Capítulo 17 Los fuegos artificiales dentro de la casa

212 34 4
                                    

Anastasia

Las horas habían pasado volando y mi cabeza no dejaba de hacer un recuento de todo lo que había sucedido desde que llegué a la casa de los Grey. Desde mi habitación escuchaba la música y la presencia de las personas empezaba a sentirse al igual que la ausencia de Elliot.
Termine de maquillarme, observándome del espejo, me levante del banco para poder ver mi cuero usando aquella lencería negra tratando de hacerme sentir deseable, sensual, pero el lugar de eso tenía unas ganas tremendas de tapar aquel espejo ¿Quien era aquella frente al espejo? Nunca había usado algo de encaje, nunca había estado con algo más sensual, pero no me sentía así de ninguna forma.
La puerta de la habitación se abrió, me gire hacia aquella dirección viendo a Elliot entrar quien enseguida cubrió sus ojos riendo nervioso.
— Diablos cariño, disculpa. Solo pasaré a cambiarme disculpa por llegar hasta ahora mucho trabajo, el tiempo se nos fue con Gia.

Sentí como si algo amargo resbalara por mi garganta y estoy segura que Elliot lo noto, me paso una bata intentando que me cubriera.

— Es solo una compañera de trabajo.

— Con la que te acostaste.

— ¿Quieres seguir con eso? Por favor cúbrete.

— Que hay de malo con esto ¡vas a casarte conmigo! ¿es tan repulsivo verme me dio densuda?

— Te esperare a bajo. — Elliot suspiro tomando su traje colgado de un gancho.

— ¡Elliot! — pero sin más el atravesó la puerta de la habitación dejándome sin palabra alguna, suspire en gran desesperación entrelazando los dedos a mi cabello. Esto no se iba a quedar así, pero por hoy debía calmarme.

Aquel vestido verde no era de mi total agrado, pero iba de acuerdo a la temática además que íbamos en conjunto con Elliot esta vez era familia, amigos, compañero de trabajo, había tantos ojos, tantas bocas y tantas expectativas me sentía como si todos estuvieran al tanto de mis pensamientos y me estuvieran juzgando por eso.

Solo desee que Christian no se apareciera por un buen rato de verdad deseaba pasar esta noche con calma y poder regresar a mi cama aunque ese idea no terminaba de agradarme del todo.

Entre todos los invitados algo más llamo mi atención, una chica de cabello rubio luciendo un precioso vestido morado no dejaba de sonreír a Elliot.

— No puedo creer que te casas, de verdad creí que serias siempre el soltero indomable.

— Encontré a mi chica perfecta.

— Por supuesto que afortunada aún no olvido las fiestas de universidad mucho menos la noche de graduación.

Suspire dejando la copa en la bandeja de una de las meseras, supongo que no fui muy delicada pues Elliot noto mi presencia y me siguió.

— Ana.

— Déjame, tuviste tu tiempo para largarte déjame hacer lo mismo.

— Anastasia.

Sus manos tomaron mis brazos y me llevó con el a una especie de oficina biblioteca.

— Ya estoy harto de este tema Ana.

— ¿Tú estás harto? Dime a quien de aquí no te cogiste además de todos los caballeros, mujeres de tu familia y por supuesto yo.

— ¿Cuál es tu problema? que no te cogiera el día que te conocí.

— El problema es que te cogiste a todas las mujeres que se atravesaron en tu camino menos a mi.

— ¡Por que tu eres mi prometido!

— ¡Antes no lo era!

La tensión entre nosotros era demasiado para aquella enorme habitación, el enojo era evidente en ambos.

— Ana no estoy entendiendo nada.

— En todo este tiempo jamás me pusiste una mano encima de ningún motivo, te cubres al verme me dio desnuda.

— Eres mi prometida, la mujer a la que amo, no podría...

— Esa es la cosa Elliot, cuando me conociste tu no sabias eso, tu no sabias que te ibas enamorar que iba a pasar todo esto.

Intentaba contenerme mis lagrima y la desesperación de mi voz. Me acerque a él tomando su rostro acariciando su nariz contra la mía, sus labios contra los míos, deseando sentir sus manos, sus labios recorriendo mi cuerpo quería estremecer entre su cuerpo, lo deseaba tanto.

— Lo siento Ana, de verdad lo siento.

— ¿Que sientes?

— No puedo de verdad no, disculpa.

Mis manos se pusieron heladas, mi labio inferior comenzó a temblar negando dejando salir las lágrimas resbalando por mis mejillas.

— ¿Por que no? ¿Por que no puedes?

— Ana intento resolverlo todo.

— ¿De que hablas?— esto estaba por hacerme estallar, no entendía ¿que estaba pasando?

— Es que tienes razón, lo tienes yo no sabia en que se iba a convertir esto, yo no te veía de esa forma, yo necesitaba ayuda de una empresa, yo necesitaba esa ayuda, yo me había alejado de mi familia, yo no tenía ninguna ayuda. — Mi padre joder mi padre — y tu padre es uno de los mejores Arquitectos del país.

— Todo este tiempo lo supiste.

— Se que Ray no es tu verdadero padre, se que tu padre, Michael no murió y que tu padre es de los mejores.

— Me buscaste por puro interés.

— ¿Que? No Ana, no permíteme explicarte.— Elliot parecía perplejo incluso ofensido ¿el era el herido?

No podía con ese maldito cinismo, me aparte de él empujándolo apartandolo completamente de mi.

— No podías tener eso en tu conciencia ¿verdad? cogerme por puro interés, eres despreciable.

— Mi amor, Ana por favor.

Me di la vuelta camiando hacia la puerta, mis manos buscaban con desesperación abrir la puerta, cuando por fin lo logré salir de ahí, camine tan rápido como pude, los ojos me ardían, el nudo en mi pecho me hacía comenzar a quejarme, el dolor, la impotencia, la increíble humillación. Necesitaba correr, necesitaba desaparecer, necesitaba sentir algo real.

No podía creer la burla y el dolor que eso me hacía sentir.

Corrí escaleras a bajo corriendo hacia la cochera, busque las primeras llaves y comencé apretar botones hasta dar con uno de los autos, me monte en el apretando el botón que encendía el auto, me aferre al volante y pise el acelerador con fuerza haciendo que las llantas del auto rugieran y en segundos me hicieron alejarme por completo de la mansión de los Grey.

Mi pecho subía y bajaba de forma acelerada tratando de contener las lágrimas, di un salto en mi propio asiento al ver el cielo iluminado de cientos de fuego artificiales, aunque en la habitación fue la verdadera explosión y se sentía como si mi cuerpo estuviera ardiendo, estaba furiosa, pero el aire y rugir de las llantas ayudaban a la furia en mi pecho.

En el espejo dos lados y un solo amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora