, pero es ahora o nada, Anastasia.
— Para de llamarme Anastasia, dime Ana.
— Anastasia.
— Eres un...
— Eres una jodida jaqueca.
Mordi mi labio apoyándome contra la pared llenando mis pulmones de aire, aparte unos mechones de cabello y lo observe por unos segundos. El hombre imbécil me miró una última vez para después salir del almacén.
— Iremos ahora.  — salí detrás de él cerrando la puerta caminando viendo a las personas que aún se mantenía concentradas en sus conversaciones.
— Bien eres tú quien abandona la fiesta.
— No jugarás conmigo para hacer que mis sentimientos me aparten de mi objetivo.
— Tus sentimientos son cosa tuya si vienes o no será decisión tuya y las consecuencias serán tuyas.
— Camina, Grey.

Christian

Segui camiando hacia la salida sintiendo sus pasos detrás de mi, notaba como su mirada se desviaba por momentos hacia el jardín en donde todos se encontraban.

— ¿Empieza el arrepentimiento, señorita Steele? — Su mirada azul me fulmino, señorita Steele lo que haría con ese maldito carácter es tan desesperante aunque si algo podía admitir a medias es que tenia una determinación impresionante, su curiosidad la llevaba al borde del peligro, mi peligro sabía perfectamente que yo soy un peligro para ella, pero aquí estaba dispuesta a saber la verdad. — ¿y sino fuera legal? estarías de camino a mi departamento y quizás sin salir de él.
El miedo, quería el miedo en su mirada sabía que encuanto el miedo se asomara podría tomar ventaja de ello alimentarme de ello y entonces ganaría esta partida además de evitar que volviera a dirigirme la palabra, con suerte se casaría y se iría para siempre con mi hermano. Abrí la puerta del auto dejándola entrar y segundos después me coloque en el mio.
— ¿Ya tienen fecha para la boda?
Se mantuvo callada con la vista en los cristales, aclare mi garganta su labio temblaba ligeramente y su cuerpo se presionaba contra el asiento ¿miedo?
— Aún no la tenemos.
Esta vez su voz fue más suave, tranquila aún seguía sin mirarme, sus cabellos castaños se acomodaban perfecto detrás de su oreja, sus dedos acomodaban la tela rosa de su vestido, sus movimientos son tan lentos que parecían calculados, carajo ¿que es lo que sientes Anastasia? ¿miedo? Funci el ceño acariciando el volante del auto, vi la casa una vez más y encendí el auto poniéndome en movimiento en dirección a mi casa esperaba que con el cuarto rojo bastará para hacerla correr del lugar.

La casa estaba callada Anastasia seguía recorriendo el lugar con la mirada, se mantenía quieta y observando cada puerta, cada cuatro y objeto que su vista fuera capaz de captar.
— Espera un momento.
Subí las escaleras pasando por los pasillos hasta la habitación del fondo y escondida abrí la puerta de la habitación de sumisas, la cama estaba arreglada.
— ¿Leila?
Camine el baño que se encontraba vacío al parecer si había decidido irse una mueca se presentó en mi rostro quizás había sido demasiado duro, movia la cabeza de un lado a otro negando débilmente apartando la idea, apartando el sentimiento cerré la puerta para regresar con Anastasia quien se encontraba subiendo las escaleras y una parte de mi no se encontraba sorprendido por su falta de seguir indicaciones. Sin más ambos caminamos hacia la puerta que tanta curiosidad había causado en Anastasia.
— Quiero que sepas que después de esto habrá mucho que firmar, que puedes salir huyendo cuando quieras, que mis gustos son peculiares no lo entenderías.
— Abre la puerta.
Suspire jugando con la llave en mi mano, deseaba que esto fuera suficiente, suficiente para asustarla, suficiente para que saliera corriendo... vete Anastasia. Metí la llave en el pequeño espacio de la cerradura comencé a girarla abriéndola, las luces se encendieron de inmensa, la cama está arreglada y cada objeto en su lugar las varas y las fustas perfectamente colocadas en la pared, pero mi concentración estaba en las miradas y reacciones de Anastasia. Comenzó a caminar por el estante de las varas, levantó la mano deslizando sus dedos por la madera de una de ellas sus dientes capturaron su labio en una suave mordida ¿miedo? ¿que sientes Anastasia?
— ¿disfrutabas mientras la golpeabas?
— es el placer, Anastasia, el deseo ante la reacción y más que nada que ella lo disfrutaba.
— ¿Se puede disfrutar del dolor?
— sí.
hice una mueca ¿miedo? seguía esperando el miedo, pero no... sus ojos estaban húmedos dejaban ver un brillo, un brillo como si tuviera frente a ella un arte abstracto, como si lo desconocido, como si todo esto la empujará quería más, quería conocer más y extrañamente yo estaba dispuesto a contestar cada pregunta.
— ¿Ella también lo usan contigo?
— Yo lo uso en ellas.
— ¿Hay más?
— Por un periodo chicas que disfrutan de esto vienen llevábamos acabo un proceso y cuando alguno decide terminarlo es respetado. Yo lo uso en ellas.
— ¿Esto te da placer?
— Todos tenemos cosas que nos causan más placer que otras, cosas que disfrutas podrían tener su lado oscuro.
Sus dientes nuevamente se apretaron contra su labio no había notado el color en que estos se ponían cuando sus dientes se presionaban contra la piel de su labio era un rojizo fascinante.
— Entonces si es legal...
— Mi abogado redacta un documento con indicaciones mías cada sumisa lo firma yo sigo las reglas y ellas también.
— ¿Sumisas?
— Yo soy un Amo.
— ¿Y eso que significa?
Apreté mis labios torciendo estos en una pequeña sonrisa era sincera, su curiosidad y sus preguntas provocaban una sensación positiva en mi.
— ¿Podemos hablarlo fuera de aquí?
Anastasia repaso la habitación una vez más con la mirada hasta regresarla a mi, desde que llegamos al fin me veía y eso me impacto, su mirada, la jaqueca estaba mirándome y su curiosidad su hambre de saber me alimentaba mucho más que su miedo ya no quería su miedo, quería su curiosidad y por el momento la tenía.

En el espejo dos lados y un solo amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora